13. ¿Mensajes?

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Había decidido dejar que los sucesos de la noche anterior no afectaran mi día. Si esto de la sensitividad era real, supuse que eran cosas a las que debería adaptarme y mejor antes que tarde.

Tras mantener una larga charla devolutoria con mi editora me sentía renovada y con muchas energías. A todos les habían encantado los primeros capítulos y tras hacerme algunas sugerencias, que me habían parecido bastante racionales, habían aceptado mi nuevo proyecto. Ese hecho me había dado muchas más energías por lo que mientras Odín corría por toda la casa yo me había dedicado a escribir sin parar, las palabras caían como agua de manantial. Hacía mucho tiempo no me resultaba tan sencillo hacerlo.

Después de almorzar me ocupe de limpiar y cuando termine decidí llevarme un té y a Odín al estudio de mi tía. EL cachorro se hecho bajo un fuerte rayo de sol que entraba por la ventana y yo me senté en el escritorio, dispuesta a continuar leyendo los cuadernos. No soy consciente de cuánto tiempo había pasado leyendo los cuadernos de mi tía, pero recuerdo haber quitado mis narices de ellos cuando vi a Odín levantarse y acercarse despacio a la puerta del estudio. El cachorro se sentó en el umbral y se quedó observando fijamente el pasillo, su cabeza se movía de un lado a otro como si intentara comprender algo que tenía frente a sus ojos.

Con mucho cuidado cerré el cuaderno y me puse de pie, al hacerlo el sofá rechino y Odín me observo pero instantáneamente su atención volvió al pasillo, fue entonces, que comencé a escuchar los sonidos que provenían de la cocina, era como si alguien estuviera cocinando, pero yo sabía que esa no era B, ella no estaba en casa.

Camine despacio, tratando de no hacer ruido. A medida que atravesaba el pasillo y me acercaba a la sala un olor a lavanda se hacía más y más fuerte, llegue a la sala y podía sentir el sonido de alguien preparando café y olerlo desde donde estaba. Odín caminaba a mi lado, atento pero tranquilo, no parecía asustado ni alterado.

Ni bien poner un pie en la cocina todo estaba como lo había dejado, limpio y ordenado. Todo menos la taza de café favorita de mi abuela. Una que yo le había pintado cuando era pequeña, en ese momento un frio recorrió mi cuello y el olor a lavandas me rodeo. Los ojos se inundaron de lágrimas y sentí como si alguien colocara una mano cálida en mi pecho, se sintió familiar.

— ¿Abuela?— pregunte con la voz anudada en mi garganta.

Nadie respondió y el aroma se desvaneció. Pero no necesitaba una respuesta, esa sensación cálida, sabía que era ella.

Odín ladró y comenzó a mover su cola.

— ¿Era la abuela verdad?— me agache para acariciar su cabeza— ¿Qué tal si nos vamos a comprar una correa y después salimos a dar un paseo?— pregunte como si el entendiera algo de lo que decía.

Lo que me había sucedido en la cocina había renovado mi humor, no era que antes me sintiera mal, pero sentía que ese hecho había removido algo en mí. Me había hecho sentir, por primera vez, que mi abuela estaba realmente ahí.

Los BendecidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora