☙ 09 ❧

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Ese inesperado arrebato con el despreciable abogado, había terminado de agotar mis últimas fuerzas. Aun así, me preocupe por la reacción de Kazutora, no parecía ser una persona de acción, pero la realidad es que no lo conocía lo suficiente.

– ¿Tu casa o mi casa? –pregunté abrochándome el cinturón de seguridad.

– Depende, ¿tienes nespresso? –respondió poniendo en marcha el auto.

Negué con la cabeza –eres una persona decidida.

– Un poco audaz, un poco narcisista... -dijo con suavidad – ¿entonces?

– Sí, tengo.

– Genial, porque la mía lleva tiempo rota.

– ¿Esa es la razón porque siempre pasas por el café?

– Si, y porque me queda cerca de casa. Entre otras cosas... –musitó.

Al llegar al departamento, le ofrecí que se ponga cómodo. Lo deje mientras iba al cuarto por otro antigripal. Sentía que mi cabeza estallaría en cualquier momento.

Crucé la puerta de mi habitación con intención de volver, y ahí estaba, frente a los cuadros que colgaban en el pasillo. Tenía un aire infantil. Sus ojos grandes y su boca en forma de "o" le quitaban años y le daba inocencia. Me apoye sobre el umbral.

– ¿viste algo interesante? –pregunté divertido.

– Tienes muchas fotos –dijo apoyándose a mi lado, aún con la mirada en las imágenes.

– Mmm sí, no había pensado en ello –respondí un tanto sorprendido ante aquella observación

– ¿son de sus épocas de pandilleros? –señaló una en la que estábamos todos, y en la que Baji me tomaba de los hombros.

– La gran mayoría –dije retomando el camino.

Me siguió hasta la cocina. Allí se encontró con Coco.

– Es muy linda –dijo acomodándose en una de las bancas de la isla.

– Es inusual ¿no?

– Un poco, lo más común son los gatos o perros –respondió.

– ¿Realmente querías quedártela? –pregunté mientras sacaba un par de tazas de la alacena.

– Sip, me crié en el campo. Por lo tanto, me gustan todos los animales

– Ja, sí, pero en la ciudad no es fácil tener una granja.

Kazutoria rió. –entonces... –titubee mientras abría el cajón de las capsulas –

–caramel macchiato...

Le pregunte sobre su extraña obsesión con esa bebida. Siendo un letrado creí que sería hacedor del whiskey. No hizo más que burlarse de mi ante tal creencia cliché.

Me contó que realmente no le gustaba el café, ni las bebidas fuertes y una vez alguien que conoció, de apariencia amable pero triste, le había recomendado dicha bebida.

Tuve la sensación de que detrás de esa fachada superadora se encontraba una persona sensible. Puse ambas tazas sobre la mesa, y con la mirada puesta en mi taza pregunté: –¿Cuál es tu historia con Hanma?

No hizo falta verlo, pude notar mediante su silencio que se sintió incómodo. Luego de unos instantes respondió: –No pensé volver a revivir esa historia.

El camino de las lágrimas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora