12| Entrelazados

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Era un caluroso día de verano. El autobús estaba completamente vacío, tan solo el conductor y dos muchachos permanecían allí.

De nuevo, fue Reki el que se despertó primero. Le dolía el cuello, un hecho comprensible considerando que durante todo el trayecto había mantenido una mala postura. Notó que algo pesado yacía sobre su cabeza ejerciendo presión. Alzó la mirada y vio que Langa se había apoyado en él.

Al igual que el pelirrojo, el otro chico también se había dormido. Tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta. Se podía escuchar su calmada respiración. 

Reki se fijó en sus pestañas, pues eran realmente largas. Bajó su vista y, como de costumbre, observó que la cara del contrario estaba pálida como la nieve. Aunque un leve sonrojo teñía sus suaves mejillas. 

Extendió la mano con la intención de tocar el rostro de su amigo. Pero cuando estuvo a punto de hacerlo, los ojos del joven comenzaron a abrirse. 

A la primera persona que vio nada más despertar fue a Reki.

—Reki —pronunció su nombre a la vez que sonreía.

El corazón del nombrado dio un respingo. 

—¡Hola! Perdón por despertarte —contestó nervioso.

Langa lo miró con curiosidad. 

—No pasa nada. Por cierto, ¿en qué parada estamos? —dijo mientras miraba a través del vidrio de la ventana.

Hubo una silenciosa pausa. El pelirrojo estaba intentando procesar lo que acababa de escuchar.

—¡Oh, mierda, joder! —Se levantó repentinamente y clavó la vista en una de las pantallas que mostraba los horarios y las paradas que iba recorriendo el autobús—. Nos la hemos pasado.

—¿Qué? —exclamó confuso. 

Los dos se sorprendieron ante tal suceso. No obstante, era obvio que pasaría, ya que ambos se durmieron y no prestaron atención.

—¡Mi jefa me va a matar! —comentó—. Lo siento mamá, pero hoy no vuelvo a casa.

Reki solía ser bastante dramático, sin embargo, tenía razón. Su jefa lo regañaría. Además, no era la primera vez que llegaba tarde. El domingo pasado tan solo se retrasó por diez minutos y la encargada de la tienda le echó la bronca del siglo.

—No te preocupes, podemos llegar a tiempo. Solo nos hemos saltado como... ¿Diez paradas? —Se notaba que la respuesta de Langa estaba cargada de ironía. Soltó una leve risita y contempló a Reki esperando su reacción.

—¡No te rías! —balbuceó sonriendo. 

Al mismo tiempo que hablaba, el adolescente agarraba las mejillas de su amigo y las estiraba con suavidad. Hacer eso empezaba a convertirse en un hábito.

—Perdón, perdón. —El de ojos azules se separó del pelirrojo y avistó el skate, el cual se situaba a sus pies—. Creo que tengo una idea —mencionó señalando la tabla.

—A ver, ilumíname. ¿Cuál es tu maravilloso plan? —Estaba intrigado. 

Ansiaba con desesperación que Langa tuviera alguna solución para aquel pequeño problema.

—Podemos bajar en la siguiente parada. Tú irás en skate hasta la tienda. Obviamente tendrás que ir rápido porque nos quedamos sin tiempo. 

No era una mala alternativa. Y de hecho, era la mejor y única opción que tenían. 

Reki disponía de un gran sentido de la orientación, así que miró las paradas y rápidamente pudo ubicarse.

—Vale, si estamos aquí y la tienda está allí... Mmm... —murmuró—. Supongo que tardaremos unos veinte minutos en skate. Aunque todo depende de si me doy prisa o no.

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