4| Errores

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Reki seguía ahí. Justo al lado de la carretera en la que casi atropelló a un chico de su misma edad, el cual aseguraba estar muerto y con el que había hecho una promesa.

Hablando del Rey de Roma, Langa estaba a su derecha. Se mantenía agachado, mientras observaba con fascinación a unas hormigas que estaban transportando unos trocitos de pan.

—¿No hay hormigas en Canadá? —preguntó Reki con un tono de burla.

—Claro que sí. Pero allí preferimos a los alces y a los osos —replicó de forma irónica.

—¡¿En serio?! ¡¿Hay osos?! ¡Que pasada! Son mi animal favorito. —Sus gestos iban acompañados de una brutal emoción—. Parecen tan suaves y son tan bonitos. Aunque fácilmente podrían arrancarte la cabeza de cuajo, pero es que son tan "abrazables" —lo dijo tan alegremente, que hasta le brillaron los ojos. 

Langa se dio cuenta de esto e inconscientemente sonrió. El pelirrojo se fijó en su reacción.

—¿Qué pasa? —cuestionó, sintiéndose avergonzado.

—Nada, es que no sabía que eras un friki de osos. —Ahora era Langa quien intentaba molestar a Reki. Obviamente sin maldad y de broma.

—Bueno, son seres increíbles, ¿no te parece? —espetó orgulloso.

—Sí, sí que lo son. —El joven lo observó. Segundos después, le hizo una pregunta—.¿A dónde te dirigías? Me refiero a antes de haberte topado conmigo.

La cara de Reki cambió completamente. Se llevó las manos a la cabeza.

—¡Cierto! ¡Me había olvidado por completo! ¡¿Qué hora es?! ¡Maldición! —Revisó sus bolsillos. Se había dejado el móvil en casa. 

«Genial Reki, simplemente genial», se dijo a si mismo e inmediatamente fijó su mirada en Langa.

—¿Tienes hora? —le exclamó.

Tardó unos segundos en reaccionar. Ver a Reki tan alterado lo distrajo. Pero finalmente, levantó la manga de la camisa blanca que llevaba puesta y dejó a la vista un reloj digital de color gris.

—¡Gracias vida! —Reki se acercó al joven y agarró su antebrazo para poder observar la hora.

«Demasiado cerca» pensó el de cabello azul.

—Solo ha pasado una hora. Me he preocupado por nada —suspiró.

—¿Tenías prisa? Si es así, me disculpo. Te has retrasado por mi culpa.

—¡No! No es eso, no te preocupes. Quería llegar pronto al skatepark, porqué después se llena de gente y es difícil patinar a gusto.

—Oh, entiendo. Entonces, ¿quieres ir ahora? —Langa sonrió al decirlo.

—¡Claro! Te enseñaré algunos trucos y si quieres puedes probarlo, igual resulta que eres un genio del skate —declaró, devolviéndole la sonrisa.

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En ese mismo instante, pero en una ubicación completamente distinta, se encontraba Adam.

Adam no era ni un humano ni un espíritu. Más bien era un dios. El dios de la muerte y del caos. Era un ser alto y delgado. Vestía una túnica de color negro y debajo de ella llevaba un traje morado. Alrededor de la cabeza tenía una corona hecha de huesos.

Era el encargado de controlar y conducir las almas de las personas y animales que habían fallecido. La divinidad las guiaba hacia el otro lado. No obstante, primero debían realizar un examen, el cual determinaba si eran aptas para cruzar o no. Aunque la mayoría de los animales pasaban directamente).

Las personas que habían cometido algún crimen en vida, como: asesinatos, secuestros, robos, violaciones, maltratos, abusos... Eran enviadas al Valle del Perdón. Este sitio era como un reformatorio. Las almas que iban a parar ahí estaban obligadas a cumplir ciertos castigos. Estos eran diferentes para cada difunto. Todo dependía de la gravedad del crimen que habían llevado a cabo. 

Por eso era parecido a un reformatorio. Algunas personas, sobre todo las que habían cometido un crimen menor y estaban arrepentidas, lograban cambiar y cruzar al otro lado. Pero esto era poco frecuente, ya que a casi nadie le interesaba cambiar.

Adam vivía en el Submundo. 

Una especie de inframundo ubicado debajo de la corteza terrestre. Era un lugar oscuro, frío y lúgubre. 

Su castillo estaba situado en el centro y era un edificio de piedra. Tenía varias torres de vigilancia. Además, había estatuas de mármol esparcidas por toda la superficie y también gárgolas que estaban colocadas estratégicamente en la parte superior del castillo.

Aunque estas últimas tenían vida propia. El deber de estos seres de piedra era vigilar y proteger el palacio de cualquier tipo de peligro, ataque o intruso. Al lado de la fortaleza se podía observar un gran laberinto fabricado con plantas y espinas. Un espacioso jardín lleno de rosas, se situaba cerca de este. No obstante, todas las flores estaban marchitas y podridas.

El interior del castillo disponía de varias habitaciones, un inmenso comedor, tres lavabos, una cocina y varias salas a las cuales solo Adam tenía acceso.

La divinidad estaba en una de ellas. Esta sala tenía un montón de cámaras y un monitor con una enorme pantalla colgada del techo. Gracias a ese aparato podía contemplar a todas las personas del mundo, o mejor dicho, a las que estaban a punto de morir o a las que ya lo habían hecho.

El monitor también reportaba a los "errores".

Los errores eran las almas perdidas que se quedaban atrapadas en el mundo de los humanos. El trabajo de Adam era localizarlas y observarlas de vez en cuando. Pero no mostraba mucho interés en ellas.

Por otra parte, muchas de las almas perdidas no podían quedarse en el mundo de los humanos, tampoco ir al valle del perdón y mucho menos cruzar al otro lado. Esto era debido a que no tenían ningún deseo o propósito que cumplir. Así que se quedaban rondando por el Submundo.

Adam sintió un escalofrío. Había encontrado a un error. Porque sí, tenía esa habilidad. Sentía a todas y cada una de las almas que vagaban por el mundo.

Observó la pantalla y pudo ver a un chico de cabellos celestes. 

Estaba hablando con un mortal. Eso le sorprendió y llenó de curiosidad.

—Oh, ¿pero qué tenemos aquí? —anunció intrigado.

El dios estaba sentado en un trono de bronce. Amplió más la imagen y enfocó la cara de Langa.

—Parece que he encontrado un nuevo juguete con el que jugar.



Bueno, por desgracia ya ha aparecido el Pedro Sánchez.

Sé que he metido mucha información de golpe, pero cualquier duda la podéis dejar en los comentarios.

Nos vemos en el próximo capítulo.

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