6| Estrellas

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Los adolescentes fueron caminando hasta la casa de Reki. Rectifico, Langa era el único que caminaba. El joven que estaba a su lado iba subido en aquel skate naranja que solía llevar a todas partes. Su velocidad era relativamente lenta y se ajustaba a los pasos del de cabello azul. 

Como de costumbre, Langa estaba distraído. El pelirrojo miró al chico con interés.

—¿Estás bien? Parece que llevas dándole vueltas a algo desde hace un rato.

Le devolvió la mirada.

—Oh... Es solo que pensaba que montarme en esa tabla me recordaría al día del accidente y a como solía hacer snowboard. 

Reki paró en seco. 

Bajó de la tabla y se puso delante de Langa. ¿Cómo podía ser tan zoquete? Insistió tanto en que el otro chico aprendiera a patinar, que no consideró sus sentimientos. 

—Yo... Lo siento mucho. —El pelirrojo hizo una reverencia y agachó la cabeza—. Estaba tan emocionado que lo olvidé por completo. Si en algún momento te has sentido presionado a hacer algo que no querías y has vuelto a pensar en recuerdos dolorosos por mi culpa, te pido perdón.  

El adolescente se aproximó a Reki y tocó su hombro con delicadeza. 

—¿Pero qué dices? No tienes que disculparte. Además, no me has dejado acabar de hablar —aclaró—. En un principio, creí que sería así, pero en realidad me lo he pasado genial y no he recordado el accidente en ningún momento.

—Pues menos mal. De todas maneras, lo siento —suspiró aliviado y tocó su cabello para disimular los nervios.

—Deja de disculparte, no has hecho nada malo —contestó con una cálida sonrisa y enseguida cambió de tema—. Tenemos que apresurarnos o nunca llegaremos a tu casa.

—¡Cierto, tienes razón! —Volvió a subirse sobre la tabla, y junto a Langa, retomaron el camino y se dirigieron a su destino.

Estuvieron hablando de varias cosas hasta que finalmente llegaron. 

Agarró las llaves del bolsillo de su pantalón e introdujo una de ellas en la cerradura. Langa observó un pequeño y llamativo llavero que sobresalía notablemente. Era una especie de osito blanco que tenía una apariencia seria y calmada.

El pelirrojo miró el llavero y sonrió.

—¿Es bonito, verdad? Lo compré en una tienda de segunda mano. —Reki desvió la mirada hacia Langa y siguió hablando—. Ahora que me doy cuenta, se parece un poco a ti.

El muchacho de cabello azul se sorprendió ante tal declaración. Reki se dio cuenta de lo que acababa de soltar y se sonrojó de inmediato. 

—¿Qué? —quiso saber.

—Tenéis el mismo tipo de expresión. Me refería a eso, no a que seas bonito. Pero no me malinterpretes, tampoco estoy diciendo que seas feo ni nada por el estilo, al contrario... —Hizo una pausa, debido a que estaba hablando demasiado rápido. 

«Por favor, Reki, cierra la boca de una maldita vez», pensó mientras se daba un golpecito en el rostro.

—Tranquilo, te he entendido. —Langa sonrió—. Y sí que es bonito, me recuerda a un muñeco de nieve.

—¡Es verdad! —soltó una risa, y con decisión, abrió la puerta.

Se adentraron en el interior del edificio y posteriormente dejaron sus zapatos en el recibidor.

—¿Reki? ¿Eres tú cariño? —se escuchó la melódica voz de una mujer. Langa supuso que era la madre del pelirrojo.

—¡Sí, soy yo! —contestó alegremente— He venido con... —no continuó la frase.

Tenía la intención de presentar a su nuevo amigo. Pero había un problema, seguramente su familia no podría verlo. 

Sintió una punzada en su corazón. A veces olvidaba que Langa ya no estaba vivo.

—¿Qué decías? ¿Con quién has venido? —preguntó.

—Nada, nada, no he venido con nadie —respondió alterado. 

Langa no habló, solo permaneció de pie, observando a Reki. Elevó su mirada y se centró en la casa. Era un sitio acogedor, construido a partir de piedra y madera. Además, olía a incienso y a jabones aromáticos. Un olor que la nariz del fantasma agradeció. 

Una niña pequeña bajó rápidamente por las escaleras y fue a saludar a Reki. Se lanzó sin cuidado alguno hacia sus brazos. Por suerte, el pelirrojo logró sujetarla a tiempo.

—¡Nanaka! ¡Te he dicho mil veces que no puedes ir saltando sobre los demás de esa manera! Podrías hacerte daño. 

La niña sacó la lengua y se burló. 

—Será posible... Esta niña no me hace ni caso. —Sonrió y le dio un abrazo. 

A continuación, Nanaka volteó la cabeza y se quedó mirando fijamente a Langa.

Tensión. Eso es lo que sintieron los dos adolescentes. ¿Acaso era posible? ¿La hermana de Reki también podía verlo? La niña apretó sus ojos. Era como si tratara de enfocar con la mirada.

—Estrellas —balbuceó confusa.

¿Estrellas? ¿A qué se refería?

—¡Reki, ayuda a tus hermanas a poner la mesa! ¡Nanaka tú también! —Los hermanos dieron un brinco. La menor miró por última vez en dirección a Langa. Después de eso, hizo caso y se alejó de allí, dejando al muchacho con el corazón en la boca. 

—¡Un momento, voy a dejar el skate arriba! —El chico tomó la mano de su amigo y le susurró al oído.

—Sígueme.

Langa sintió como un escalofrío recorrió cada ápice de su cuerpo.

Subieron a paso ligero por las escaleras y una vez arriba, entraron en una habitación.

—¡Enseguida vuelvo, voy a comer! ¡Nos vemos en unos minutos! 

Langa abrió la boca, pero no pudo pronunciar palabra, ya que el pelirrojo cerró la puerta en frente de sus narices.

Suspiró y retiró algún que otro mechón que tapaba su campo de visión. Después, alzó su antebrazo y contempló el reloj que rodeaba su muñeca.

«Espero que no tarde mucho, todo es más divertido cuando estoy a su lado».

Y era verdad, conocer a Reki había supuesto un enorme cambio en la vida de Langa.



Antes que nada, perdón por no haber subido capítulo. Se que dije que subiría cap unos días en concreto, pero no creo que pueda. Acabo de empezar el instituto y tengo muchas cosas que hacer, así que actualizaré cuando tenga tiempo. (Intentaré al menos subir un capítulo por semana, pero no prometo nada).

De todas formas, espero que os haya gustado, gracias por leer <3

Nos vemos en el próximo capítulo.

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