21. Somos muchos

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En la noche Fausto nos había invitado, a mí y a sus padres, a cenar en el Restaurante de Magdalena, nunca lo había visitado pero sabía que era un lugar bastante caro que contaba con dos estrellas Micheline por lo que solía llenarse de turistas y siempre había que hacer una reservación.

Esa noche Belén me había prestado un vestido negro que no era muy corto, como la mayoría de los que yo tenía, pero tampoco me hacía parecer una señora mayor, como eran los otros que tenía. Según Fausto estaba preciosa pero siempre lo dice, hasta cuando me levanto despeinada y con las peores fachas que tengo para dormir.

Llegamos al lugar que era muchísimo más lujoso de lo que suponía.

— Que hermoso Fausto...— comentó Carmen sujetando mi brazo.

Sonreí y ella devolvió mi sonrisa. La mujer era dulce, debió de ser una madre muy amorosa y creo que aún lo es, mira a su hijo con tanto amor y orgullo...

Fausto nos anunció y una chica vestida con un elegante conjunto negro y blanco nos acercó a una mesa y nos tomó el pedido de bebidas.

— ¿Por qué decidiste mudarte aquí Morana?— pregunto el padre de Fausto en cuanto nos acomodamos en la mesa.

— Bueno— suspire y mire a Fausto que sonrió— Mi vida era un caos en Buenos Aires mi única familia, Eleanor— note que ambos asentían ¿Acaso la habían conocido?— había fallecido, mi ex pareja— me sonroje pensando que tal vez no era bueno contar estas cosas— me había engañado y, la verdad es que, Buenos Aires es hermoso pero es un caos vivir allí...

— Es muy diferente la vida aquí...— comento Jorge con una delicada sonrisa— me sorprende que siendo tan jóvenes no prefieran el caos de la ciudad.

Ambos nos miramos y sonreímos— supongo que somos especiales papá— respondió mi novio.

— Ya lo creo— comento Carmen viéndonos con una enorme sonrisa— Eleanor ¿era tu tía verdad?

— Tía abuela, era la hermana de mi abuela...

— Que mujer encantadora...

— ¿La conocieron?— pregunte entusiasmada.

— ¡Claro que sí!— la mujer dio un sorbo a su copa de vino y miro a Fausto— ella fue como una abuela para Fausto y para mí como una amiga, me encantaba hablar con ella cada vez que visitábamos a mi hijo, teníamos edades muy cercanas y nos entendíamos muy bien...— me quede observando a Carmen, es extraño porque parece ser una mujer mucho más joven que mi tía Eleanor, tal vez unos diez años menos, o un poco más...— Sé que te estarás preguntando mi edad— comento sonriendo y asentí avergonzada— Tengo setenta y cinco años...

— ¿De verdad?— su confesión me impacto— Increíble...— realmente no los aparentaba

— Mi esposa es la única mujer, que conozco, que dice con orgullo su edad...— comentó Jorge llevando la mano de su esposa a sus labios y besándolos.

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