Capítulo 3: Sexy tentación.

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Un par de minutos después de que Poppy se fuera a villa Pop Ramón se dirigió a su habitación con Rick caminando tras él.

—Rick —Ramón habló con voz firme lo cual causó un respingo en su pequeño sirviente.

— ¿Si, su majestad? —Rick vio como Ramón ingresaba a su habitación y le dirigía las últimas palabras antes de cerrar la puerta.

—No quiero que nadie me moleste, saldré cuando Poppy haya regresado —Rick hizo una reverencia y Ramón cerró la puerta.

—Al fin solo —Ramón se dirigió a una pared de su habitación, pulsando un botón que simulaba un tornillo, abrió un compartimento donde la guitarra descansaba en un pedestal junto a muchas cajas y cosas de color rosa que sobresalían de estas, se dirigió hacia la guitarra y la tomó en sus manos, al sostenerla sintió un poder embriagador que lo extasiaba, el dolor y la pesadez de su propia existencia desaparecían dejándolo tendido en su cama, perdido en un estado de seminconsciencia, esa sensación era adictiva y placentera, cualquier culpa o dolor que pudiera tener se iba, arrullándolo y dejándolo en una especie de coma, quería dormir siempre y no sentir dolor nunca más, mientras más tocaba la guitarra más sentía como si su mente se fuera a otro mundo y dejara de lado toda sensación física, mientras su mente se perdía cada vez más la guitarra brillaba con intensidad, se mantuvo así por una considerable cantidad de tiempo hasta que la imagen de Poppy cruzó su mente, la guitarra le mostró a Poppy volviendo al castillo en su moto, abrió los ojos sintiendo un golpe de felicidad provocando que la guitarra pierda su brillo— ¡Ya llegó, sabía que volvería! —Ramón devolvió la guitarra al pedestal y cerró la pared, corrió a la puerta dando brinquitos de alegría, no sin antes mirarse al espejo y asegurarse de que se veía bien, salió de su habitación hacia la entrada para recibir a Poppy.

—Me alegra que llegaras, ¿Tienes hambre? ¿Quieres descansar? Ya mandé a preparar una habitación para ti —sus ojos se iluminaron al verla y cualquier sentimiento negativo que tuviera se desvaneció, quiso correr a besarla pero se contuvo, fue hacia ella esperando el rechazo que le mostró esta mañana pero no fue el caso.

— ¡Hora de abrazar! —En lugar de rechazo Poppy se arrojó cariñosamente a los brazos del rockero, sus pequeños y delicados brazos no daban abasto al gran cuerpo que ahora tenía Ramón.

— ¡Wow! ¿A qué se debe ese abrazo? —Ramón rodeó el pequeño cuerpo de la reina pop correspondiendo al abrazo con mucha alegría, ella elevó su vista hacia el para mirarlo con una sonrisa.

—No es nada, creí que fui muy agria esta mañana así que quise disculparme, soy una pop después de todo y debemos ser amigables —El rockero devolvió la sonrisa a la joven reina, la pequeña llama de esperanza que se negaba a morir en él se avivó un poco más.

— ¿Ya recordaste quien soy y cuanto nos amábamos? —El rockero intensificó el abrazo haciéndolo más íntimo y profundo, por unos instantes su alma se llenó de una gran esperanza, ¿En serio ella había recordado quien era él y el profundo amor que un día compartieron? Su corazón latía fuerte en espera de la respuesta.

— ¿Qu...? —Poppy sintió las manos de Ramón recorrer su espalda con una peligrosa mezcla de deseo y delicadeza— ¡Wow amigo cálmate! —Poppy se apartó deprisa —Cálmate, no es que recuerde todo, pero soy una troll y mi deber es ser amigable, así que ¿Amigos? —Poppy extendió su mano ofreciéndole amistad, el rockero la vio y cualquier esperanza que hubiese nacido murió en ese mismo instante.

—Oh... Amigos —no era la respuesta que el rockero esperaba pero al menos ya no huía de él, era un buen inicio—, está bien, come algo y luego descansa que lo necesitas.

En una mesa de tamaño considerable los dos se hallaban comiendo, los cocineros y meseros veían atónitos tal escena, el emperador absoluto jamás... ¡JAMÁS! Comía acompañado, odiaba el ruido y los malos modales y pobre de aquel que era visto comiendo como un cerdo, por el contrario ella comía como si no hubiera un mañana, y la cereza del pastel, el emperador parecía extasiado al verla, como si lo que tuviera en frente fuese un tesoro efímero que podría desvanecerse en cualquier momento.

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