Prueba 6: ABRAZO

3.3K 338 116
                                    

Y desde ese momento, no te estás consumiendo

『Y desde ese momento, no te estás consumiendo』

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.

Gustabo, como una costumbre de toda la vida, apretó los brazos al despertar, para recibir el nuevo día con un abrazo al oso de peluche. Frunció el ceño cuando no sintió nada y, notando que aunque el objeto parecía no estar, había dormido bien, se removió entre las sábanas.

Con su psique más despierta, su percepción lo hizo consciente del calor tras su espalda, del agarre en su cintura, y del brazo que estaba por debajo de su cuello sirviéndole como almohada.

"Ah, magnífico. Que el oso fui yo", pensó, con cierto humor, revolviéndose para no darle la espalda a Horacio. Entre toda la sacudida, este no se despertó (o eso pensó); gracias a que siempre había tenido el sueño pesado. De frente a su "amigo", enredó tímidamente las piernas de ambos y se acurrucó en el regazo, con la cara escondida en el pecho del de cresta.

Recordó poco a poco su crisis del día anterior, llenándose de pena por verse tan frágil, pero también sintiéndose como no lo había sido desde hace mucho: seguro. Se sentía como si los papeles se hubieran intercambiado, o por lo menos así lo percibía él.

—¿Por qué creciste tanto? —susurró el rubio, dispuesto a disfrutar de la comodidad mientras Horacio dormía y fingir demencia cuando este despertase—, ¿por qué parece que ahora, en lugar de que yo te cuide, tú me estás cuidando?

Horacio, desde su posición, estaba despierto, con su boca formando una curva sonriente.

Tuvo miedo. No porque pensase que Gustabo era un peligro, sino porque no sabía como manejar esa situación en la que su chico se sumergió, a parte de darle palabras de aliento.

La noche anterior, al Gustabo dormirse entre sus brazos, lo primero que se le ocurrió hacer luego de cargarlo a su habitación para que descansara, fue marcarle a su recepcionista a mitad de la noche, hasta que esta contestó, adormilada.

—Mónica, perdón por hablarte a esta hora, pero necesito que me consigas un número de teléfono.

¿Mm...? —la mujer aún debía enfocar la vista para orientarse. Talló sus ojos y, entre bostezos, fue encendiendo la luces de su casa para llegar a su oficina personal—. ¿Qué número, jefe?

—Este... ¡Mierda! ¿Dónde puede estar? —se escuchó que el director farfullaba.

Mónica se lo imaginó caminando de un lado a otro, desesperado. Para intentar traerlo a la calma, habló por el aparato:

『GUSTACIO +18』ESTOICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora