- ¡Son las ocho y media! ¿Estás lista? - los gritos de mi amiga los sentía desde el otro lado de la puerta.
-Enseguida salgo – contente sin dejar de mirarme en el espejo, no me parecía a mí en absoluto. El ceñido vestido negro se afirmaba a mis curvas sacando mi mejor forma, el juego de encaje se ajustaba justo donde tenía que hacerlo y lejos de ser incomodo me sorprendió que fuese tan cómodo, los tacones me molestaban un poco ya que nunca los había usado antes, temía caer en cuanto me moviera y ya sentía dolor en los pies, pero valía la pena ya que me hacían ver un poco más alta. Suspire y camine con lentitud hacia la puerta, al abrirla me encontré a mi amiga con un cigarro en la mano y una taza de café - ¿Café a esta hora?
-No pienso dormirme hasta que vea que regresaste intacta – señalo la taza preguntándome silenciosamente si lo necesitaba.
-Prefiero un cigarrillo para calmar los nervios – caminé hacia la mesilla del centro y lo encendí rápidamente dándole una profunda calada.
-Pensé que no estabas nerviosa, de hecho, creí que lo disfrutabas.
- ¿Qué persona totalmente sana cree divertido esto? – puse los ojos en blanco y ella soltó una risita haciéndome un gesto de que estaba loca – Tengo fe de que nada malo pasara y que con los años terminare por olvidar esta situación – me senté a su lado mientras me quitaba un tacón y sobaba mi pie.
-Nadie se olvida de su primera vez, hasta yo recuerdo con detalles – le sonreí juguetona – Duele como mil demonios y fue horrible ¡horrible!
-Estabas borracha y fue en un baño asqueroso – carcajee como loca – Era obvio que iba a dolerte y que después ibas a arrepentirte.
- ¡Oye! En mi defensa, si hubiese estado cuerda no lo hubiese hecho – se burló de ella misma – En algún momento encontrare el amor y no importara más.
-Si sigues ignorando a Pedro no creo que este ahí para siempre – se ahogó con un sorbo de café y me miro indignada - ¿Qué? Pensaste que no lo sabría, es tan obvio.
-Creo que es hora – soltó con voz baja al sentir como tocaban la puerta, suspiré levantándome y dirigiéndome a la puerta - ¡Suerte! – le sonreí tratando de calmarla y calmarme antes de salir y reunirme con un señor que me dirigió hacia un hermoso auto negro.
No tuve el valor de preguntarle donde íbamos, simplemente dejé que condujera por unos cuarenta minutos. Los nervios crecían según inhalaba, pero lastimosamente al exhalar no lograba calmarme, trate de mirar por la ventanilla, pero el camino parecía igual en todas direcciones, tiendas, personas conversando, autos desenfrenados por la gran avenida central. Realmente a donde me dirigía no importaba tanto como lo que estaba a punto de pasar.
No tuve que esperar mucho más puesto que el auto se detuvo frente al gran Hotel Plaza, uno de los hoteles más famosos de todo Madrid, solo lo conocía de pasar por frente del, pero desde la distancia se respiraba dinero y glamour.
-Tome señorita – el chofer me tendió una tarjeta dorada.
-Gracias – la tomé para darme cuenta que mi mano temblaba ligeramente, le sonreí tratando de evadir su mirada de mis temblorosos dedos. Salí del auto y comencé a caminar lentamente con miedo de caer delante de tantas personas ricas y pasar la mayor vergüenza de mi vida.
Al entrar por la puerta un joven vestido de negro se acercó a ayudarme, parecía entender mi expresión de "que mierda hago ahora" y al enseñarle la tarjeta me regalo la mejor sonrisa de su vida, atentamente se dispuso a llevarme hasta el lugar donde tenía que dirigirme, no vi el piso asignado y el elevador fue lo suficientemente rápido como para no permitirme ni siquiera mirar mis uñas pintadas de rojo vino. Cuando se abrió la puerta del ascensor me sorprendió encontrarme de inmediato con una inmensa sala de estar, camine aun temerosa hacia dentro y el desapareció justo en el momento.
No había nadie allí, pero eso me permitió curiosear lo suficiente, las paredes de cristal me permitían observar los demás edificios, la luna llena brillaba de cerca como si estuviésemos solo a un paso de ella. Todas las decoraciones eran extraordinariamente hermosas y refinadas.
-El señor Min debe ser alguien sumamente derrochador – murmure mientras caminaba hacia el bar situado cerca del balcón, todas las bebidas eran demasiado caras para conocerlas, pero dudaba que a él le molestara que tomara algo, así que sin pensarlo mucho tome una botella de vodka y lo serví en un pequeño vaso cuadrado, sin miramientos le di un buen sorbo - ¡Mierda! – comencé a toser ante tan fuerte ron, pero como una completa psicópata comencé a reírme a carcajadas ante mi estupidez y casi caigo de nalgas por virarme el pie - ¡Malditos zapatos caros! – lo tire lejos como si estuviera en mi casa, me quede descalza y entre risas tome otro sorbo de la fuerte bebida teniendo cuidado de no ahogarme otra vez, pero al escuchar una carcajada detrás de mí, volví a toser como loca.
-Sí que eres alguien interesante – su gruesa voz me advirtió de quien era la hermosa risa, con miedo de ver a un ogro me gire lentamente, pero ...
Apoyado a la pared se encontraba un hermoso joven, de unos treinta años, su pecho musculoso estaba descubierto, su abdomen adornado por una barra de chocolate, una toalla descansaba en su cadera revelando una preciosa V. No podía quitar mis ojos de encima de él, de seguro tenia baba por toda la cara, pero era inevitable.
Sus ojos achinados eran tan negros como mi ropa y me miraban como si estuviese a punto de devorarme, sus labios finos y rosados tenían una sonrisa ladeada demostrando la pura faceta de la sensualidad. Definitivamente no era el viejo verde que esperaba.
-Te quedaras mirándome sin decir nada – comenzó a caminar lentamente hacia mí, pero estaba tan congelada que no me moví ni un solo centímetro – Te advertí que no era tan viejo – solo cuando estaba a menos de veinte centímetros de mi fue que baje la mirada sintiendo como mi cara se calentaba, pero al bajarla su hermosa figura era la que me quedaba la vista, al final tuve que cerrar los ojos mientras lo sentía reír – Yo pensaba pedir una bebida de tu agrado, pero si te gusta la mía puedo compartirla contigo.
-Lo siento, yo... yo no sabía – tartamudee como una adolescente hormonal en su primera cita.
-No te disculpes – carcajeo antes de tomar mi mano y levantar mi barbilla quedando nuestras caras muy cerca, quizás demasiado puesto que sentía su enloquecedor aroma y ver de cerca esos seductores ojos me estaba convirtiendo en una jodida fan – Discúlpame por presentarme así, solo acabe de llegar y no creía que debería recibirte apestando por doce horas de vuelo.
-No... no me molesta – rodee los ojos internamente al verme tan nerviosa.
- No estés nerviosa – me sonrió haciendo que sus ojos se cerraran y sin saber porque, me relaje de inmediato y deje de temer por él – No creo que deba seguir vestido así, la noche es joven así que iré a cambiarme, ponte cómoda – señalo todo a su alrededor – Todo aquí está a tu servicio, si necesitas algo solo debes pedirlo – asentí sin decir nada por miedo a tartamudear otra vez, él se adentró por un pasillo iluminado y yo respire otra vez.
- ¡Por dios! ¿Por qué hay hombres así? – me reí un poco y decidí beber un poco más. Menos mal que comí bien o sino ya estaría borracha, no quiero estar borracha.
Sentía que esto lo iba a disfrutar más de lo que pensaba. Si no puedes con tu enemigo únetele.
-Hay que disfrutar – sonreí mientras caminaba hacia el sofá que se encontraba en el balcón – Un hombre jodidamente hermoso no compra tu virginidad todos los días.
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Adiós Virginidad !!!
Fanfic-Entonces vende tu jodida virginidad, es lo único que tienes - se mofo mi amigo ganándose una patada por parte de Ana. -Eres tonto ¿verdad? - contrataco la rubia, pero en mi mente se encendió un pequeño bombillo. - ¿Eso se puede hacer? - pregunte y...