Prueba 8: COMODIDAD [+18]

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Sin querer te espero, como espero a un amigo

『Sin querer te espero, como espero a un amigo』

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Horacio se despertó temprano para ser un sábado, con un itinerario mental que llevaría a cabalidad. El primer paso para cumplirlo, era levantar a Gustabo, que estaba acurrucado en sus brazos. 

Lo apretó con fuerza y enterró su nariz en su cuello, haciéndole cosquillas al mayor. Remató con un suave beso en su nuca, consiguiendo que este abriese los ojos y se removiera con un quejido disgustado por haber interrumpido su descanso.

—Duérmete otra vez, joputa —rezongó el rubio, volviendo a cerrar los párpados. 

Sin darse por vencido, el menor siguió repartiendo besos, y fue hasta que entre caló una mordida suave que Gustabo, con un quejido, se incorporó.

—Wow, tu cuello es muy sensible —comentó Horacio, evidentemente complacido por su descubrimiento.

—¿Para eso me despertaste, caranabo? —le replicó el mayor—. Que me vuelvo a dormir, eh.

—No, no te duermas. Ve a bañarte, tenemos que salir cuanto antes.

—¿Salir? ¿A dónde?

—Ya lo verás, Perla. Es una sorpresa.

Entretanto Gustabo seguía su mandato (a regañadientes, por supuesto), Horacio trató de dejar ordenada la cama del rubio y organizar como podía el tiradero que este mantenía en su habitación. Levantó del suelo un pantalón apuñado y debajo de este, encontró una muñeca curiosa. No pudo evitar reírse extrañado por los dibujos infantiles de pechos y miembro viril que, intuía, eran obra del mismo Gustabo. 

La dejó sentada en la mesita de noche y bajó para bañarse él también. Claro que se tuvo que resistir el impulso de ir con el rubio, para compartir la ducha.

Treinta minutos después, abordaron un autobús y se sentaron en el último asiento. En Los Santos era común que el transporte público estuviese vacío; nadie lo usaba realmente. Todos preferían robar un vehículo y trapichearlo a gastarse monedas del pasaje, Gustabo y Horacio incluidos.

—¿Puedo saber por qué elegiste ir así y no en el auto? 

—Quería que recordáramos la última vez que viajamos en colectivo.

Gustabo asintió con una pequeña sonrisa, entendiendo a qué se refería con eso.

—Cuando llegamos a Los Santos —dijo—, esa fue la última vez.

—Sí. Los dos íbamos en el mismo asiento de hoy, y tú me decías que todo iba a estar bien. Incluso me acariciabas la cabeza para calmarme.

—Perdona por llenarte de falsas expectativas —bromeó el rubio—, te mentí.

『GUSTACIO +18』ESTOICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora