XV

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Nunca antes el techo de mi habitación me había parecido tan interesante, aunque era bastante simple, me había echado horas mirándolo. Luego del casi partido, el cual nunca llegó a jugarse en sí y fue suspendido hasta nuevo aviso, me fui a casa sin si hablar con nadie para arrojarme en la cama y llorar hasta quedarme dormido. No sentí cuando mis padres llegaron, pero si cuando Thomas entro a mi habitación para dejar un beso de buenas noches en mi cabeza.

Muchas cosas rondaban por esta últimamente, muchas preguntas que la mayoría no tenían respuestas. Y algunas que, quizás, no quería saber.

«¿Mis padres me odian?»

«¿Por qué Emily lloraba?»

«¿Sophia está asqueada conmigo?»

«¿Por qué Nathan no parecía sorprendido?»

«¿Ethan estaría bien?»

«¿Por qué James hizo tal cosa?»

Eran las siete de la mañana del día siguiente, yo no lo sentía como otro día, de hecho, parecía que ahora tenía que empezar de nuevo, desde cero. Había tomado la decisión de no asistir a clases hoy porque de hacerlo debería soportar la mirada y comentarios de los demás; algo para lo que todavía no estaba preparado. Nadie de mi familia había subido a contradecirme, así que tomaba por hecho que les daba absolutamente igual.

Sentí unos suaves golpes en la puerta de mi habitación y giré la cabeza hacia esta, no tenía muchas ganas de ver a nadie ahora, pero, tras sentir como alguien recostaba algo sobre esta, puse mi mejor cara y dije: —Puedes pasar, Thomas —alzando un poco la voz para que pudiera escucharme.

—Mamá dijo que te trajera un sándwich, pero también puedo darte jugo de uva —comentó pasando a la habitación y sacándose los tenis de colores en la puerta. Saco el sorbete que mantenía en su boca, y me lo extendió.

—El sándwich solo está bien.

Thomas me alcanzó el plato en el cual se encontraba un sándwich de jamón y queso con mantequilla y haciendo algo de fuerza se subió a la cama para recostarse a mi lado con la cabeza apoyada en una de las almohadas sobrantes. Algo que antes solía hacer con regularidad.

Thomas nunca fue un niño callado, por eso, su silencio me ponía algo nervioso.

—¿Ya no te gustan las princesas y ahora te gustan los príncipes?

—¿Qué? —inquirí tosiendo bruscamente. Las migajas de pan habían decidido irse por el conducto equivocado.

—Ayer, la foto en el partido y luego en la cancha había un niño que era bonito, como si fuera un príncipe —explicó tímido.

—¿Parecía un príncipe?

—Sí.

—¿Y te molestaría si en lugar de gustarme una princesa, ahora me gusta un príncipe? —cuestione, dejando el plato a un lado y recostándome a su lado. Thomas puso su rostro de costado para poder observarme, así que lo imite.

—¿Es un príncipe bueno?

—Lo es.

—¿Qué tan bueno?

—Cuida a los animales de las malas personas y también tiene muchas plantitas para ayudar al el medio ambiente.

—Guau, cuando sea grande quiero ser como él.

—¡Hey! —golpee suavemente su hombro— Vas a hacer que me ponga celoso.

—¿Cuándo lo besas, piensas que te despiertas de un sueño profundo en el que te metió una bruja mala? —cuestionó alzando sus pequeñas cejas.

Todo lo que soy [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora