20. Zapatillas

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Esa noche Isidora se fue de casa habiéndome dado clases, magistrales, sobre protección, simbología y todo lo que creía que necesitaría saber para poder superar esos momentos de debilidad que mi inexperiencia me hacían vivir.

Para este punto estaba un poco confundida. Tenía miedo, un miedo asfixiante, paralizante, pero al mismo tiempo tenía una sed de conocimientos que me era difícil de saciar. Este mundo, lo paranormal, siempre había pensado que eran un maravilloso cuento que nos decían a los niños para que no molestemos a la hora de irnos a dormir y, ahora, que había descubierto que esto era real sentía que necesitaba saber más y más.

Mientras me cepillaba los dientes Odín se hecho en la puerta del baño y me veía con ojos tristes:

— Extrañas a fausto ¿verdad?— pregunte con el cepillo aun dentro de la boca — Yo también— respondí después de escupir la pasta.

Me acosté y Odín, como todas las noches, lo hizo junto a mi cama. Él tenía la suya, un mullido colchón que le habíamos ido renovando a medida que crecía pero seguía obsesionado con dormir junto a mi cama. No me molestaba, al menos no lo hacía sobre la cama. Acaricie su cabeza y apague la luz lista para irme a dormir.

En mitad de la madrugada el sonido, ya casi familiar, de las zapatillas caminando el pasillo me despertó. Se sentía un poco más fuerte, como si alguien caminara el pasillo con furia. Me senté en la cama y por alguna extraña razón Odín dormía, él siempre solía sentir las cosas conmigo, eran muchas las noches que nos habíamos despertado al escuchar las zapatillas pero esta vez el dormía plácidamente. Observe su estómago moverse con la respiración acompasada y sonreí.

El sonido de las zapatillas se sintió casi al final del pasillo y se detuvo. Me relaje y me recosté pesando que, por esta noche, todo se había calmado. Pero de pronto escucho un ruido provenir desde debajo de mi cama, un sonido a madera.

Me incorpore con la respiración acelerada, observe a Odín y este seguía durmiendo. El sonido se oía cada vez con más nitidez es como si algo o alguien estuviera debajo de mi cama rasgando la madera del piso.

Con manos temblorosas prendí la luz y comencé a susurrar el nombre de mi perro:

— Odín...— lo dije tan bajo que hasta dudaba de que algún sonido hubiese salido de mi boca— Odín— los sonidos a madera se oían cada vez más fuertes, era como si esa cosa quisiera silenciarme— ¡Odín!— exclame llorando y con la voz chillona por la angustia y en ese momento, en que mi perro se incorporó, escuche las zapatillas salir corriendo de mi habitación.

Odín comenzó a ladrar hacia el pasillo y lo hizo durante unos minutos. Hasta que agotada me levante, tire de su collar, lo subí a mi cama y ambos dormimos, o intentamos hacerlo, lo que quedaba de la noche.

***

La mañana siguiente había colocado la correa de Odín y había decidido ir a desayunar e intentar escribir en la pastelería de mi amiga. Deje a mi perro en el enorme patio que tenía el local y entre por el frente. Belén me estaba esperando con el desayuno para ambas y mientras comíamos sus delicias hasta reventar, me dedique a contarle todo lo que había pasado.

Belén no dudaba un segundo de mi palabra, ella había sido testigo de muchas cosas aunque siempre habían sido sucesos pequeños, como perder las llaves o su labial favorito, etc.

— No sé porque seguimos en esa casa...— comenta con la boca llena de una galleta de manteca.

— Por que gaste casi todos mis ahorros en las reparaciones y vos en la pastelería...— respondí lo obvio.

— Podemos irnos a alquilar algo más y podes poner en venta la casa...

— No pienso quedarme allí— respondí con sinceridad, realmente quería irme de esa casa— pero cada que estoy por decirle a Fausto que quiero venderla algo me detiene, no sé qué es...

— ¿Nostalgia?— pregunto mi amiga, aún seguía sorprendiéndome lo mucho que me conocía.

— Es probable... No lo sé— suspire— siento que algo me tiene atada a esa casa.

— ¿Fausto, a la cama, tal vez?

— ¡Belén!— exclame sonrojándome y le agradecía el chiste, realmente necesitaba pensar en algo mas — ¿Cómo te fue con Pablo?

Pasamos la siguiente media hora hablando de lo mucho que le gustaba Pablo y lo bien que se llevaban en todos los sentidos, hasta que una mujer entro por la puerta y mi amiga se levantó para atenderla ya que sus empleadas estaban muy ocupadas atendiendo las mesas.

Abrí mi computadora para comenzar a escribir, sonreí al revisar la cantidad de capítulos que llevaba escritos sin un solo momento de bloqueos, si fuera supersticiosa pensaría que no quiero vender la casa porque en ella me siento inspirada todo el tiempo. Tal vez si lo soy, últimamente aprendí tantas cosas nuevas que tal vez la suerte comience a formar parte de mis creencias.

— ¿Puedo?

Una voz familiar me hizo quitar la mirada del teclado y mi sonrisa floreció al encontrar a mi novio, y su preciosa sonrisa, parado justo frente a mi mesa. Chille al ponerme de pie y me colgué de su cuello, mientras el abrazaba mi cintura.

— Lamento mucho no haberte acompañado— susurre sobre sus labios— te extrañe demasiado...

Fausto sonrió y me dio un apasionado beso. Recién cuando nos separamos vi que detrás nuestro había una pareja que me sonaban de algún lado, Fausto se hace a un lado y en ese momento la pareja se acerca.

— Nena, te presento a mis padres Carmen— señala a la mujer de baja estatura con cabello cano muy corto y ojos claros— y Jorge— ahora señala a un hombre alto y delgado con poco cabello cano y el rostro casi calcado al de mi novio.

El color comenzó a subir por mis mejillas, lo note cuando estas comenzaron a arder y fue, sobre todo, por la vergüenza del beso que nos habíamos dando segundos antes delante de sus padres. Nota mental: Colgar a Fausto de sus partes sensibles.

— Hola...— Salude avergonzada.

— Ella es Morana— Fausto estrecho mi cintura acercándome a su cuerpo— mi novia...

— No te avergüences...— la mujer sonrió y se acercó para estrecharme en sus brazos— Son jóvenes— susurro en mi oído— me preocuparía si no hubiera pasión entre ambos.

Me sonroje aún más y una pequeña carcajada se escapó de mi garganta.

El padre de Fausto me estrecho en brazos también y a continuación, cerré mi computadora y los cuatro nos sentamos a tomar café y probar las delicias de mi amiga.


****

Mar-Tinez

Los BendecidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora