17 - Alguien a quien proteger

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—¡No...! ¡Perdóneme! Por favor, ¡deme otra oportunidad!— Tan solo se veía la figura de un hombre en medio de un oscuro callejón. Pese a sus gritos, nadie iba a ayudarle, ya que la única persona que le podía escuchar era quien se encontraba delante de él. —¡AAAH!— Su grito se escuchó a continuación del sonido de la carne siendo cortada.

El hombre se arrastró hacia atrás por el suelo, ayudándose de sus piernas y un brazo, viendo como el que le faltaba se encontraba a los pies de la persona erguida frente a él, quien, con lentitud, paso a paso, se acercaba cada vez más al hombre con una espada ensangrentada en mano. A ese mismo ritmo, él retrocedía, hasta que se encontró con un muro que marcaba el final de aquel siniestro callejón.

—Te di una sola tarea muy simple, ¡una sola!— Le atravesó la pierna con la espada mientras flexionaba las rodillas hasta ponerse en cuclillas. Con una de sus manos apoyada en el mango del arma, que estaba todavía atravesando la carne del hombre, se inclinó hacia delante hasta quedar con sus rostros a tan sólo unos centímetros. —Dime, ¿por qué debería darte otra oportunidad?— Tenía una mirada espeluznante, con los ojos tan abiertos como le era posible y una sonrisa macabra.

—Y-Yo... te lo tra-traeré. ¡Te lo juro! ¡Traeré al niño!— El hombre cerró los ojos con miedo, haciendo fuerza contra el muro incluso si sabía que no podría retroceder más.

La otra persona puso una expresión seria durante unos segundos hasta que de repente, empezó a reír. Cada carcajada era más terrorífica que la anterior. Cuando su risa de psicópata se detuvo, volvió a dirigirle la palabra con una expresión y tono indiferentes. —No, no lo harás. Pensaba dejar vivir al niño, ya que no había hecho nada, pero he cambiado de opinión. Ese crio solo me supone un problema. En cuanto a ti...— De golpe, sacó la espada de su pierna.

—¡AAH!— El hombre lloraba mientras presionaba la herida de su hombro y de su pierna. —Po-Por favor. No me ma-...— Al instante, todo el callejón quedó en silencio, excepto por el único ruido que hubo, el de una cabeza rodando.

Hua Cheng y Xie Lian estaban entrando rápidamente a la Mansión Paraíso, con este último llevando al niño en brazos. Seguía inconsciente y la herida de su cabeza no dejaba de sangrar, por lo que tuvieron que apresurarse tanto como pudieron.

Buscaron una habitación vacía, cosa que no era muy difícil ya que era un lugar enorme. Llegaron a una lujosa habitación y con cuidado, Xie Lian dejó al niño sobre la cama. —Dadle atención médica lo antes posible. Es urgente.— Los sirvientes de la casa, quienes claramente ya le reconocían como autoridad, no tardaron ni un instante en obedecer a Xie Lian.

El dios se sentó a un lado de la cama mientras miraba con preocupación como le limpiaban y vendaban las heridas. Hua Cheng se encontraba a su lado, también observando al pequeño. No era precisamente la persona más empática que había, pero eso no quitaba que tuviera sentido común y que pudiera pensar en la situación niño, sobretodo teniendo en cuenta que él ya estuvo en su lugar una vez. Ya pasó por algo parecido, y al igual que ahora, fue salvado por Xie Lian, por lo que tenía un sentimiento de nostalgia al ver la escena.

—Gege, de una manera u otra, siempre terminas ayudando a los niños.— Su mirada mostraba algo de aflicción, pero le sonrió con sinceridad. Xie Lian se quedó unos segundos observándole, como si estuviera intentando descifrar lo que significaba su expresión. Después, le dio un repentino abrazo, sorprendiendo al menor.

—Mentiría si dijera que este niño no me recuerda a ti, pero no hay nada de lo que me alegre más que de haberte salvado ese día.— En realidad, sus palabras eran bastante impactantes, ya que detener el desfile aquel día se podría considerar como la primera acción que desencadenó todo lo que estaba por llegar. Quien sabe que hubiera sucedido si Xie Lian no le hubiera ayudado aquella vez.

La Maldición del Oficial del Cielo「𝓣𝓲𝓪𝓷 𝓖𝓾𝓪𝓷 𝓒𝓲 𝓕𝓾」 ✨H⃟U⃟A⃟L⃟I⃟A⃟N⃟✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora