Prueba 15: INTOXICACIÓN

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Que lo que haces te hace feliz, tal como eres

『Que lo que haces te hace feliz, tal como eres』

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Horacio se encontraba hurgando prendas entre una montaña de ropa de todo tipo y colores, lanuda o afelpada. La ubicación, era un centro comercial que quedaba cerca de su casa; ahí estuvo de plantón un largo rato, en lo que Gustabo regresaba del cambiador. Asistieron por la insistencia del menor, que se negaba a permitir que, en un clima tan frígido, su pareja siguiese portando harapos corriendo el riesgo de enfermarse. Cosa que, de hecho, pasaba mucho.

Las últimas semanas le hizo frente al problema obligándole a usar sudaderas suyas, pero, a parte de quedarle enormes, se sentían insuficientes. Gustabo precisaba zapatos adecuados para la nieve, bufandas, gorros, guantes, y, como no, pantalones que no estuviesen tan desgastados.

—Estoy hasta el nabo —fue lo primero que le dijo el rubio al aproximarse a él—. ¿Ya nos podemos ir?

El moreno revisó, así a ojo, las bolsas de la compra. Eran suficientes (aunque menos para su gusto personal), así que asintió.

—Afuera está helado, bebé. Ponte un cambio nuevo mientras voy a pagar.

—No hace falta, así voy bien —renegó Gustabo, pasando de largo.

Resoplando, el menor le siguió. Hicieron una breve espera en la caja antes de ser atendidos. Luego, saliendo del local, pasaron por un corredor abarrotado de motivos navideños decorativos. Aún el onceavo mes no llegaba a su fin, faltaban dos semanas. Pese a ello, existía una fiebre generalizada de expectativa por la fecha festiva; algunos establecimientos tenían ya sus vitrinas ataviadas con ramajes de plástico de los cuales colgaban esferas brillantes, o luces parpadeantes.

Era una visión entrañable. Casi lograba transportar a la parejita a un plano en el que lo desagradable de sus vidas no existía. Un pensamiento, quizás, infantil, pero muy llenador. La realidad era otra. Ciertamente, era buena, de momento, pues había serenidad hasta en la sede. La única nube gris, si acaso, era la tensión entre padre e hijo que seguía en pie. 

A parte de ello, Horacio se sentía extasiado por los avances que veía: el consejo falló a su favor y, aplacando sus miedos, pudo mantenerse como el "vigilante" de Gustabo. Sus reportes eran prósperos, el doctor que le atendía ayudó en ese aspecto, documentando con precisión cada uno de ellos.

—¿Compraste suéteres navideños?

Gustabo esbozó una sonrisa.

—No sería yo si no me los comprase.

Fue el turno de Horacio de sonreír. De camino al auto, caviló en sus memorias del pasado.

『GUSTACIO +18』ESTOICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora