37| Pecado original

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Un chico de cabellos rojizos se hallaba en medio de un enorme jardín de flores y arbustos marchitos.

Reki se sorprendió al ver como aquella vegetación había adquirido un tono tan oscuro. Además, los pétalos de las rosas se desprendían a gran velocidad para posteriormente caer encima del húmedo suelo.

Alzó la vista para contemplar la escena con más detalle.

Tenía que ser cuidadoso, porque si Adam daba con él, su plan se vendría abajo y jamás podría recuperar a Langa.

A lo lejos, el muchacho creyó divisar lo que parecía ser la silueta de una persona, la cual estaba sentada en un banco de mármol.

Apretó los ojos para comprobar que lo que estaba viendo no se trataba de una mera ilusión. Cuando confirmó que aquello era real, usó sus piernas para desplazarse lo más rápido posible.

Corrió y corrió con desesperación.

Sus pies comenzaban a detestarlo, pues estaban exhaustos de haber participado en tantas carreras. No obstante, no se detuvo.

Y una vez que estuvo lo suficientemente cerca del joven, saltó sobre él sin previo aviso.

Como resultado, ambos cayeron del banco, chocando contra la dura superficie.

Los dos adolescentes soltaron un quejido, aunque a ninguno le importó el dolor. Sobre todo a Reki, el cual parecía estar en las nubes.

Lo había encontrado.

Después de haber pasado por tanto, por fin podía ver su rostro de nuevo.

Ni siquiera hacía un día de su separación, pero las horas que estuvieron separados se convirtieron en una eternidad.

—¡¿Reki?! —gritó Langa sin comprender nada—. ¡¿Qué haces aquí?!

No respondió, pues desde que el nombrado volvió a ver las hermosas facciones de su novio, había estado conteniendo las ganas de llorar. Sin embargo, no pudo aguantar mucho más.

Las lágrimas brotaron de sus ojos y se deslizaron por sus rosadas mejillas.

El muchacho, el cual había caído sobre el torso del contrario, se aproximó a su cara, y haciendo uso de sus manos, acarició los mofletes del de cabello azul.

A continuación, acortó la distancia existente entre ambos y posó un cálido beso sobre sus finos labios.

Esta emotiva muestra de cariño fue convirtiéndose en algo más apasionado conforme se acostumbraban al tacto del otro.

Langa lo rodeó con sus brazos. También se aferró a su espalda con fuerza ,al punto de arrugar por completo la sudadera del adolescente.

Sus bocas se unían y sus lenguas se encontraban con frecuencia. Pero desgraciadamente tuvieron que alejarse para recobrar el aliento y llenar sus pulmones de aire.

Reki echó un vistazo a Langa y no pudo evitar besar cada rincón de su rostro.

—¡Espera! —dijo apartándose de él—. ¡Se supone que estoy enfadado contigo!

—Pues no lo parece —contestó con una sonrisita, la cual derritió el corazón del pelirrojo.

Se levantó de forma dramática y giró su cabeza para eludirlo.

—¡Pues lo estoy! ¡¿Cómo pudiste irte sin siquiera despedirte?! Solo dejaste una nota, Langa. ¡Una maldita nota en la que no explicabas nada de nada!

—Lo sé —exclamó—. Al menos debí comentarte la situación, pero estaba aterrado. Adam amenazó con hacerte daño. ¡No solo a ti, también incluyó a tu familia! Tenía miedo de lo que podría suceder si no seguía sus órdenes. ¡Lo que hice fue para asegurar que estuvieras a salvo! —Su mirada empezó a humedecerse—. Odio este lugar. Odio tener que convivir con Adam. Que hable y me toque como si fuéramos cercanos. Pero lo que más odio es estar alejado de ti.

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