La Marca

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La voz distorsionada del otro lado del teléfono le congeló la sangre. Su mente permaneció en blanco por un segundo y luego se agitó en una tormenta de pensamientos, uno tras otro perforando su ser como un cuchillo.

El celular cayó haciendo un ruido sordo que no escuchó. Su respiración se alteró considerablemente, su corazón se contrajo, su garganta se apretó, miró sus manos temblorosas, sudadas, y en el fondo de su mente, registró que estaba por tener un colapso.

Él la tiene. Él la tiene y la va a matar. No. No puede ser. No otra vez. No ella.

Miró el suelo con ojos nublados, sintiéndose débil, consciente de que estaba por desmayarse. Desmayarse. No. Tenía que encontrarla. No podía dejarla a su suerte. Con una fuerza de voluntad que no sabe de dónde salió, logró enfocarse, miró desesperado hacia todos lados, buscando a la persona que más podría ayudar en este momento, Van Pelt. La vio en la cocina, preparándose un café y rápidamente, levantó el celular, para luego caminar hacia ella.

-Grace, rastrea a Lisbon, ya. Red John la tiene, Red John la secuestró. -Dijo frenéticamente, sin poder controlarse.

-¡¿Que?! -La agente pelirroja se puso pálida pero se recuperó al instante y olvidando su café, le quitó el celular bruscamente.

Al instante, Grace estaba tecleando furiosamente en su computadora.

-¡Maldición! No puedo rastrear la maldita llamada.

-¡Grace, Grace, por favor, debemos encontrarla! -Suplicó.

Sin decir palabra, Van Pelt se dirigió hacia la oficina de su jefa, seguida de Jane. En el escritorio, la computadora estaba encendida y en la pantalla se reflejaba una ubicación. Ella frunció el ceño.

-Estaba mirando la ubicación de Partridge.

-¡Está allí! -Afirmó con fervor.

Grace inmediatamente llamó a la policía, para luego llamar a Cho y Rigsby. Él memorizó la dirección en dos segundos y se fue corriendo.

Apenas pudo salir del CBI sin pasar por encima la reja del estacionamiento. Su mente iba a mil por segundo, pensando, imaginando todos los horribles escenarios posibles en los que encontraría a Lisbon. La adrenalina y el miedo corrían por sus venas en partes iguales y podía sentir el latido de su corazón en las sienes.

Habrá cruzado varios semáforos en rojo pero eso nunca le importó y menos ahora, con ella en peligro, así que las sirenas que lo perseguían podían irse al demonio.

Llegando al lugar, frenó en la casa y apenas registró que las sirenas eran de Grace. Él entró corriendo, ignorando la oscuridad y el olor putrefacto que lo recibió. Sus sentidos no funcionaban, solo tenía una cosa en mente: encontrar a Lisbon.

De repente, una paloma salió volando desde una habitación, asustándolo momentáneamente y frunció el ceño, confundido. Siguió al ave hasta que sus pies pisaron algo pegajoso. Sangre. Su corazón dio un vuelco. Caminó, siguiendo el rastro y lo encontró.

-Partridge. -Anunció Grace, quien lo alcanzó a tientas en la oscuridad de la casa. Ella se agachó, comprobando con la mirada lo que supuso: Red John había hecho esto.

Jane la dejó atrás, atraído por una puerta, al fondo de la casa, que estaba entreabierta. Y allí la encontró.

Reconoció al instante su cabello, la figura de su cuerpo, su ropa, aún en la oscuridad, porque él la conocía más que nadie, estaba seguro de eso. Corrió hacia ella y se arrodilló para verla de cerca, entonces vio la marca.

Su corazón se apretó en su pecho. La marca de Red John, la firma de sus crímenes, la bienvenida a la escena sangrienta que siempre acostumbraba a dejar, estaba allí, pero no en la pared, esta vez cambió el patrón. La cara sonriente hecha con sangre estaba sobre ella. Lisbon, su Lisbon, su amiga, su confidente y la persona más importante de su vida fue marcada por Red John. Y eso solo podía significar una cosa.

The Mentalist ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora