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Si le preguntaran a Steve Rogers sobre su vida, probablemente diría que es lo suficientemente feliz. Se casó muy joven, con su mejor amigo, tenía cuatro hijos a los que amaba más que a su propia existencia y era un chico dulce y bueno. No se sabe si esto era más una cualidad que un defecto suyo (más bien podía ser a la inversa), pero no sabía decir que no.

El problema era precisamente que no era feliz con su matrimonio. Su madre planeó prácticamente todo desde que nació. Steve fue educado en casa y su madre lo entrenó desde niño para ser el esposo perfecto: callado, dulce y complaciente. Desde joven, Steve supo que ese sería su destino. Incluso cuando Bucky regresó tarde de una fiesta una noche, no dijo nada. Tampoco preguntó dónde había estado. No sería un buen esposo si le reclamaba. Sentía que no tenía derecho de regañarlo por haber llegado a esa hora. Al contrario, se mantuvo en silencio.

Claramente al día siguiente su amado castaño tendría una gran resaca y estaría de mal humor, así que él no era quién para importunarlo. El día siguiente era sábado, lo que significaba que tendría que ir a trabajar a la cafetería. Ya sólo eso le brindaría tranquilidad.

No se atrevía a decirlo, pero constantemente aguantaba todo tipo de maltratos. Una vez que su madre fue de visita, los niños comenzaron a llorar y Bucky, que estaba borracho, le gritó sin la menor consideración a la presencia de su suegra:

—¡Ya calla a esos mocosos! ¡No te quedes ahí como un inútil! ¿Quieres otra o qué? — chilló refiriéndose a la bofetada que le había propiciado la noche anterior.

—¡¿Pero qué fue eso?! —gritó de vuelta la mujer, más enfadada por los gritos e indiferencia de su yerno ante el llanto de los niños que por la posible reacción de su hijo.

—Está bien, madre. No te preocupes. —Steve hizo todo su esfuerzo en sonreír para ir a ver a los bebés. Ya en la planta superior, que era donde se ubicaban las habitaciones, sollozó en cuanto estuvo en la habitación de los infantes.

Ese era su día a día, su realidad. Si le hubieran dado a elegir, hubiera preferido no existir. Toda salida era bienvenida en ese instante. Sin embargo, era demasiado cobarde como para atreverse a hacerlo.

No podía enfrentarse a Bucky y abandonarlo. Simplemente no podía.

Su corazón no lo soportaría.

Love Starts With A Coffee ☕ (Stucky/Stony) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora