Prueba 16: AUTOENGAÑO

638 81 25
                                    

Trato de hacer algo por los dos, simplificando hasta mi interior 

『Trato de hacer algo por los dos, simplificando hasta mi interior 』

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.

La primera vez que Gustabo vio un cadáver (o al menos, que recordara haberlo visto), tenía seis años. Fue un día parecido al actual; la nieve caía a copos llenando las calles de la ciudad y congelando las carreteras. La época creaba el paisaje propicio para accidentes de tráfico, para que las tuberías se escarcharan y también para que los sin-hogar murieran de hipotermia. Él llevaba un gorro de lana que picaba más de lo que calentaba, zapatos mojados y una chamarra impermeable con agujeros en las mangas. Corría desaforado intentando no resbalarse, con una persona pisándole los talones.

—¡Vuelve aquí, ladrón de mierda!

Como si fuera tan estúpido para hacerle caso, pensó, aprovechando el embotellamiento que se creaba en la avenida principal. Su cuerpo pequeño y escurridizo lo sacó del aprieto; empujó a muchas personas en su carrera, pero estuvo a salvo y más importante: con su premio entre manos.

Había robado, sí. Viajó a la tiendita con premeditación, agarró una canasta y comenzó a llenarla de cosas que a él y a Horacio le gustasen. Se pegó a los adultos, por lo que, cuando otros adultos le veían, parecía un niño ayudando a sus padres a hacer la compra. Ni bien el gerente se descuidó, él pegó carrera. 

Cuando ya estaba en zona segura y se proponía parar un segundo a descansar, su pie se enredó en un bulto del suelo. Cayó de cara al pavimento, pero en ningún momento soltó su canasta. Le dolió, se hizo una raspadura, y no lloró, porque era un niño grande, al menos mayor que Horacio. Quería enseñarle a ser valiente y para ello intentaba darle el ejemplo. Revisó que ningún huevo se hubiese quebrado ni que alguna manzana hubiera rodado por ahí. Al terminar la inspección se volteó hacia atrás, para saber con qué había chocado. Lo que según él se trataba de alguna bolsa de basura mal puesta, eran dos piernas. El resto del cuerpo estaba hundido por la nieve acumulada, no se le veía para nada.

Gustabo a su tierna edad supo que eso no era normal ni bueno. Esas eran las clasificaciones que utilizaba por la vida. Por ejemplo; normal era abrigarse cuando se tiene frío, comer al estar hambriento, esconderse por miedo. No era normal que la madre de Horacio llevase tantos días sin aparecerse por la casa, ni era normal que una persona, con menudo clima, estuviese sepultada en mantas glaciares.

—Oiga —llamó, pateando el cuerpo con la puntita de su zapato—. Si se quede ahí, le va a dar frío. ¿No tiene frío?

No obtuvo respuesta.

—Eh, oiga —trató de nuevo. Al saberse ignorado, bufó. A él no le gustaba que lo ignoraran—. Pues congélese.

Caminó hasta la calle, ya estaba con un pie en el paso de cebra... Y retrocedió. ¡Maldita sea!

『GUSTACIO +18』ESTOICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora