5. ♪Recordándote♪

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Poco después de dos horas, Sarah y Noelia lograron con esfuerzo su cometido al cruzar las rejas que dividían la Universidad de Londres

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Poco después de dos horas, Sarah y Noelia lograron con esfuerzo su cometido al cruzar las rejas que dividían la Universidad de Londres. Sarah caminaba a paso lento, despreocupada, mientras Noelia no había dejado de dar zancadas furiosas todo el camino, desde que decidieron que lo mejor era abandonar su carcacha en plena vía de tránsito. Sarah después de todo no estuvo muy de acuerdo con la idea ya que odiaba abandonar su auto así a la intemperie, después del esfuerzo que le había tomado solo poder conseguirlo. Años de propinas en aquel bar de mala muerte para ser más exactos.

Después de lo que pareció ser una eternidad, bajo las constantes quejas de su amiga, Sarah resopló con disgusto, dejó caer sus hombros y se dio por vencida. Tomó su bolso de mala gana y se lo ahínco en el hombro, mientras con la mano libre ajustaba sus libros al pecho. El portazo que retumbo los oídos de Noelia, la hizo apartar la mirada de la nada y posarla en su amiga Sarah, quien salía de su cacharro echando humo por las orejas. Le sonrió con ternura pero Sarah solo fue capaz de fulminarla con la mirada. En el fondo ella sabía que Noelia de algún modo saboreaba su desdicha, con tal de que se deshiciera de su cacharro, ella estaría feliz. Lo que Noelia descartaba era... ¿Cómo demonios se permitiría comprar otro auto, si con trabajo podía solventar sus estudios y el pago mensual de la renta que compartían?

Para Noelia, Sarah contaba con el soporte del dinero que el monstruo le enviaba cada semana, a pesar de que Sarah se vivía recordándole su desprecio, Noelia parecía no entenderla.

Para los ojos de ella Robert Green era un despampanante y pulcro hombre de negocios que amaba a su familia. Al menos la que era conformada por su madrasta, alias: "la pajarraca" y su asqueroso hermanastro. No comprendía el porqué del desprecio de Sarah hacia su padre, en el fondo sabía que seguiría siendo así hasta que alguna de las dos diera el brazo a torcer y confesara el lamentable pasado que las acarreaba, el cual no era muy lejos de ser similares. Aunque Noelia recibía maltrato de palabra por parte de su madre, al fin de cuentas era maltrato.

—Te veré en el almuerzo. —se despidió Noelia agitando su mano a modo de despido.

Sarah asintió cabizbaja, mientras se obligaba a dar un nuevo paso en dirección a su clase. Tomó todo su esfuerzo, no girar sobre el eje de sus talones y salir huyendo de ahí despavorida. La clase ya había iniciado, lo cual solo significaba dos cosas:

Uno, tendría que atenerse a la regañina que le propiciaría su profesor frente a toda la clase. El solo pensarlo provocaba que sus pies actuaran por instinto a pesar de las ordenes que su cerebro les daba.

Y dos, no era tonta para no ser consciente de que aquello atraería la atención de todas las miradas de sus compañeros de clase. Odiaba sentir que la escrutaban, la hacía sentir más diminuta he insignificante de lo que para sí misma ya era. Por lo mismo la mayor parte del tiempo acostumbraba llegar con antelación al salón, tomaba asiento en el rincón más alejado de la clase y se infundía en su lectura hasta que la profesora Henricks entraba por la puerta y con su usual tono autoritario daba inicio la lección.

James se encontraba tumbado en la cama permeándose del recuerdo de aquella mirada triste y angelical que lo envolvía.

Dios, como la extrañaba.

Aquello que su madre creyó una simple travesía de niños se había incrustado en su ser de una manera que ni los años habían sido capaz de remover. Nada haría cambiar sus sentimientos, de eso estaba seguro.

Tres sonoros golpes en la puerta lo hicieron salir de su ensoñación, se levantó arrastrando los pies hasta la puerta, tomó el pestillo y la abrió.

Una Molly sonriente al otro lado de la puerta, lo saludó agitando su mano emocionada, abrió sus brazos para ella y dejó que su hermana corriera a refugiarse en ellos. Ese gesto era normal en ambos, había momentos en los que incluso su conexión llegaba a sorprenderlos. Cada uno parecía saber el momento preciso en que se necesitaban. Y esta ocasión no era la excepción, James la necesitaba más que a nada en este mundo, así como también necesitaba de su ángel para poder respirar y no seguir ahogándose en la miseria.

— ¿Crees que aún nos recuerde? —preguntó Molly a su hermano, ahuyentando las lágrimas que amenazaban con salirse de sus ojos.

—No lo sé. —respondió James con sinceridad. —Solo espero que no sea demasiado tarde. —susurró, cuando las palabras salieron de su boca una lágrima resbalo sobre su mejilla no se molestó en limpiarla, llorar en silencio se había convertido en una rutina para él.

Sarah caminaba distraída por los pasillos de la Universidad, sintiéndose perdida y desolada. El cielo se encontraba triste, cubierto por espesas nubes oscuras que amenazaban con desbordar su llanto a medida que avanzaba. Ignoró el llamado de Noelia y Adam a sus espaldas, después de haber recibido el mensaje de aquel monstruo, se sentía sucia y más desprotegida que nunca. Su padre contraería matrimonio en pocos meses, lo cual significaba formar una familia. ¿Qué haría ahora? Debía asistir eso lo tenía más que claro, de lo contrario Sarah conocía perfectamente las consecuencias que conllevarían el no hacerlo. Su cuerpo ya tenía suficientes marcas como para querer sumarle más a la lista.

Este era uno de los momentos, en los que el deseo de tomar una navajilla y dejar este mundo, la atraía de una manera considerable, deseaba dejar de existir y por una vez en su vida dejar de sentir el miedo que corroía cada partícula de su ser. Pero cada vez que se encontraba por sucumbir en la oscuridad, el recuerdo de aquel niño y la esperanza que resguardaba de volver a reencontrarlo, la detenía de cometer una locura.

Él era su ángel de la guarda.



Alma Perdida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora