XV. Camille

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Camille no encontraba la palabra adecuada para describir aquel lugar. Se encontraban en una colina dónde se podía presenciar todo el valle y el lago. Desde aquella altura solo veía pequeñas personitas de un lado para otro. Cabañas que todas unidas formaban un gran semicírculo. Una Arena y un muro de escalar con ¿lava? Camille siempre ha sido una persona activa y ya deseaba con ansias poder entrenar con gente como ella, poder ser tan fuerte como lo eran los semidioses, no sólo físicamente, también emocionalmente.

Su madre estaría orgullosa de ella.

Su madre.

Ella deseaba que su madre aún siguiera viva, poder compartir con ella, mudarse a Nueva York y tener un pequeño pero acojedor apartamento en esta gran ciudad.

Se perdió tanto en sus pensamientos que se sobresalto cuando Lin la sacudió.

—¡Tierra llamando a Camille!

—Eh.—Camille estaba sin habla.—este lugar es fantástico.

—Y sólo lo has visto desde arriba.—dijo Nico.—espera a que te mostremos todo.—Nico trató de sonreír, pero fue un intento fallido.

Pobre chico, pensó Camille, desearía poder hacer algo por él.

Caminaron colina abajo y la condugieron a una casa de color azul.

—Está es la Casa Grande.—dijo Lin.—Te llevaremos con Quiron.

—¡Genial!, espero que esté en su forma de centauro. —dijo entusiasmada.

Entraron y se dirigieron por un pasillo para llegar a un despacho donde se encontraba un hombre en silla de ruedas revisando algunos papeles. Se llevo una gran desilusión.

Quiron levantó la mirada y sonrió.

—Bienvenidos chicos, su misión ha tenido éxito. Tragieron a la semidiosa.—dijo Quiron. Paso su mirada sobre todos los presentes. Hizo una mueca.—¿Dónde está Will?

Ella vio a Nico por el rabillo del ojo y notó como apretaba los labios, aguantando las lágrimas. Quiron no necesitó respuestas para saber que sucedía.

—Le daremos un funeral digno.—dijo Quiron.

—¡EL NO ESTÁ MUERTO!—exclamó Nico.

—Gracias a los dioses. Es horrible ese sentimiento de perder a un campista.—dijo Quiron. —entonces, ¿dónde está?

Nico bajó la mirada.

—Se quedo en Francia. —se apresuró a decir Camille. —unos semidioses lo están cuidando.

—Es lo mejor. Me contarán los detalles después.—dijo Quiron. Luego posó su mirada sobre la pelinegra.—Hablaremos en privado. Nico. Lin. —los despidió con un gesto de la cabeza.

Camille esperó a que los muchachos salieran del despacho. Luego, posó su mirada en el hombre que debía tener más de 2000 años, según Lin.

—Supongo que tus compañeros debieron haberte dicho todo sobre ser semidiosa. —dijo el centauro.

—Si, mejor dicho, sólo Lin. No le caigo bien a Nico.—se encogio de hombros, restandole importancia.

—Es un muchacho complicado... Y aún más por la pérdida de su amigo.—Camille contuvo una sonrisa. Esos dos eran mucho más que amigos.—Pero es muy fuerte, y lo que más necesita ahora es compañía. Deberías hablar con el.

Camille asintió. Lo que le pedía Quiron era difícil de lograr, pero lo intentaría. Ella sabía que es la soledad: ser criada sólo por tu madre, que nadie en la escuela te dirigiera una palabra, y para empeorar las cosas: su madre acababa de morir.

To Live and Let Go. (Nico Di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora