Cosas Malas Contigo

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Le había dicho que lo amaba.

Se había sentido tan bien escuchar eso.

Si algo aprendió en todo este tiempo, es no dar por sentado nada, sobre todo en torno a Lisbon. Puede que la conociera hace años y podría predecir algunas cosas, pero cuando se trataban de sentimientos, era impredecible. Casi la pierde por ese motivo, dar por sentado sus sentimientos, decisiones y actitudes. Ella era un acertijo para él, ¡y cómo le gustaban los acertijos!. Todavía seguía siendo un misterio para él, y le encantaba el misterio.

Pero le dijo que lo amaba y le aceleró el corazón. Tenía tantas ganas de escuchar eso, que cuando lo dijo, quería llevarla al cuarto de hotel y hacerle el amor de mil maneras, pero claro, no podían, y se mantuvo controlado durante toda la fiesta.

Ahora quería perder el control.

Ya en el taxi, comenzó a provocarla. Él tomó su mano, acariciándola suavemente con el dedo pulgar, pero no lo hacía de forma cariñosa o dulce, sino de una manera completamente distinta. Lisbon no sabía cómo, pero Jane hacía que un gesto dulce se convirtiera en algo sexual, y eso es justamente lo que estaba haciendo con su caricia aparentemente inocente.

Ella lo miró y le sonrió, mordiéndose el labio inferior para darle a entender que estaba comprendiendo lo que estaba haciendo, que le gustaba y que también quería llegar y hacer el amor.

Luego de unos minutos, Jane dejó de acariciar su mano y llevó sus atenciones al muslo. Ella se movió incómoda en su asiento y le lanzó una mirada de advertencia, la cual él solo respondió con una amplia sonrisa.

-No me sobrepasaré, menos en público. -Le susurró al oído mientras la abrazaba. Ella solo resopló y sonrió divertida. -Pero si me permites, cuando lleguemos... te haré el amor tantas veces esta noche hasta que me pidas que me detenga. -Lisbon sintió su aliento caliente erizándole la piel. -Y si me permites, te haré el amor en la cama, en la ducha... -Suspiró y acarició su muslo. -Contra la pared.

Jane notó que su respiración se le aceleró visiblemente, su pecho subía y bajaba rápidamente. Sabía que estaba teniendo un efecto en ella y siguió presionando sus botones.

-¿Te gusta contra la pared? -Le susurró y mordió el lóbulo de su oreja.

-Jane. -Le advirtió mitad enojada, mitad excitada. Él sonrió y se alejó un poco solo para ver a una Lisbon sonrojada, tanto por enojo como por excitación. Jane solo esperaba que, cuando llegaran al hotel, prevaleciera lo segundo.

Cuando bajaron del taxi, caminaron tomados de la mano hacia el ascensor y esperaron en silencio. Cuando llegó, se adentraron y una vez que las puertas se cerraron, Lisbon atacó. Atrapándolo contra la pared, su mano salió disparada hacia el sur de su novio, y su boca chocó contra él, iniciando un apasionado beso lleno de pasión, sorpresa y jadeos. La chaqueta del traje, que sostenía en sus manos, quedó desparramada en el suelo.

-¡Lisbon! -Chilló sorprendido.

-Esto... -Acarició su miembro de manera ruda. -es lo que obtienes por provocarme en un taxi. -Y dicho esto, se alejó. -Tienes prohibido tocarme hasta que lleguemos a la habitación.

Jane la miró confundido hasta que las puertas se abrieron y una familia de tres personas subió al ascensor. Al instante levantó la chaqueta y como pudo, cubrió su parte inferior. Todavía quedaban algunos pisos para llegar y él intentó, con respiraciones y pensando en otra cosa, calmar a su amigo del sur. Cuando por fin llegaron y pudieron bajar del ascensor, Lisbon estalló en carcajadas mientras él suspiraba profundo.

-Eres una mujer mala, Teresa. -Dijo mientras tiraba la chaqueta en la silla más cercana y comenzaba a sacar algunas bebidas.

-Yo no fui la que te provocó en un taxi. -Dijo mientras se quitaba las sandalias.

-Creí que la venganza era solo un hábito mío. -Él caminó hacia el sillón y le pasó un vaso de cerveza, para luego sentarse a su lado.

-Parece que también aprendí eso de tí. -Ella se río y tomó un sorbo de su bebida, la única que pudo tomar porque Jane le quitó el vaso de la mano y la colocó en la mesita frente a ellos.

Acercándose a ella, la tomó de la cintura y la besó lentamente. Lisbon correspondió al instante, abrazándolo por el cuello, y luego, cambiando de posición, se colocó a horcajadas sobre él, haciendo que su vestido se subiera hasta más arriba de los muslos.

-¿Y bien? -Ella sonrió al sentir su excitación. -¿Me dijiste que haríamos el amor en... dónde?

-Te dije que si tú me lo permitías.

-Entonces ¿me estás pidiendo permiso? -Ella se movió un poco, haciéndolo gemir. Era increíble lo que ambos estaban sintiendo y todavía estaban vestidos.

-Sí, te pido permiso para que poder hacer cosas malas contigo.

-Mmm, déjame pensarlo.

Lisbon lo besó con pasión. Jane colocó las manos en sus piernas y comenzó a subir por debajo de su vestido, sintiendo su piel caliente. Sus dedos comenzaron a acariciarla mientras el beso se calentaba más y más, los jadeos y respiraciones aceleradas se hicieron presente, y sin más preámbulo, la despojó de su prenda. Por su parte, él ya no tenía chaleco, y su camisa estaba a medio desabrochar. Rompieron el beso para respirar, separándose apenas centímetros uno del otro.

-Entonces, ¿me permites hacer el amor en todos los lugares que te prometí?

-Jane, sabes que no soy una chica mala, pero hago cosas malas contigo.

Y sin más que decir, dieron rienda suelta a sus fantasías más salvajes.

Lisbon fue la primera en despertar. Se quedó unos minutos mirando a su novio, al amor de su vida. Lo amaba, ¡Dios, cuánto lo amaba! Había tanta historia entre ellos, tantas cosas que pasaron, pero nada pudo arrancar ese amor que nació sin querer, de una amistad. Trabajan juntos, desarrollan sentimientos dijo una vez Hightower, refiriéndose a Grace y Wayne, pero quién iba a decir que esa frase encajaría también para ella y Jane. Pero aquí están, en una cama de hotel, agotados, luego de una de las noches más largas y calientes de su vida. Lo hicieron en todos los lugares que prometió Jane, en diferentes posiciones, duro y rápido, suave y lento, y lo disfrutó, cada momento.

Pero ahora estaba en controversia.

Yacía en el baño, con las pastillas anticonceptivas en sus manos. Ella sabía que si no tomada la pastilla, tal vez, quedaría embarazada. Un bebé de Jane. El día anterior lo había visto actuar con sus sobrinos, así como lo había visto tantos años atrás con niños ligados a los casos, pero esto era diferente. Verlo con los ojos iluminados mientras jugaba con los niños movió todo dentro de ella, sacando a flote aquel sueño que había enterrado hace mucho tiempo. Ella quería ser madre y quería que el padre de sus hijos sea Jane.

¿Sería ético no tomar las pastillas sin decirle a Jane? Y algo más importante, ¿él estaba listo para formar una familia nuevamente? ¿Qué pasaría si ella concebía? ¿Cuál sería la actitud de Jane? ¿Se asustaría? ¿Huiría? Mucha preguntas pasaban por su mente, sin ninguna respuesta.

Hasta que recordó algo.

En medio de un momento de pasión y amor, sus cuerpos húmedos y sus bocas entrelazadas, Jane rompió el beso solo para decirle:

"Contigo quiero todo."

Y ella sabe no fue un delirio entre la bruma de la pasión, tampoco esas cosas que se dicen por decir. Ella sabía que era sincero. Todo era todo, un anillo de bodas, una casa, un perro, un gato, un hijo. Suspiró profundo. Estaba soñando demasiado, pero nunca era demasiado con Jane.

Tomando una decisión, guardó las pastillas y salió del baño, sonriendo mientras ya imaginaba al pequeño o pequeña con el cabello rubio rizado y ojos verdes, o cabello negro y ojos azules.

The Mentalist ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora