Capítulo 42

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A la mañana del día siguiente, sábado, bajo las escaleras a paso lento, deslizando la mano por toda la baranda

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A la mañana del día siguiente, sábado, bajo las escaleras a paso lento, deslizando la mano por toda la baranda. No he intentado contactar a Ally, ella quiere que siga la corriente y eso hago. No llamé ni insistí por ayer, pero hoy sí iré a disculparme como es debido.

Me siento en un banquillo con un vaso de agua en las manos y medito unos minutos, pensando en cuáles palabras debo decir para no empeorar las cosas.

Evy entra en la cocina, dando saltitos y tarareando una canción, agarra una botella de jugo y se encarama en otro banquillo, a mi lado.

—Estuve a punto de llamar a emergencias —comenta, distraída, intentando abrir la botella.

—¿Por qué? —se la quito de las manos para ayudarla, desenrosco la tapa y se la devuelvo.

—Gracias —da un gran sorbo—. No saliste de tu habitación hasta la hora de la cena, y no quisiste jugar con nosotros ayer. ¿Problemas en el paraíso?

—¿Qué edad tienes? —la miro de arriba hacia abajo—. ¿Seis? —le quito la botella de la mano otra vez, ahora para tomar un poco.

—Tengo diez, zopenco —me da un manotazo cuando tomo más de la cuenta y me arranca la botella.

—¿No estás muy chiquita para saber de esas cosas?

—Soy niña, no ignorante —me patea por debajo del mesón—. Sé que tienes problemas con Ally. No eres bueno ocultándolo.

—¿Quién te dijo que mi intención es ocultarlo?

—Cuéntame, hermanito —apoya los codos en el mesón y la barbilla sobre sus manos—. ¿Ally olió el hedor que sale cuando te quitas los zapatos y por eso te dejó? Espero que sea un buen motivo para que empieces a usar medias.

—Primero: Ally no me dejó. Segundo: ella ha olido cosas peores... como tus pañales, por ejemplo.

—Para tu información, ella ha olido todos los pañales de todos los que nacimos después de ti, así que no me eches toda la culpa de lo que ha olido tu novia.

Mentira no es. Ambos teníamos cinco años cuando nos conocimos, yo estaba cerca de cumplir los seis. Alissa tenía dos años y estaba aprendiendo a dejar el pañal, por lo que varias veces fuimos testigos de sus accidentes por no avisar a tiempo.

—Los tuyos eran un caso especial —le digo.

—Los tuyos debieron haber sido peores —se mira las uñas—. Afortunadamente, aún faltaba mucho para que yo llegara a arruinarte la vida, y no tuve la mala suerte de olerlos.

—Fastidiosa —le revuelvo el pelo, ganándome otro manotazo.

—Inmaduro.

—Que esto quede entre nosotros, ¿sí?

Asiente y se termina de tomar el contenido de la botella. Se pone de pie para ir a botarla en la basura y se dirige a la puerta de la cocina.

—Buenos días —saluda mamá al entrar.

Enamorado de un fantasma [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora