3. ♪Interponiendo el pasado♪

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— ¡Sarah! ¡Mueve tu trasero de la cama! ¡Ahora! ¡No llegare tarde por tu culpa  nuevamente! —Sarah, se incorporó de golpe al escuchar los gritos de Noelia, su amiga llamarla al otro lado de la puerta

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— ¡Sarah! ¡Mueve tu trasero de la cama! ¡Ahora! ¡No llegare tarde por tu culpa nuevamente! —Sarah, se incorporó de golpe al escuchar los gritos de Noelia, su amiga llamarla al otro lado de la puerta.

Todo indicaba que botaría la puerta a patadas si ella no se levantaba en ese mismo instante. Hacía ya seis años, que Sarah, la conocía y sabía perfectamente que su amiga, era capaz de eso y mucho más con tal de llegar a tiempo a su clase de cálculo.

— ¡Cálmate fiera! ¡Ya desperté! —le gritó de vuelta, mientras tallaba sus ojos y arrastraba sus pies con desgano hasta el cuarto de baño.

Tomó una ducha rápida, ya saben... un poco de jabón, shampoo, agua y... ¡Voila! Envuelta en su bata de baño, se dirigió a su buró. Tomó lo primero que encontró: Unos vaqueros algo gastados y una blusa holgada de color menta. Se calzó en sus botas de felpa y dejó caer su larga cabellera húmeda dorada sobre sus hombros, peinándola con sus manos. Sin una gota de maquillaje, salió al encuentro con su amiga.

Noelia, se encontraba en su habitación bufando exasperada mientras estudiaba con detenimiento su cuerpo frente al espejo, que se encontraba a un lado de su cama en el momento en que Sarah asomaba su cabeza por la rendija de la puerta. Sarah, no pudo evitar volcar los ojos con disgustó al ver lo que hacía. Su amiga era algo así... como una persona obsesionada con su peso. Noelia, era lo más cercano que tenía a una hermana y la amaba; pero no compartía sus locas obsesiones sobre su peso.

Una chica de tez morena, cabello sedoso negro, ojos verduscos y un cuerpo literalmente de muerte. No tenía por qué envidiarles nada a las demás. Pensaba Sarah.

— ¿Nos iremos o... tardarás una hora más viéndote en el espejo? —le preguntó Sarah, al haz de la puerta.

Noelia, al escuchar la voz de su amiga giró a verla.

— ¡Cállate! —le espetó.

Sabía que Sarah, no la comprendía y bueno... ¿Cómo hacerlo? Si ambas ignoraban por completó el infierno que vivían. Sarah, no le confió a Noelia, el maltrato que había recibido por parte de su padre, durante toda su infancia. Y del cual aún era víctima, a pesar de la lejanía; aquel monstruo siempre se las ingeniaba para infundirle temor. Por otra parte Noelia, jamás mencionó el maltrato que recibía por parte de su madre, que aunque no fuese físico; sus palabras la lastimaban como dagas que se clavaban en su pecho.

—Vámonos —murmuró una Noelia, vencida. Tomó sus cosas, y ambas abandonaron el apartamento que compartían.

Sarah, mantenía la vista fija en la carretera mientras empezaba a impacientarse, ya que Noelia, no hacía más que cambiarle de estación cada dos segundos a la radio.

— ¿Podrías dejar sonar una canción por más de tres minutos? —se quejó, haciendo una mueca.

Noelia, sonrió con suspicacia.

—Ya sabes lo que opino...

—... de las demás bandas. —completó Sarah, rodando los ojos. — ¿Qué tienen esos mozalbetes que tanto idólatras? —se atrevió a preguntarle segundos después.

Noelia, la miró mal al escuchar salir de sus labios la palabra "mozalbetes" para dirigirse a sus ídolos.

Sarah, sabía que en cuanto tocara el tema de su banda favorita, los chillidos de su amiga, no tardarían en hacerse presentes. Pero esta vez le causo gracia, la mirada asesina que le propicio al escucharla referirse de esa forma de ellos.

Noelia, amaba a un grupo llamado "Sunblack" lo sabía, desde que la conoció en el internado. Y según le había dicho ella, uno de ellos había sido su vecino. ¿Qué tan loco era eso?

Como es habitual, empezaron subiendo sus covers a un canal de YouTube, hasta que finalmente un agente supo de ellos y se interesó en mostrar al mundo su música profesionalmente. Ahora en la actualidad, esos tres jóvenes, apenas en sus veintes, se encontraban en la cima, barriendo cualquier cantidad de hits.

— ¡Oh son perfectos! —chilló Noelia. —Si realmente les dieras una oportunidad, sabrías a lo que me refiero. —se quejó.

—No lo creo...—admitió Sarah. —Sabes que odio a ese tipo de chicos.

— ¿En serio? Creí que odiabas a cualquier tipo del sexo opuesto. —protestó Noelia, con ironía.

Sarah, tragó saliva y se ocupó solo de conducir. Se dijo a si misma que ignoraría su comentario pasado de tono. Y simplemente ocuparía toda su atención en la carretera.

Noelia, sabía mejor que nadie que a Sarah, le era indiferente el amor. Cuando ella se tiraba a su "no novio" Sarah, se encontraba en su recámara leyendo algún libro. Realmente se le dificultaba comprenderla, es decir una joven como ella tenía a miles aguardando a sus espaldas. Y con Sarah, no es que fuese la excepción. Un ejemplo de ello, era Adam. Su mejor amigo. Noelia, conocía perfectamente los sentimientos de Adam, hacía Sarah. Pero al parecer... Sarah, era la única que no veía lo evidente.

Noelia, seguía hablando sobre su banda favorita, cuando de pronto ambas escucharon un fuerte estruendo que la hizo callar. Sarah, soltó un bufido seguido por el de Noelia, al percatarse del lugar procedente del ruido.

— ¿En serio? ¡De todos los malditos días! ¡Tú carcacha decide defraudarnos hoy! —se quejó Noelia, mirando a Sarah con disgusto.

—Al menos sirvió para que te hiciera callar —murmuró la aludida, por lo bajo mientras se dejaba caer en el respaldar del asiento, soltando un largo suspiro. —Creo que esta vez, no podré pagar por su arreglo. —agregó segundos después decepcionada.

Con esta era la tercera vez, tras tres semanas seguidas en las que su "carcacha" como suele llamar Noelia, a su camioneta se descomponía en plena vía de tránsito.

El dinero que tenía, apenas y le alcanzaba para terminar la semana. Sin contar que pronto debería reunir el dinero para pagar el semestre en la Universidad. El trabajo como mesera en aquel bar de mala muerte no estaba sirviendo de mucho para solventar todos sus gastos.

— ¿Qué pasa con el dinero que te envía tu padre? —pregunto Noelia, sintiendo la mirada asesina de su amiga sobre ella al instante. — ¡Bien! Cálmate ¿Quieres? Olvida que siquiera pregunte sobre él. —dijo una Noelia, apenada.

Sarah, hizo exactamente lo que Noelia, le pidió. Cerró sus ojos y dio repetidas respiraciones. Cada vez que escuchaba mencionar la palabra «padre», no podía evitar que la bilis subiera a su garganta. Sabía que su amiga desconocía por completo que aquel hombre o monstruo como suele llamarlo ella desde que tiene uso de razón, él menos que nadie merecía ser llamado de esa manera. Le odiaba. Y jamás lo perdonaría por haber arruinado su vida.


Alma Perdida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora