Prueba 3: ENFRENTAMIENTO

3.9K 372 379
                                    

Tienes ese silencio, y esos ojos tan magos

『Tienes ese silencio, y esos ojos tan magos』

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.

Como lo hubieren hecho el día anterior, llegaron a la sede del FBI e ingresaron por la entrada principal. 

Gustabo iba un poco perdido, sin saber si el beso que habían compartido de broma cambiaría algo, o si tenía que sentirse culpable por haberlo recibido. El brazo que le rodeaba la cintura por el costado no ayudaba a calmarle las dudas internas. Se sentía... extraño. Que la zona de su cuerpo por donde se colaba el calor corporal de su "hermano" de toda la vida, le hormigueaba aún por sobre la ropa.

El agarre solo se detuvo al ingresar a la recepción, donde el rubio podría tener un mínimo de tiempo a solas. No era mucho, pero, oye, algo es algo.

—Veinte minutos —le recordó Horacio, haciendo alusión al trato que habían hecho esa mañana. Le dejó una suave caricia sobre el cabello y le sonrió—, si te portas bien, te recompensaré.

El mayor no sabía si estar ofendido por ser tratado como mascota o recriminarse por encontrarle doble sentido a esas palabras. ¿Por qué? ¿Por qué su mente se empecinaba en distorsionar las intenciones de Horacio?

—Si me sigues tratando como perro te voy a morder, ¿sabes?

—Oh, eso me encantaría. ¿Es una invitación?

Rodando los ojos sin poder controlar su reacción corporal al sonrojarse, le sacó el dedo medio y se apresuró a alejarse lo más que pudo. Incluso podía escuchar, varios pasos más allá, su carcajada burlona.

Él no era ingenuo en lo que atracción, romance o sexo se refiere. Recuerda las bromas coquetas que compartía con Greco cuando era Inspector Jefe, que estuvieron a punto de involucrarse varias veces. O, por poner otro ejemplo, a Armando Grúas. Joder, ese hombre era imponente, relajado pero amedrentador, que se hacía escuchar y le daba pelea de tú a tú a su progenitor. También estuvo a punto de tener sexo con él, pero Horacio lo convenció de no hacer nada estúpido, alegando que era parte de una mafia y no quería que corriera peligro. 

Así que no, el problema no era que estuviese sintiendo cosas por otro hombre, porque no era ninguna monja como para guardar castidad (aunque al menos de atrás, fuera virgen), el problema era la persona. Se sentía mal, inadecuado, que si cruzaba esa línea borrosa con Horacio, podría hacerle daño. Siempre terminaba haciéndole daño a las personas que lo rodeaban. Siempre lo supo, hasta cuando de pequeños, el de cresta intentaba confesarle su amor inocente con cartas o detalles; cada una de esas veces le dijo que no podía ser posible, que a lo mejor lo quería mucho como su figura fraterna y de ahí salía tanta admiración.

『GUSTACIO +18』ESTOICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora