Prueba 10: DESEO [+18]

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Comunicarte de forma que te entiendan tantos

『Comunicarte de forma que te entiendan tantos』

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Gustabo salió de la ducha, con una bata negra cubriendo su cuerpo. De forma inútil había anudado el lazo a través de su cintura para mantenerla en su lugar, porque si Horacio hablaba enserio con eso de querer llegar más lejos, este acabaría por quitársela de todas formas.

Detuvo el camino de sus pies descalzos y se apoyó en el último muro que lo dividía del menor, en iguales condiciones que él. Sin embargo, Horacio había optado por cubrirse con una toalla.

"Creo que fallé", se dijo el rubio, sintiendo su cuerpo descoordinado de tan solo pensar en repetir lo que había hecho en su ayer. Todo llegaba a su cabeza como una avalancha: el placer, la sombra de las manos de Horacio sobre su cuerpo, los dedos intrusos en su interior y el tacto hirviente de la intimidad de este entre la parte más tierna de sus muslos. Le había gustado, quería repetirlo también. Como Horacio, quería llegar más lejos.

¿En verdad estaba tan mal quererlo? Algunas veces creía que con Horacio nada podía estar mal, que con él todo era tan contundente, que no podía ser de otra forma. Con eso en mente, un suspiro decidido escapó de sus labios.

Horacio reaccionó desde la cama al escucharlo. La cercanía y el silencio total lo delató de su posición. Comenzó a entrar en pánico, pero entonces el menor le sonrió, con esa boca que tantas veces había probado ya, y le extendió la mano, como haciéndole una invitación para que terminara de dar el último paso que creaba una brecha entre ambos, tanto literal como figuradamente.

Gustabo se despegó del muro y apretando sus labios en una línea delgada, como si estuviera haciendo un puchero agónico, se acercó para tomarla. Sacando fuerzas de donde no las había, se dejó guiar por Horacio, quien en esos momentos era la brújula que lo hacía perder el sentido pero que al mismo tiempo le indicaba el rumbo, como si supiera que se encontraba perdido sin saber cómo hacer surgirlo todo. Con suavidad se sentó a la orilla de la cama, dándole la espalda.

Horacio lo soltó y se irguió desde su posición, moviéndose para quedar más cerca. Gustabo lo supo, adivinó el calor de sus brazos rodeándole incluso antes de que llegara en verdad. También sintió que a parte de abarcarlo, enterraba el rostro en el inicio de la curva de su espalda.

—Gustabo —le llamó, entre susurros.

—¿Hmm?

—¿Qué tan lejos quieres que llegue? —le preguntó—. ¿Frente a qué visión estoy?

—Yo... —el rubio curvó sus labios en una mueca tentativa—, déjame pensarlo.

『GUSTACIO +18』ESTOICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora