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Título:«Love Starts With A Coffee». (Parte 5).

¿A quién no le gustan las flores? Son una excelente opción para obsequiar, en especial si te gusta alguien. Justamente, al salir de la empresa, por la tarde, Tony condujo hacia la floristería más cercana y le llamó la atención uno de los pomposos cestos con flores que se encontraban en los escaparates de la tienda. Tenía pensado regalárselas al chico rubio de la cafetería. Sólo esperaba que aceptara.

Si le hubieran dicho antes que el amor empezaba con un café, mandaría al carajo a todos pensando que estaban locos. Nunca imaginó que terminaría pasándole a él. Hacía tiempo que había dejado de creer en el amor luego de la muerte de su cónyuge. Peter tenía la fortuna de tenerlo como padre. No pocas veces intentó rendirse, pero ahora tenía una razón para seguir luchando, para seguir adelante: su pequeño Peter. Honestamente, aunque no fuera el mejor padre del mundo, Tony ponía su mejor esfuerzo.

7:40 p.m. 

La cafetería todavía se hallaba abierta, por lo que aprovechó y entró con el cesto de flores. Unos gritos furibundos provenientes del interior llamaron su atención y sin perder tiempo se apresuró a apartar al molesto cliente del pobre muchacho, que pedía piedad y ayuda entre lágrimas.

—¡Suélteme! ¡No sabe con quién te estás metiendo, amigo! —vociferó el otro sujeto.

—¿Con qué derecho, el cual no tienes, te atreves tú a venir aquí y atacarlo en su trabajo? —Tony lo enfrentó sin temor alguno y alzó la cesta, haciendo ademán de querer pegarle. El otro retrocedió y se largó corriendo. —¡Y no vuelvas! —volvió a gritar para, satisfactoriamente, comprobar cómo se perdía. —¿Te lastimó? ¿Cómo te sientes? ¿Quieres que te lleve a casa? —le preguntó dando la vuelta por el mostrador y llegando a su lado para abrazarlo.

Le destrozaba el corazón, y el alma, escucharlo llorar. Evidentemente estaba más que lastimado. Estaba roto en mil pedazos. Este chico necesitaba ayuda urgentemente. Para sorpresa suya, los bebés dormían pacíficamente como si nada los preocupara.

—Estoy bien...—Steve se apartó un poco después de largo rato y secó sus lágrimas. —Tomaré un taxi.

—No,no,no. Insisto. Yo te llevo. —Tony no aceptaría un No por respuesta. Lo vio agachar la mirada como perrito regañado y lo sujetó del mentón para hacer que lo mirara. —La cabeza en alto, rey. Se te cae la corona.

¿Rey, él? Eso sólo eran cuentos de niños. Su baja autoestima le impedía apreciarse como era. ¿Quién habló de autoestima? Si, como su madre misma solía repetir constantemente, él había nacido para ser perfecto. El padre perfecto, el esposo perfecto. Amor propio ni hablar. Aquello siempre le hizo falta, pero nadie jamás se lo dijo.
Su vida no era perfecta y mucho menos feliz.

Sin embargo, aceptó la propuesta de Tony. Su instinto le decía que podía confiar en él. De todas formas, ¿no se había besado con él esta mañana?

Impulsivo o no, la sensación de remordimiento no lo dejaba en paz. ¿Ahora cómo le diría a su esposo que besó a otro hombre?

El camino de regreso fue silencioso. Tony hacía preguntas que quedaban en el aire, sin contestación. ¿Entendible? Sí. ¿Decepcionante? También. Mas el silencio de Steve no le impidió seguir hablando. Para cortar la tensión, le contó anécdotas graciosas de la infancia de Peter y algunos chistes malos que se sabía.

Poco a poco, Steve fue desinhibiéndose. Empezó con una risa leve y ya cuando le siguió la conversación pudo Tony anotar mentalmente un punto a su favor. Detalles que no pasaron desapercibidos para él mientras conversaban: se distraía fácilmente, perdiendo el hilo; su café favorito era el Caramel Machiatto pero ahora no tomaba porque tenía niños pequeños y estaba dando de mamar (lo cual no le dijo pero de lo que se dio cuenta porque tenían apenas meses y, además,los pechos del rubio se notaban un poquito más grandes de lo normal), etcétera.
El pobre rubio, avergonzado, se cubrió.

Tony desvió la mirada sintiéndose un pervertido. Podía ser un Playboy y tener a quien quisiera a sus pies, pero él también poseía límites y no se pasaría de la raya.

El lujoso auto estacionó frente a una casa que parecía de jugar muñecas. Colores pasteles, flores en tarros y un jardín con una gran variedad de éstas.

Steve volvió a sentir el escalofrío recorriendo su cuerpo y se aferró al confort y la seguridad que le proporcionaba el vehículo en ese momento. No quería bajar y entrar para encontrarse con su marido porque sabía que lo golpearía, como siempre.

—No quiero entrar, no quiero entrar. —gimoteó encogiéndose en posición fetal en el asiento.

Tony se abstuvo de hacer preguntas o comentarios. Simplemente encendió el auto y condujo rumbo a su mansión. Ahí estaría más seguro.

Lo dejaría quedarse con él hasta que se sintiera mejor.

Nuevamente,no podría dormir esta noche.

Love Starts With A Coffee ☕ (Stucky/Stony) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora