Llorar pensando

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Esas dos semanas antes de que nos casáramos fueron las mejores de mi vida. Hasta que nos casamos.
Los primeros días hice una entrevista con el bar de abajo y me dijeron que me llamaban el fin de semana para contratarme. Ademas de eso, visité Times Square, el Empire Sate y el Central Park. Vaya, que frío que hacía, era tan insoportable.
Y la pasé yendo de un lugar para otro. Divirtiéndome y disfrutando.
Hasta que llegaba a mi casa. Y mi celular tenía varias llamadas. Muchas. Al tercer día de tantas llamadas que no quería responder de México, me compré un nuevo celular y el otro lo tiré al fondo del Hudson River , donde quedaría debajo de la tierra para siempre. Y por siempre.
Un sábado mientras esperaba que llamaran para conseguir el trabajo, John llamó.
Hablamos de que si conseguí un trabajo, que le contaría a sus familiares y amigos que están comprometidos y que quería que yo conociera a su padres.
¡SUS PADRES! Mier-da.
El domingo en la casa de sus padres a la noche.
De vuelta, mier-da.
Lo único que me alegro ese día fue que me llamaron para el trabajo. A las nueve en punto hasta las once de la noche los días de semana. Estaba tan contenta.
Pero rápidamente el día sábado pasó a ser domingo.
Y la mañana del domingo pasó a ser la noche del domingo.
Que después paso a ser la cena con los padres de John.
Llevé un vestido corto negro y botas negras también. Toqué la puerta y John me abrió. Era una casa grande cerca del Central Park. Llegué en punto, la cena estaba servida.
Su madre, una mujer de sesenta años vestía un vestido rojo como para una chica de veinticinco años decorado con joyas. El papá se parecía mucho a John, pero de viejo. También estaba el hermano de John, Edward. Estaba tan bueno. Una camisa a cuadros, unos jeans blancos y pelirrojo con una mirada hermosa. Ni me moleste en lo que usaba John.
Nos miramos toda la cena y prácticamente los padres de John preguntaban cosas de mí y yo preguntaba cosas de Edward. Y en muchas ocasiones Edward preguntó de mí. Al terminar la comida, John se fue al baño y Edward y yo nos propusimos a lavar los platos. Y mezclada entre platos y jabones estaba nuestra charla.
-¿Así que, Grace, ya conseguiste trabajo aquí?
-Si, soy bar tender.
-Y supongo que te gusta Nueva York.
-Me encanta. Es bellísima.
-Si, es algo realmente hermoso. Cuéntame ¿cómo conociste a John?
-Bueno, am, yo estaba de viaje por Nueva York y nos cruzamos. De ahí empezamos a hablar y bueno... -espero que esto haya sido parecido a la historia que John contó sobre cómo nos conocimos.
-Si, John contó lo mismo -uf que suerte- ¿Y qué te gusta de él?
-Am, su sonrisa. Y la forma en que escribe... -los ojos se me desviaron a la ventana llenos de lágrimas, dejé de lavar, pero pude ver el reflejo de Ed.
-Eres muy hermosa, Grace Montez.
-Deberías mirarte al espejo.
De pronto, John llegó. Luego no pasó mucho tiempo para que me fuera y le diera a John un pico de despedida en la boca. Pero creo quién realmente me alegró esa noche fue Ed.
La próxima semana trabajé y trabajé, además de decir que me iba a casar, pero me mantuve muy distraída hablando con Edward. Era tan interesante: tocaba el saxofón, era arquitecto, soltero, heterosexual y me hacía reír.
Y como si nada, llegó la boda. Me había comprado un hermoso vestido blanco y aún así estaba triste.
Toda la maldita fiesta fue una aburrimiento, John no me hablaba y menos sus familiares. Creo que no les gustaba que él se casara con una desconocida de repente.
Pero luego apareció Edward con sus hermanos. Realmente no me importaron los hermanos, sólo Edward, pero aún así me divertí con ellos ¡Eran siete! Santo dios.
Hablamos toda la noche con Edward.
Pero en un momento me descompuse y me sentí mareada y triste. Nos fuimos a un pasillo oculto mientras él me ayudaba. Fue muy gentil. Aunque en un momento empecé a hablar y hablar sobre que estaba descompuesta, que no podía casarme, mira si lo vomito a John, todo un lío... Y me interrumpió con un largo beso. Lo hubiera besado toda la noche, pero él quiso parar. Dio un paso atrás y se fue sonrojado.
Hubiera gritado la verdad de todo esto.
Toda la maldita verdad.
No le presté mucha atención a todo lo demás. Sólo buscaba entre miradas la mirada de Ed. Pero no la encontré. Al subirme al coche sabría que no lo encontraría hasta que volvamos de nuestra luna de miel.
En el auto me di cuenta que seguía apretando la mano de John, debía estar nerviosa. Tarde tiempo en pensar si decir algo o no. Pero finalmente no dije nada. Ni Jason. Ni John.
Solo quería llegar al departamento de John y llorar.
Llorar pensando en Edward.
Llorar pensando en mi celular perdido en el mar.
Llorar pensando en en todo.
Llorar pensando en nada.

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