Två

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Si alguien le hubiera dicho a Wilhelm que iba a pasar un 2 de enero leyendo un libro sobre la tumba de su hermano, su confidente, su mejor amigo.. Jamás le hubiera creído, pero ahí estaba. Tenía un almohadón y una manta por el frío. Estaba preparado para estar ahí un rato largo con una mochila con snacks y un termo con chocolate caliente.

Era temprano cuando entró al cementerio y ahora era casi el atardecer. El libro estaba en la mochila. El termo ya casi vacío y unos envoltorios que se asomaban a la mochila abierta. El viento hizo que uno volara y chocara contra los pies de alguien que lo observaba a unos metros.

- Al menos no es alcohol o drogas - Dijo Malin al teléfono juntando el papel que metió en su bolsillo.- Le informaré. Gracias.

La guardaespaldas personal de Wilhelm se acercó y lo observó. Este estaba adormitado y era una imagen que cualquier persona lo levantaría y abrazaría fuerte. Pero el príncipe heredero no estaba rodeado de personas que hicieran eso por él. Estaba solo.

- Señor.

- Mmhmm - Wilhem abrió los ojos y se sentó enseguida.- Si. Ya... ¿Qué?

- Tiene que volver. Es tarde.

- Si.. Me acuerdo. Cena de despedida.

Malin comenzó a guardar las cosas por él para hacer más rápido, junto otro papel del piso y cerró la mochila que se cargó al hombro, tomó la almohada y ni bien se levantó el príncipe, tomó la frazada y la empezó a doblar. Wilhelm se la quitó de las manos sutilmente, siempre siendo educado con la única mujer con la que hablaba en ese momento, él podía hacer las cosas no necesitaba que le estuvieran atrás, aunque sabía que las personas que trabajaban para la corona no lo hacían con maldad, se sentía una persona completamente inutil. Malin se encaminó a la salida y el suspiro con fuerza.

- Te apuesto que esto no te pasaba a vos... - Le dijo a su hermano mirando la tumba con los ojos ya semicerrados por el cansancio.- No, a vos te salía todo perfecto...

Giró sobre sus talones y comenzó a caminar, un auto lo esperaba en la entrada.

×

- ¡A donde está mi nieto favorito!

- Hola abuela. - El abrazo era sincero. El primero que recibió tan fuerte desde el último abrazo que le dio Simon. El recuerdo le hizo estremecer y su abuela lo interpreto como que tenía frío así que froto sus manos en sus brazos.

- ¿Cómo estás? Que lastima que ya te vas.

- Si. Es que tengo que entrenar para el campeonato. Imagino que me vas a venir a ver.

- Por supuesto que iré. - Con una de sus manos acaricio su mejilla de la misma forma que lo hace su madre. Pensando en ella y como si la hubiera llamado, noto que estaba ingresando al comedor cuando varias personas se pusieron de pie. Wilhelm la observó desde lejos, se movió para sentarse en el lugar que ahora le correspondía por ser el príncipe heredero no quería perder el tiempo. Se aseguró de cumplir con todos los protocolos que le habían estado metiendo en la cabeza desde que había vuelto para las festividades.

Estaba enojado.

Molesto.

Noto cuando su abuela soltó una carcajada y luego cubrió su boca por un chiste que un tío había hecho que estaba perdiéndose de todo. De su familia, de sus amigos, de recordar a las personas que eran grandes y que probablemente ya no vería tan seguido.

Una bronca inmensa le llenó el cuerpo.

Había estado tan enojado con todos, con August sobre todas las cosas, con su mamá por cubrir todo. Que no había disfrutado la navidad, su festividad favorita. Ni siquiera año nuevo, podría haberlo pasado con sus amigos pero todo era "muy reciente" como para andar de fiesta y generar "posibles conflictos"

El pecho se le cerró y apretó los puños contra sus rodillas.

Respirar, eso tenía que hacer porque gritar no se podía.

- Con permiso. - Susurro y se levantó muy respetuosamente, ignorando algún que otro comentario y dejando la cena atrás.

Salió del palacio con los pies guiandolo en automático, llegó hasta mitad del gran patio cruzando parte de la nieve que comenzaba a derretirse hasta una zona con una fuente mediana que siempre estaba encendida. Dejó a sus rodillas seder y se derrumbó al costado de la misma. Dejó que el frío del piso, el sonido del agua y las estrellas le calmaran.

Se inclinó abrazándose a sí mismo pensando en mil cosas, pero sobre todo, una que lo empezaba a volver loco, una necesidad enorme.

Volver a sentirse seguro en los brazos de Simon.

×

Nota: Sufran con el link externo.

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