30| Bajo la superficie

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Langa observó como la silueta del muchacho se iba desvaneciendo conforme avanzaba.

Decir que estaba confundido era quedarse corto. Es aquí cuando una fugaz idea lo aterrorizó.

«¿Y si Reki está manteniendo una cierta distancia porque se ha percatado de lo que realmente siento por él?».

La piel del joven palideció ante tal posibilidad.

Por otro lado, y en una ubicación totalmente distinta, el pelirrojo se encontraba sentado en un banco de piedra. Lo que dijo acerca de ir al baño tan solo era una excusa.

Necesitaba tiempo para pensar. Ya que muchas preguntas surcaban la marea de pensamientos que se estaba formando en su mente.

La más destacable era una; ¿Langa le correspondería? O, de lo contrario, ¿rechazaría sus sinceros sentimientos?

El adolescente se dio la vuelta y contempló como un arbusto sobresalía por los alrededores de aquel asiento. Varias flores de un color azul celeste se mostraban de forma llamativa sobre esta verdosa planta.

Reki se fijó en las flores, pues los ojos de Langa eran del mismo tono. Agarró una y la analizó de cerca, observando sus múltiples pétalos.

Soltó un sonoro suspiro.

—No me creo que esté haciendo esto —replicó.

El chico empezó a arrancar dichos pétalos, mientras se cuestionaba lo siguiente; ¿le gusto o no le gusto?

Puede que aquel acto, visto por los demás, resultase bochornoso. Pero había llegado un punto en el que ya no sabía qué hacer para poder ganar un poco de confianza.

La tez morena del muchacho se enrojeció al presenciar como el último pétalo respondía positivamente a su cuestión.

—Le gusto —anunció en alto.

Su boca se curvó en una sonrisa. Quizá era una tontería infantil, sin embargo, decidió aferrarse a ella para armarse de valor.

Se levantó del banco y se desplazó hacia el interior del acuario.

Reki rebosaba confianza.

Cuando entró, lo primero que hizo fue buscar a Langa con la mirada. Aunque no logró localizarlo.

—¿Dónde se habrá metido?

Su sentido de la orientación no era el mejor, es por eso que Reki comenzaba a preocuparse.

A continuación, inició una larga caminata cuyo principal objetivo era el de encontrar a su compañero.

Las agujas del reloj empezaron a circular con rapidez, y a pesar de que Reki prácticamente había recorrido todo el lugar, seguía sin dar con él.

Para su sorpresa, el acuario era más grande de lo que recordaba.

Pasó por un extenso túnel que disponía de un vidrio translúcido, el cual permitía ver a las diferentes criaturas marinas.

Quedó fascinado ante aquel magnífico paisaje. Alzó la cabeza y vio como un ejemplar de tiburón blanco nadaba por encima de él.

El pelirrojo pensó que era una hermosa escena, pero le entristeció presenciarla solo.

Porque deseaba que Langa estuviera junto a él.

Aligeró el paso y se adentró en una oscura sala que era iluminada exclusivamente por la luz que las inmensas peceras emitían.

A causa de la oscuridad, el chico enfocó su vista y se acercó a la pecera que proporcionaba esta tenue iluminación. Es aquí cuando vio el definido cuerpo de alguien.

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