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Título:«Love Starts With A Coffee». (Parte 18).

Berrinches y llantos eran lo único que profería Steve, que no se había tranquilizado del todo. Se negaba a calmarse, por lo que Tony tuvo una idea.

Entró a su taller y revolvió en una caja que contenía sus viejas pertenencias hasta que lo encontró. Lo desempolvó y aquel juguete vio la luz del día por primera vez en mucho tiempo. Regresó a la sala, donde Peter intentaba consolar a Steve abrazándolo.

—Toma. Lo necesitas. —le entregó el oso de peluche.

Dicho oso carecía de un ojo, una oreja y sabrá Dios si hasta la nariz, pero era el tesoro más preciado de Tony. Prácticamente le entregaba una parte de su vida con ese oso.

Sin rechistar, Steve extendió los brazos para agarrar el oso y abrazarlo. Enseguida se calmó. 

Ambos castaños, padre e hijo, quedaron sorprendidos. Era increíble cómo un juguete era capaz de calmar a alguien.

Los juguetes guardan gran parte de la infancia de la persona con ellos, según les diría luego el terapeuta para recordarles que una persona que tuvo una infancia trágica (o, en el caso de Steve, arrebatada) buscaría en un juguete la compañía y el afecto que le fueron negados.

—¿Cómo te sientes? —Tony quiso saber después de largo rato.

—Como si me hubiera quitado un enorme peso de encima. —fue la respuesta de Steve.

Más silencio. Al menos se había liberado de muchas dudas y miedos, pero aún faltaba. El camino era arduo y largo, lleno de obstáculos. Claramente, recaería una que otra vez hasta que finalmente su autoestima se asentara firme.

—Se llama Cacahuate. —habló Peter. —El oso. —se lo señaló al ver su cara de confusión. —Su nombre es Cacahuate.

Steve rió y Tony sólo puso su cara de “tierra, trágame”.

—Es lindo. —Steve tomó al osito entre sus manos para contemplarlo mejor. De alguna manera, se vio reflejado en el oso. Ambos estaban rotos, heridos. Ambos habían pasado por tanto. Por alguna razón, Cacahuate se ganó su cariño.

—Un viejo oso de peluche resulta mejor terapia que un psicólogo. ¿Quién lo diría? —comentó Tony, divertido.

Las cosas empezaban a mejorar y esperaba que así continuaran, porque mataría a cualquiera que hiciera llorar a Steve de nuevo.

★★

En la tarde del mismo día, le tocaba a Tony la cocina y horneó galletas. También preparó algo ligero de comer. Escuchó voces en la sala: Peter parecía leer algo, pero luego escuchó la voz de Steve y acudió a observar.

Los bebés estaban sentados  entre ambos y le causó ternura, pero esto lo dejó boquiabierto y era que Peter le enseñaba a leer a Steve.

Sí, así mismo. Su hijo le enseñaba a leer al amor de su vida. ¿Existía algo que lo hiciera sentir más orgullo que eso?

Leían juntos “El Principito”, uno de los clásicos de la literatura. Peter le daría también clases de escritura. Empezarían por lo más sencillo y primordial: el nombre.

Rubén había agarrado a Cacahuate para entrarlo en su boca, babeando la única oreja que tenía. Peter se rió a carcajadas al ver la escena, lo mismo Steve.

Tony no se quedaba atrás. No cambiaría a su familia ni por todo el dinero del mundo. Porque eso eran: su familia y era lo que nunca cambiaría.

Love Starts With A Coffee ☕ (Stucky/Stony) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora