1. ♪Siendo feliz por un segundo♪

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Sarah, corrió descalza, sintiendo como la tierra húmeda, causada por la torrencial tormenta, que anoche había sucumbido al pequeño pueblo Stoone se adhería a sus dedos

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Sarah, corrió descalza, sintiendo como la tierra húmeda, causada por la torrencial tormenta, que anoche había sucumbido al pequeño pueblo Stoone se adhería a sus dedos. Había estado impaciente toda la mañana, desde que Bel; su nana, había regresado de hacer las compras, no se había detenido de preguntarle la hora, cada cinco minutos. Ella por su parte, le sonreía y pacientemente le respondía.

Bel, la observaba, mientras sacaba los alimentos y los colocaba en la encimera. Le gustaba verla así de radiante y feliz, aunque fuera solo por ese momento, sabía que en cuanto llegara su padre, exhausto de una jornada diurna de trabajo, aquella lucecilla que irradiaba su niña se extinguiría.

Sarah, se despidió de Bel, con un dulce beso en la mejilla y después de escuchar salir de sus labios la misma frase que siempre le decía, cada que salía a su parque en busca de aquella profunda mirada; que le brindaba protección, se marchó, prometiéndole que estaría en casa para antes del anochecer.

Después de todo Sarah, era todavía una niña de tan solo catorce años; y Bel, no estaba de acuerdo con que saliera todas las tardes. Con el peligro que ahora se vivía en las calles, temía porque algo malo le sucediera.

Irónico. Pensó. El peligro, su niña lo vivía en su casa.

Sarah, llegó puntual al mismo lugar de siempre, quitó algunos mechones de cabello que obstaculizaban su vista y reposó su espalda sobre el tronco de su árbol; dejándose llevar por el canto de las aves que pedían agua, llegada la estación de invierno. Segundos después de haber cerrado los ojos, sintió como dos familiares manos cubrían juguetonamente sus ojos. Sonrió abiertamente, cuando su aroma a manantial y especies invadió sus fosas nasales y su corazón se hincho de alegría al solo saberlo ahí con ella.

—Fueron solo tres minutos, lo siento, esta vez convencer a Molly de no venir me tomó trabajo— se disculpó apenado, susurrándole al oído.

James, notó como Sarah se estremecía al sentir su cálido aliento. Sonrió satisfecho. Le agradaba saber que su cercanía provocaba ese efecto en ella, al igual como la de ella, lo provocaba en él.

Desde que se había mudado al pueblo, hace cuatro años atrás, una tarde le dijo a su madre que saldría a conocer un poco del vecindario. Pero lo que él jamás se imaginaba, era que se encontraría con aquel ángel de mirada triste, recostada en ese mismo árbol que había sido testigo de todos sus sufrimientos. La observó por un momento a la lejanía, y al ver que su cuerpo no se detenía de dar sacudidas entre sollozos; no lo soportó más y se acercó.

Caminó hacia ella sigilosamente y al llegar, mantuvo una distancia previa. No quería espantarla. Se acuclilló para quedar a la altura de su cabeza que ocultaba aun sollozando, entre el espacio vacío de sus brazos y rodillas. Extendió su mano y tocó delicadamente su hombro, para llamar su atención. Escuchó como el llanto del ángel se detuvo al sentirlo, y sorbiendo por la nariz, levantó la vista nublada por las lágrimas.

Alma Perdida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora