Capítulo XVII

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—¿Sabes? Ni siquiera a tu amiga le importas, ¿te digo un secreto? Ella estaba dentro de todo esto—termina de decir con una risa.

Cállate.

—Esto era solo un juego, pero niña, no te sientas especial, no fuiste la única—se burla Domingo.

—Gracias a ti ganamos, ¡felicidades perra fácil! Serviste para algo por primera vez. El juego tiene unos ganadores, y somos nosotros—eso lo dice Román.

—Solo te utilicé para ganar, ¿te digo la verdad? Nunca te quise, ni nunca lo haré—escupe Raúl.

Yo te amaba, en verdad lo hacía.

—Fuiste una buena distracción, sonríe a la cámara—Siento un flash—Lo siento, niña, pero las evidencias dentro del juego son esenciales.

¿Qué?

Están jodidamente enfermos.

En mi vida, he tenido situaciones las cuales pegaron fuerte, aquellas marcaron un antes y un después en ésta, fueron tres y las denomino así; primer infierno, segundo infierno y tercer infierno.

Cada situación es distinta, cada una diferente de la otra, con la única diferencia que dolieron todas por igual y siguen aumentando mediante pasa el tiempo.

Creo que aún no estoy lista para hablar del segundo y el tercero, posiblemente nunca lo estaré, sin embargo, siempre intentaré salir de ahí, pero cuando existen los momentos tristes es imposible no pensar en ello, por ejemplo, ahora.

¿Estoy triste? Lo estoy.

En estos momentos odio mi decisión de alejarme de mamá y Ansel, en especial de este último, él me necesita, y yo también lo necesito a él.

Pronto es su cumpleaños y lo único que podrá obtener de mí es un mensaje.

Juro que si fuera valiente iría, pero desafortunadamente no lo soy, aquello me gana, mis miedos sobrepasan cualquier cosa, es malo, cualquier situación o inseguridad me daña el doble, ahora me doy cuenta de eso.

Es de noche, y estoy en el lugar que se volvió mi favorito.

Mi celular está a mis manos, pero esta vez no lo tiro, realmente espero que me dure, fue un lindo gesto de Ryan, él ni siquiera debía hacerlo.

Veo el lago de enfrente, está demasiado tranquilo sin el viento, me atrevería a decir que parece una obra de arte, se puede apreciar y no se mueve. Perfecto, así debería ser todo.

Amo y odio estar sola, por una parte, lo amo porque puedo estar tranquila y disfruto del silencio, pero por otra parte lo odio, porque cuando estamos relajados empezamos a pensar involuntariamente sobre cosas que no queremos, por ejemplo, yo pienso en mis supuestos antiguos amigos, ¿por qué? Supongo que es porque aún no los supero.

Quiero explicar algo, ¿tal vez mostrarlo por primera vez? No lo sé.

Todo comenzó cuando tenía dieciséis años, ahí fue cuando conocí a Raúl. Nosotros éramos de distintas clases, yo estaba en el A y él estaba en el C, por lo cual nunca tuvimos la intención de hablar hasta que a él lo cambiaron a mi curso.

Al principio todo fue lindo, fuimos directo al grano, luego de unos meses fuimos novios, pero al final se comportaba distinto, de manera agresiva, distante, odioso hasta al punto de volverlo tóxico. No me di cuenta, estaba demasiado enamorada como para notarlo. Pobre tonta.

Se preguntarán, ¿A qué se debe todo esto? Pues aquí les va.

En nuestro colegio corría el rumor de un juego, un juego perverso y cruel, todos sabían de la entretención de ciertas personas, sin embargo, nadie lo creía, tal vez sí lo hacían, pero decidían mostrar que no por miedo.

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