Capítulo XIII

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E

stábamos en el comedor de la escuela, Ryan, Lucas y yo nos sentábamos solos. 

Era genial, nadie interrumpía.

—Díganme algo que quisieron tener cuando pequeños, pero no los dejaron—habla Lucas.

—Un perro—contesto—amo a los perros.

—Dulces, muchos dulces—dice Ryan.

—¿Y tú? —le pregunto.

—Apoyo con lo de la música.

—Lo tienes ahora—le digo mirándolo a los ojos.

—Sí—Aparta la mirada.

Y se me ocurre algo para no incomodar a Lucas. 

Aparte me surgió esta duda.

—¿Cuál es tu apellido Ryan?—me siento como una pésimaamiga, ni siquiera sé eso de él.

—Wilson.

—¿Cómo Leonel Wilson?—pregunto.

—Es mi padre.

—Y yo recién me entero, tienes dinero—digo sorprendida, creo que ahora entiendo el detalle de la vez pasada y el porqué siempre viste tan bien.

—Díganme algo que deseen—dice Ryan alias Chicle cambiando la dirección de la conversación.

—A ti—responde Lucas intentando que olvidemos lo que dijo antes sobre la música, por desgracia para él, yo no olvido.

—Shhh que Ellie no se entere, que se pone celosa, bobo—Lo mira de manera juguetona—. Por cierto, bebe, yo también te deseo. Raw—Con su mano hace como los gatos con su patita cuando quieres agarrar algo. Tierno.

—Bueno, hola—les digo— Estoy aquí.

—¿Te gusta mirar, Ellie?

—¿Qué?

—Porque Lucas y yo te podemos dar un espectáculo de muerte, tú solo pídelo y pum—chasquea los dedos—, lo tendrás.

—Claro, tú solo pide—dice Lucas. Pero de todas formas se acerca al oído de Ryan y susurra— Eso no, Ry Ry, solo nosotros, solo nosotros—repite y le muerde la oreja para luego reír.

¿Se gustan o es juego? A veces ni siquiera yo sé.

—Ya sabía yo que ustedes se tenían algo escondido—dice una voz dulce detrás de mí—. Por cierto, hola Ellie.

—Hola Emy—le digo.

Oh mierda.

Muy tarde me di cuenta, ella ya me había golpeado en la cabeza.

—¡Te dije que no! ¡Me llamo Emilia, no Emy!

—Perdona, perdona.

—Nada de perdona.

—Ni que les hubiera dicho a todos que te dieran un abrazo.

—Esto es igual de malo.

—Eso puede cambiar—le digo— Solo espera un minuto— Me paro de la silla y tomo aire para gritar—. Atenc-

No termino ni siquiera la primera palabra cuando una mano estaba sobre mi boca haciendo que me siente nuevamente.

—¡Cállate! ¿Quieres morir?

—¿Sí? —Nos reímos.

Cuando Emilia deja de reír me abraza, pero más que un abrazo de buena fe, es para susurrar.

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