10| Preocupación

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Todavía era de noche cuando los adolescentes seguían caminando bajo la tenue luz de la luna.

Iban a paso ligero por una estrecha calle iluminada por varias farolas, las cuales emitían el brillo necesario para que sus pies evitaran posibles caídas. 

A pesar de estar el uno al lado del otro, ninguno se atrevió a hablar. Reki estaba demasiado cansado. Quería llegar a casa y tumbarse en la cama. Al menos así recuperaría la energía que había perdido por culpa de aquella maldita pesadilla.

En cambio, Langa se sentía un poco triste y abrumado. Sus brazos aún sostenían la sudadera rosa que inició el incidente.

No era la primera vez que veía a Reki llorar. De hecho, el día en el que se conocieron y le contó acerca de su pasado, el pelirrojo se conmovió tanto que incluso derramó alguna que otra lágrima. 

Sin embargo, esta ocasión era diferente, pues un sentimiento de culpabilidad lo atormentaba, ya que había preocupado a su amigo. Aunque al mismo tiempo, se sintió aliviado al saber que alguien mostraba interés por su bienestar.

—Reki... Siento lo de esta noche. No era mi intención preocuparte. —Langa caminaba mientras un leve sonrojo teñía sus mejillas.

El pelirrojo se detuvo. Sus ojos cansados y levemente enrojecidos, brillaban con desparpajo al mirar al muchacho. 

—No estoy enfadado, al contrario, estaba asustado. Creí que te podría haber pasado algo malo  o que te habías ido para siempre...

«¿Irme? ¿Cómo podría abandonarte sin ni siquiera despedirme?».

—Pero eso ya no importa. ¿Tú estás bien? Cuando llegué, te vi en el suelo. Estabas temblando y parecías bastante nervioso.

—Sí, bueno... A ver como explico esto. —Se rascó la frente—. Un hombre que daba muy mal rollo se me acercó y comenzó a hablarme. Mencionó algo de que pronto nos reuniríamos y además, se dirigió a mí utilizando un extraño nombre. Solo de pensar en su presencia me entran escalofríos. 

—¿Una presencia? —intervino. Su rostro adquirió un tono pálido. 

—Sí... Fue una situación surrealista —concluyó, recordando la cara del misterioso tipo—. Y después de llamarme por ese nombre, desapareció como por arte de magia. Estar muerto me ha afectado más de lo que creía, porque empiezo a imaginar cosas.

—No creo que ese sea el caso. —Se cruzó de brazos—. Quizá ha sido una mera coincidencia, pero esta noche he tenido un sueño en el que también aparecía una especie de presencia oscura. Así que si tú estás loco, yo estoy peor. Y puede que no esté relacionado, pero tengo un mal presentimiento... 

Reki parecía inquieto. Al darse cuenta de ello, Langa quiso calmarlo. 

—Seguro que no es nada. No te agobies, ¿vale? Por ahora será mejor que volvamos a casa para que puedas descansar.

—Tienes razón —contestó, mostrándose de acuerdo.

De nuevo, se pusieron en marcha. 

La sudadera rosa ahora era llevada por el pelirrojo, el cual contempló a su amigo de reojo. De vez en cuando intercambiaban algunas palabras y se miraban mutuamente. 

Pasaron unos minutos hasta que finalmente lograron dar con su destino. Reki alzó la mirada y visualizó una escena aterradora. Su madre estaba apoyada en la puerta, mirándolo.

«Oh, mierda», se dijo a sí mismo.

La mujer tenía el ceño fruncido. Iba vestida con un camisón amarillo y una manta que le cubría los hombros.

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