La Verdad

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La comida del restaurante lujoso al que la había llevado era exquisita pero no pudo probarla. Lisbon apenas comió algunos bocados sin saborearlos. Realmente no tenía ganas de salir con él, menos cenar en un restaurante y mucho menos comer esta comida tan refinada. Desearía estar comiendo unas hamburguesas con mucho queso y unas cervezas, charlando de cualquier cosa, o tal vez mirando una comedia romántica en la televisión, ija! Seguro Jane se burlaría de ella. Jane. ¿Qué estaría haciendo? Después de su almuerzo en Il Tavolo Bianco, no volvieron a hablar, pero le gustaría revivir esa charla. ¿Qué es lo que una chica quiere oír? Bueno, no podía hablar por las chicas en general, pero sabía muy bien lo que ella quería oír. Si tan solo hubiera tenido el valor para decirle...

-¿Teresa? -Su novio, Marcus Pike, la miró preocupado. Ella parpadeó y sacudió la cabeza.

-¿Eh? Perdón, ¿qué dijiste?

-Te pregunté si encontraste alguna casa en DC que valga la pena... pero, ¿estás bien? Estás distraída.

-Oh, sí, estoy bien. -Mintió. -Solo estoy un poco cansada.

-Entiendo. ¿Quieres que te lleve a casa? Pediré el postre para llevar.

El viaje de regreso fue silencioso. Pike trató de hacerla sonreír con algún chiste ridículo pero solo consiguió una mueca. Lisbon miraba por la ventana y no podía dejar de pensar en Jane. Deseaba tanto que él fuera quien la llevara a casa, qué él fuera quien la invitara a cenar, que él fuera quien la hiciera reír. Sonrió por inercia. En muchas ocasiones en el CBI, ella se enojaba por sus trucos para resolver los casos y al final del día siempre la hacía sonreír contra su voluntad; o algunas veces, mostraba algún signo de tristeza en su rostro y él siempre hacía algo para sacarle una sonrisa. Esos tiempos eran buenos, y era irónico pensar eso porque había un asesino serial acechando, pero las cosas entre ellos eran mejores.

Ahora todo era más complicado.

El motor del auto se apagó y se dio cuenta que habían llegado a su casa. Miró a su pareja, quien la observaba expectante, esperando tal vez una invitación a pasar la noche. Era muy caballero en eso. Al contrario de Jane que ya estaría abriendo la puerta con un alfiler. No, basta, Teresa, debes dejar de compararlo con Jane.

-Gracias por la cena. -Le sonrió.

-Nada que agradecer.

Pike acarició su rostro y se acercó para besarla. Ella realmente no quería, pero no podía rechazarlo. Sin embargo, antes de que el beso se profundizara, ella se alejó, apenas unos centímetros de sus labios y le sonrió tímidamente.

-Lo siento Marcus, yo... realmente estoy un poco cansada.

-Lo sé, disculpa, no quería incomodarte. -Él se alejó completamente, sonriendo, tratando de ocultar su decepción y fallando. -Toma, llévate el postre, espero que no se haya derretido.

-Gracias. Buenas noches Marcus.

Luego de una ducha larga y relajante, se vistió cómoda, con una camiseta larga y un pantalón corto, y se preparó para pasar lo que quedaba de la noche tomando helado y mirando lo que sea en la televisión. No era lindo admitirlo pero ese plan era mucho más atractivo que estar con Marcus. Solo faltaba una cosa para que sea perfecto. O más bien, alguien.

Suspiró ofuscada. El maldito había ocupado sus pensamientos toda la noche, era momento de detener su mente y distraerse con otra cosa. Encendió la tv, y se encaminó hacia la cocina cuando sonó el timbre. Puso los ojos en blanco. No podía ser Marcus, ¿qué no entendió que estaba cansada? Pero frunció el ceño cuando sus instintos policiacos se encendieron. Tal vez había pasado algo malo. Con cautela, se acercó a la puerta y comprobó quien era su visitante por la mirilla. Jane. No podía ser. Abrió la puerta y allí estaba, con esa hermosa sonrisa que la enamoraba tanto.

The Mentalist ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora