7. ♪Un día más♪

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Las semanas transcurrieron, entre la Universidad y los turnos nocturnos en el bar Sarah con costos tenía tiempo para respirar, había momentos en los que las noches en el bar se ponían tan encendidas, que se veía obligada a quedarse hasta la madrug...

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Las semanas transcurrieron, entre la Universidad y los turnos nocturnos en el bar Sarah con costos tenía tiempo para respirar, había momentos en los que las noches en el bar se ponían tan encendidas, que se veía obligada a quedarse hasta la madrugada trabajando, con tal de reunir mayor cantidad de propinas y de tal modo poder costear sus estudios y la el pagó de la renta con la ayuda de sus ahorros.

Sarah era consciente de que en algún momento llegarían a acabarse, ya que no eran suficientes para solventar todos los años de estudio que conllevaba la carrera que en un futuro ejercería. Esa mañana no fue muy distinto a las anteriores, se encontraba caminando por la avenida central, ajena del ambiente que la rodeaba, sus pies parecían ser arrastrados por fuerzas externas que los obligaba a moverse, los sentía tan adoloridos que casi ni podía caminar con equilibrio, de lo adormecidos que habían quedado después de una jornada nocturna de trabajo.

Odiaba cada vez que debía obligarse a meter sus pies en aquella trampa mortal, no se sentía orgullosa de su trabajo, a pesar de que no era como si estuviese vendiendo su cuerpo por dinero, no podía evitar sentirse sucia debido a las miradas lascivas que recibía por parte de aquellos cerdos que frecuentaban el bar. Por más que lo intentase su alma resquebrajada no le permitía vivir con tranquilidad.

Ajustó su capucha envolviendo su cuerpo con sus manos, la brisa fresca empezaba a golpear con mayor fuerza en la capital de Inglaterra, dadas las condiciones climáticas no le sorprendería si pronto el cielo desbordara su llanto. Pequeñas gotas empañaron su rostro, mientras salía de la panadería que se encontraba a dos cuadras del departamento, apresuró el paso a pesar de que sabía que era demasiado tarde, de algún modo u otro terminaría empapada hasta los huesos.

Noelia salía de su habitación arrastrando los pies, mientras restregaba sus ojos justo en el momento en que Sarah entraba por la puerta, detuvo su trayecto, y lo primero que sus ojos captaron fue el charco de agua que salpicaba debajo de los pies de su amiga. Levantó la mirada consiente del castañeo de los dientes de Sarah, le dedicó una gélida mirada y se apresuró a apremiarla, dejó que Sarah tomara una ducha caliente, mientras tanto ella se entretuvo preparándole una taza de chocolate caliente que haría que su cuerpo volviera a entrar en calor.

Con esta era la tercera vez consecutiva que despertaba y se encontraba con la misma escena de hace unos segundos atrás, a pesar de que noches atrás le había dicho que no trabajara horas extras, a Sarah parecía no importarle su preocupación en lo más mínimo.

— ¡No puedo creer que lo hayas hecho de nuevo! —le reclamó Noelia a Sarah al ver que salía de su habitación enfundada en aquel detestable abrigo que tanto odiaba. No entendía porque es que a su amiga le agradaba tanto, si aquella prenda parecía más un guiñapo.

—Anoche estuvo atestado, no podía... solo irme. —murmuró Sarah tomando asiento en el sofá cama al lado de su amiga, Noelia rodó los ojos y le acercó la jarra con chocolate caliente, Sarah le sonrió agradecida, mientras lo tomaba de entre sus manos y se lo llevaba hasta la boca. —Lo lamento —se disculpó poco después de haber bebido un sorbo.

Noelia entrelazó su brazo con el suyo y dejó reposar su cabeza en el hombro de Sarah mientras soltaba un suspiro.

—No quiero perder a mi amiga por causa de una pelea en ese asqueroso lugar. Tú misma me has dicho, que no te agradan las miradas que recibes. ¿Por qué lo haces? — le preguntó.

—Fue lo mejor que pude conseguir lo sabes. —le recordó Sarah.

— Si pero...

—Por favor, no lo menciones —le pidió Sarah al darse cuenta de la dirección en la viajaban sus palabras.

— ¿Aun quieres que te acompañe a la boda? —le preguntó Noelia.

—No podría hacerlo sin ti. —afirmó Sarah, dejándose envolver por los brazos de Morfeo.

James observaba la noche a través de la pequeña ventanilla del avión perdido en sus pensamientos, su mente aun no lograba procesar el hecho de que dentro de unas horas sus pies volverían a pisar aquel pequeño pueblo que una vez lo había visto crecer. Cayó profundo con la imagen de las delicadas facciones de su Ángel, implantadas en el rostro de una mujer. Habían pasado ya siete años desde la última vez que le había visto.

¿Lo reconocería? Se preguntaba una y otra vez, ¿Sabría de la existencia del grupo? Y si era así... ¿Por qué jamás contacto con él? ¿Lo había olvidado? Preguntas como esas, se arremolinaban en su cabeza. Por el momento solo tenía la certeza de algo, la buscaría aun si hacerlo le tomara una eternidad. No descansaría hasta no dar con el paradero de su Ángel.


Alma Perdida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora