Masajes

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Teresa suspiró, sentándose pesadamente en el sillón y bufando. A su lado, Patrick pasó un brazo por encima del hombro e inmediatamente su novia se apoyó contra él. Ella sonrió. Es la primera vez en una semana que se sentía relajada, al menos su mente, después de un caso bastante difícil. Estaban cenando unos sándwiches mientras miraban la televisión, disfrutando al fin la calma, sin tener miedo de que suene el celular para informar que el caso se complicó. Había sido una semana difícil, pero finalmente atraparon al culpable.

Luego de un tiempo, Teresa se levantó a buscar algunos refrescos y, para si novio no pasó desapercibido el pequeño gesto de dolor que hizo cuando se paró erguida. La siguió con la mirada y notó como su novia se frotaba el cuello, tratando de calmar algo del dolor que, él sabía, estaba sintiendo. Cuando ella volvió, dejó dos cervezas en la mesita de café y se acercó a él. Patrick la envolvió con sus brazos en la cintura y se besaron un momento, luego ella se acomodó en su regazo, con la espalda en su pecho. Él seguía con sus brazos en la cintura, sus dedos se entrelazaron mientras miraban la película que acababa de empezar.

-Amor. -La llamó él.

-¿Mmmh?

-¿Quieres unos masajes?

Ella volteó un poco su cabeza para mirarlo y enarcó una ceja mientras reía. -¿Un masaje?

Él también río. -No, no, no de esa forma. Hay más cosas que el sexo, Teresa.

-No cuando se trata de tí y tus masajes. -Dijo, con un poco de rubor en sus mejillas, recordando cómo habían terminado sus masajes la última vez.

-Es que... no puedo resistirme. -Le pasó las manos por los muslos apretándola un poco, jugueronamente. Ambos rieron y se besaron un momento.

-En serio, ¿quieres un masaje? Sé que todo tu cuerpo está tenso, el estrés del caso hizo estragos. Prometo no hacer nada indebido... -Hizo una pausa y bajó la voz. -Bueno, al menos que tú quieras.

Teresa se río y puso los ojos en blanco. -Ok, solo masajes, Jane. -Le advirtió mientras se acomodaba en el sillón.

Patrick comenzó sus masajes con suaves apretones en los hombros, buscando los nudos, trabajando en ellos hasta deshacerlos. Gradualmente, Teresa comenzó a sentir que todo el estrés, todas las preocupaciones y cargas abandonaban su cuerpo, no sólo las del caso, sino aquellas que tenían que ver con su familia.

Una llamada hace unas semanas atrás la había dejado tan preocupada por su hermano Jimmy, pensando que estaba otra vez jugando póquer con personas peligrosas. Patrick la había escuchado e intentado ahuyentar sus inquietudes, lo cual la hizo sentir mejor, pero aún así no dejaba de pensar.

Gimió agradecida cuando sintió los ágiles dedos de su novio desatar un nudo que, pareciera, estaba hace años allí. Sus dedos hacían maravillas en su espalda y hombros, desarmando cada nudosidad, deshaciendo todo el estrés, relajando todos sus músculos. Pensar que esos dedos también pueden hacer maravillas en otros lugares más ocultos... No, Teresa, no. Ella no quería que esto termine en otra cosa... bueno, no tenía nada de malo, pero quería disfrutar de un masaje, nada más. Y sabía que él pensaba lo mismo, esto no era algo con fin sexual, era simplemente su novio haciéndole un masaje con el fin de hacerla sentir mejor. Es por eso que descartó los pensamientos sucios para más tarde.

Patrick adoraba tocar la piel de su novia. Dios, ¡era hermosa! La piel de Teresa era tan suave al tacto, cedosa, blanca y llena de pecas. Amaba sus pecas, eran constelaciones en su propio cielo llamado Teresa Lisbon. Y sí, sonó demasiado cursi cuando se lo dijo, pero a ella no le importó, no cuando sus cuerpos estaban conectados y ellos sin aliento. Había un pequeño cúmulo de pecas en su hombro izquierdo, casi llegando a su nuca, que lo volvía loco. No se pudo resistir, ni cuando los vio por primera vez, ni ahora, ni nunca, y los besó.

-Jane. -Trató de sonar enojada, pero le salió en un suspiro y pareció más una súplica que otra cosa. Sin embargo, su novio la entendió bien.

-No me pude resistir, es mi debilidad.

-Bueno, deja de ser débil. - Que me debilitas a mí, quiso agregar, pero decidió guardarlo para ella.

-Lo siento. -Se rió. -Ya casi termino.

Unos minutos después, Teresa se sentía increíblemente bien, relajada y libre de tensiones. Suspiró profundo en agradecimiento cuando notó que su novio había alejado sus manos de ella, pero cuando se estaba por mover, Patrick volvió con sus dedos mágicos, esta vez en su nuca. Gimió de sorpresa y placer, y minutos después sonrió cuando los dedos pasaron a sus sienes.

-Se siente bien. -Dijo ella. -Me pregunto cómo sabías que tenía dolor de cabeza.

-¿Tenías dolor de cabeza? -Fingió sorpresa. Ella se río.

-Claro, como si no lo supieras.

Continuó unos minutos más hasta que se sintió satisfecho con el resultado: su novia relajada, sin estrés y sin preocupaciones.

-¿Y qué te pareció? -Le preguntó cuando ella se movió en su regaze de costado para quedar abrazada a él. -Me porté bien, ¿no?

Ella se río entre dientes. -Sí, fuiste un buen niño. ¿Quieres tu premio?

Él arqueó una ceja y sonrió. -¿Había un premio?

-Déjame pensar. -Lo besó lenta y tiernamente.

-Si ese es el premio, quiero que me premies todo los días. -Dijo, riéndose y contagiádola.

-Eso era la vista previa. ¿Qué te parece si vamos al cuarto? -No le dio tiempo a responder, porque volvió a atacar su boca.

Llegando a la habitación, riendo y besándose, Patrick la giró y la abrazó por detrás, salpicando besos por su cuello.

-Te amo, Jane. -Le susurró, moviendo su rostro hacia él. Se miraron unos instantes, respirando el aliento del otro, sus narices rozándose.

-Te amo, mi princesa enojada. -Sonrieron y, besándose, se fueron acercando a la cama.

The Mentalist ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora