Prueba 4: PALABRAS

3.6K 361 194
                                    

El "hermano" pequeño, al que quiero y extraño

『El "hermano" pequeño, al que quiero y extraño』

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.෴.

Al bajar del auto, Gustabo apresuró el paso para abrir su remolque. No sabía como, pero no dejaría que Horacio viera su desorden tan de cerca, o que se topara con las cosas que guardaba con tanto recelo. Tras entrar, cerró la puerta. Aprovecharía que el menor estaba explorando la pista de motocross abandonada para afianzar sus efectos personales. 

Comenzó por las cosas que había empujado bajo su cama el día que su paradero fue descubierto. Agarró una bolsa de basura del dispensador y metió todos los papeles que pudo, algunas cartas a mano que recibió (otras que escribió y nunca entregó) y su oso de peluche que utilizaba para dormir. También metió una muñeca de trapo extraña y quizás un poco amorfa; la hizo en las terapias ocupacionales y le quedó así. Pero, como era trabajo duro y acabó agarrándole cariño a su obra, incluso le puso nombre: Samantha. Metió la bolsa en una caja de cartón de mudanzas que Horacio había conseguido de camino y sobre la superficie dobló la cobija deshilada con la que se protegió del clima en los últimos meses. Siguió con el cojín y, al terminar de hacerlo, Horacio tocó la puerta.

—¿Gus?

—Ya te abro, espera. 

Quitó el cerrojo, que crujió y se trabó, porque estaba oxidado.

—Vale, ¿qué era lo que necesitabas?

—Ya lo empaqué, lo demás no sé si debería conservarlo —confesó, dando un vistazo a su alrededor—, en tu casa hay de todo y como no puedo quedarme con el remolque, pues...

—Bueno, en mi casa hay un estacionamiento grande, ¿sabes? Podemos manejarlo hasta casa y parquearlo ahí, si quieres.

Gustabo no creía que eso fuera buena idea. Si tenía el remolque tan cerca de su alcance, algún día podría agarrar el volante y perderse por la carretera, irse de verdad. Conocía sus debilidades y que el cargo de conciencia muchas veces podía hacerlo actuar sin pensar.

—Alguien más puede ocuparlo para vivir, otros lo necesitan más. Voy a ponerlo en venta, o a donárselo a alguien —respondió, abrazando su caja y llevándola al asiento trasero del auto.

Horacio notó un destello de culpa en sus ojos azules, pero no le preguntó al respecto. Pensó que estaba triste por dejar su casa (si es que a esa pocilga se le podía considerar como tal), y también en que a Gustabo las mudanzas nunca le habían gustado. Se puso manos a la obra para sacar las bolsas de basura que había tiradas y el sillón sucio con roturas por donde sobresalían resortes. Si el más bajito pensaba venderlo, tendría que verse mínimamente decente.

『GUSTACIO +18』ESTOICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora