XVI

473 71 5
                                    


Ethan parecía haber desapareció de la faz de la tierra, sus redes sociales había sido borradas temporalmente y su teléfono había dejado de recibir mis llamadas. La bandeja de mensajes se encontraba atorada de la gran cantidad de textos que había dejado allí, lo entendía, no quería verme. Me parecía tan egoísta, estaba tan enojado conmigo mismo.

Mi padre se la empeñaba para desaparecer cada vez que yo llegaba a casa, cuando volvía de la escuela o de la casa de Nathan, a este le surgía algo superurgente a lo cual debía asistir si o si y se marchaba hasta la hora de la cena. Cuando regresaba, pedía comer en su oficina dado que debía terminar las fichas de sus jugadores para el próximo partido y no había tiempo que perder.

Sophia fingía que nada había pasado, pero yo la conocía, siempre que optaba por sentarse junto a mí a la hora del almuerzo, mantenía esa expresión en el rostro que detonaba incomodidad. De Emily no sé sabía nada, según dirección y algunos profesores del instituto había solicitado unas vacaciones de una semana por motivos de competencia. Lara se encargaba de llevarle los apuntes diarios a su casa, y por los rumores, lucia bien, normal. Normal como si su novio no fue sacado forzosamente del closet días atrás.

Mi madre había decidió que sería buena idea de que comenzara a asistir a terapia, y de que denunciáramos a James por difamación. Pues resulta que, luego del partido, este se encargó de subir la foto a todas las redes sociales disponibles, haciéndolo llegar miles de personas. Yo no quería llevarlo al ámbito legal, lo único que deseaba con todo mi corazón era que todo desapareciera, que todos dejaran de existir, y que yo, por primera vez en mi vida, pudiera hacer todo lo que siempre quise sin que nadie me juzgara.

Pero no era así.

Ahora nuevamente mi madre se había marchado junto a Thomas a sus clases de piano, y yo me encontraba solo en mi habitación, preguntándome que tan miserable sería mi vida en un futuro. En Instagram, la mayoría de personas se habían encargado de arrobar la cuenta oficial del club deportivo al cual planeaba ingresar y estaba casi seguro de que estos ya se habían enterado del gran escándalo que se había formado con mi nombre.

¿Quién quiere un jugador con su nombre manchado?

¿Quién quiere un jugador maricón?

El timbre de casa sonó haciéndome brincar de golpe en la cama. Asumí que sería Nathan, ya que este había quedado en pasar más tarde para hacerme compañía, por lo cual, tras bajar la primera planta, y sin mirar, abrí la puerta.

—Emily —dije casi en un susurro.

—Hola —respondió ella— ¿Puedo pasar?

Me hice a un lado dejándole el espacio suficiente para que se adentrara a la casa. Me encontraba sorprendido, de todas las personas que habría imaginado que podrían venir, ella no era una de estas.

Tomó asiento en el sofá dela sala y le ofrecí algo de beber.

—Agua está bien —pidió.

Y una vez le entregue el vaso casi lleno, tome asiento frente a ella.

—¿Qué haces aquí? —inquirí algo brusco, y al instante de haber soltado aquellas palabras me arrepentí del tomo que había utilizado— Lo siento, solo que no esperaba que tú vinieras a verme...

—Está bien, entiendo que te encuentres algo sorprendido de que haya venido a verte —su tono de voz era calmado, similar a aquel que solía utilizar cuando me explicaba los trabajos de geometría que no lograba entender—. Pero creo que necesitamos hablar, y arreglar todos los malentendidos que surgieron entre nosotros. Seb, hemos sido amigos desde que tengo uso de la razón y no quiero perderte.

—Yo... lo siento, Emily. Sé que todos estos problemas han sido mi culpa y no quiero ponerte una excusa, porque no hay nada que justifique lo mal que te trate este último tiempo, pero los meses anteriores han sido tan difíciles para mí y me sentía tan desbordado de emociones que solía descargarme contigo.

—¿Fue por ese chico? —pregunto, con la mirada puesta en sus pies, como si estos fueran los más emocionantes— ¿Desde cuándo?

Esta vez si me miro. Y note que, no me lo preguntaba para juzgarme, no me lo preguntaba como una exnovia la cual engañe durante meses y ahora buscaba información para luego planear su venganza. No. Me lo preguntaba como una amiga, como la persona que solía correrme con globos repletos de agua cuando éramos jóvenes, como la hermana menor que nunca tuve.

—Hubo alguien más antes. Cuando apenas estábamos iniciando nuestra adolescencia —solté.

—Vaya...—se desplomó de espaldas en el sofá, y cerró los ojos un par de segundos—¿Lo conozco?

—Sí, Leo.

—¿Leonardo, el chico que es mexicano?

—Mhm —el pequeño sonido que hice con mi garganta lo confirmo—, fue en el periodo de tiempo en el cual iba al club con Nathan, ellos solían ser muy amigos.

—Eso tiene años...

—Compartimos un par de momentos, éramos tan niños y no teníamos idea de qué carajo estábamos haciendo. Pero nos descubrieron, el señor Moore. Me cito luego de un entrenamiento y me dio una gran charla, sobre que opinaría mi padre si se enteraba y que ningún equipo de renombre me aceptaría.

Se sintió tan bien soltar aquello, aquello que ese hombre me había dicho cuando tan solo era un niño experimentando. Emily era la única persona a la cual me había atrevido a contarle sobre Moore, y la expresión que mantenía en su rostro ahora mismo, podía imaginar que nunca se lo había imaginado.

—Eras solo un niño... —susurro.

—Si lo era. Y lamento no haberte contado esto antes.

—No te preocupes, lo entiendo, Seb. ¿Y quién es el chico de la foto?

—Lo conocí en la fiesta a la cual asistimos hace un tiempo, me ayudo a traerte a tu casa cuando no pasaba ningún taxi —empecé—. Después de eso me lo comencé a encontrar a todos los lados que iba, y comenzamos hablar, y a vernos, era todo tan distinto con él. No puedo explicar bien lo que sentía, pero era como si, por fin, algo me estaba comenzando a salir bien.

—¿Y qué sucedió?

—James se enteró. Nos tomó una foto. Me golpeo en el campo hasta lograr que me llevaran a la enfermería para poder ir a burlarse, pidió ser capitán y que a mí me pusieran en el banco. Lo intenté Emily —con el dorso de mi mano limpié las lágrimas que caían por mis mejillas—, hice todo lo que me pidió. Pero Moore, de último minuto, me puso en el juego porque James no estaba lo suficiente enfocado y lo jodió todo.

—Por favor, ya no llores —pidió la rubia en un hilo de voz atrayéndome a sus piernas y asiento que recostara mi cabeza en estas.

—Todo se fue al carajo ahora. Él se fue, no puedo contactarlo. Y lo entiendo, él me contó todo lo que sufrió antes por esto y yo me encargue de que sucediera lo mismo, de nuevo, porque soy un cobarde. Y siempre voy a serlo. No lo merezco. No me merezco nada.

Todo lo que soy [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora