8| Gracias

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"Langa".

Su nombre fue pronunciado con dulzura.

Los dos únicos corazones que se encontraban en aquella habitación latían con fuerza. Reki volvió a abrir la boca con la intención de decir algo, sin embargo, sus palabras fueron interrumpidas por el sonido de unos pasos. 

Alguien estaba subiendo por las escaleras.

El pelirrojo intentó levantarse, sin contar que todavía tenía a Langa encima. Pesaba bastante, por lo tanto, le resultó imposible moverse.

El pomo de la puerta comenzó a girar. La persona que la abrió, ni siquiera preguntó, simplemente entró. La madre de Reki apareció, mostrándose preocupada y nerviosa. 

Su reacción era normal, ya que cuando vio la habitación de su hijo, se quedó pasmada. Lo primero que se le ocurrió al ver aquel desastre, fue que un tornado había visitado el cuarto. Todo estaba desparramado y desordenado. Libros y muebles tirados por todo el suelo y papeles revoloteando por el cuarto. 

—¡¿Reki?! ¡¿Qué ha pasado aquí?! —Su madre pidió explicaciones mientras se llevaba las manos en la cabeza.

—Estoy bien mamá, no te preocupes. Estaba... —dijo lo primero que se le vino a la mente—. Mirando el techo.

—¿El techo? —espetó la mujer algo confusa.

«¿El techo?» Langa pensó exactamente lo mismo y se tapó la boca para evitar que una pequeña risita se le escapara.

El contrario se dio cuenta de esto y lo miró. A pesar de que habían pasado varios minutos tumbados de ese modo, ninguno de los dos olvidaba las mariposas que por un instante sintieron.

—¿Y por qué está todo patas arriba? Esto parece un campo de batalla —su madre interrumpió los pensamientos de ambos.

—Estaba haciendo un poco de limpieza y organizando los libros de las estanterías. Pero se me han caído algunos.

—De acuerdo... ¿Y vas a quedarte ahí todo el día? —preguntó al ver a su hijo estirado en el suelo.

—¿Eh? Oh, no, no. Ahora me levanto y lo recojo todo, no te preocupes mamá —anunció con una sonrisa—. Además, este sitio es cómodo... —Reki se perdió en los ojos de Langa—. Es como si estuviera viendo las estrellas —acabó de decir.

La madre de Reki no sabía a lo que se refería su hijo, así que suspiró y no hizo más preguntas. A veces podía ser algo sobreprotectora, pero siempre apoyaba sus decisiones y objetivos.

—Está bien, pero ordénalo todo, ¿vale cariño?

—¡Sí! —añadió tocándose uno de sus mechones rojizos.

La mujer abandonó la sala y cerró la puerta. De nuevo, se escucharon sus pasos, pero esta vez alejándose cada vez más y más.

Langa apartó su cuerpo de Reki y se levantó. Miró a su amigo y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. El otro adolescente se quedó helado por unos instantes. No obstante, enseguida reaccionó y aceptó su ayuda. 

El chico de cabello azul se giró, y con disimulo se tocó el pecho para posteriormente sentir su  alborotado y desigual ritmo cardiaco. 

Sin embargo, su corazón no era el único que se hallaba en un aprieto. El de Reki estaba igual o peor. Es por eso que decidió cambiar de tema para evadir aquella extraña situación, y del mismo modo, conseguir olvidarse de los insistentes latidos que no paraban de resonar en su cerebro.

—¡Qué susto me he llevado! Cuando he visto que alguien entraba de repente, casi me da un infarto —exclamó soltando una carcajada.

—Sí, la verdad es que yo también me he asustado. —A Langa se le vino a la mente el momento en el que la hermana de Reki se había quedado observándolo.

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