36. Amigos cercanos II

12 2 2
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


El sábado Fausto había preparado un desayuno exagerado. Había comprado muchas cosas en la pastelería de B, también había frutas, jugos, demasiadas cosas para alguien que apenas desayuna un café y una galleta.

— Odio que no duermas conmigo...— atrapo mi cintura ni bien puse un pie en la cocina.

Esa habitación ahora me hacía sentir extraña, no sentía nada en ella y eso era lo que me preocupaba.

— ¿Basta?— me pregunto dejando un casto beso en mis labios.

— No me pasa nada...— me solté de su agarre y me senté en la mesa.

— No entiendo Mora...— se sentó pesadamente a mi lado— Érica es mi mejor amiga, creo que hasta sabe el talle de ropa interior que uso, salimos a cenar solos, me visita y yo a ella, pero te molesta Isla con la que no comparto nada.

— Adoro a Érica y que sepa tu talle de ropa interior me importa una mierda— respondí sin siquiera mirarlo mientras untaba una tostada con mermelada, le daba un mordisco— porque confió en Érica y confió en vos cuando estas con ella— hable con la boca llena y trague casi sin masticar— pero cada vez que estas cerca de Isla no podes... no podes simplemente ignorarla— Suspire— No la conoces de nada y parecen conocerse demasiado...— me quede en silencio un rato— No entiendo como podes disfrutar pasar tiempo con ella, es una mujer extraña, cuando se sentó en la mesa ayer, solo te veía a vos, solo hablaba con vos, es como si en su mundo no existiera nadie más...

— Bueno...— comento sorbiendo su café— sé que esto no te va a gustar, pero tenemos una relación adulta, el miércoles es el cumpleaños de Isla y me invitó— en ese momento esculpí mi café y baje la taza con mucho cuidado.

— Mañana salimos para Buenos Aires...— comente al borde de un ataque de nervios.

— Pensé que podíamos dejarlo para la próxima semana...

No necesitaba escuchar más. Me puse de pie y camine hacia el cuarto.

— ¿Qué haces?— pregunto cuando llegó a la habitación y me vio armando un bolso.

— Me voy— respondí sin siquiera mirarlo.

— ¿No te parece que estas siendo un poco inmadura?

Me di vuelta furiosa y clave mis ojos en los suyos — ¿Por qué no te vas un poco a la mierda? ¡Teníamos planes vos y yo! ¿Y ahora por el cumpleaños de esa mina los vamos a modificar?— Camine hasta pararme frente a él— ¡Ándate a la mierda Fausto!

Pase por su lado y llame a Odín, mientras sacaba la correa del perchero.

— ¿Dónde vas?

— A mi casa, tengo una... no necesitas hacer caridad conmigo.

Los BendecidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora