I

2.9K 234 85
                                    



Uno de los miembros del equipo de fútbol de la preparatoria Cleveland Two, es decir, la mía. Esta mañana aviso que daría una fiesta en su gran casa para festejar la cantidad de partidos ganados que tenemos hasta el momento debido a que sus padres, un par de importantes empresarios bastante reconocidos en la industria de la moda, tuvieron que asistir de urgencia a una reunión en Nueva York y pasarían todo el fin de semana allí. También explicó, por el grupo que teníamos para mantenernos todos en contacto, que al principio estos, cuando les pidió permiso se negaron, pero que luego de decirles que su abuela, una señora regordeta amante del helado y las telenovelas viejas asistirá para supervisar, tuvo pase libre.

—¡Seb, llegaremos tarde si no te apuras! —gritó mi mejor amigo desde la primera planta. Me coloqué el último tenis blanco en mi pie izquierdo y luego bajé rápidamente las escaleras con una camisa colorida en mi hombro.

—¿Qué hay hermano? —pregunte, iba a darle un choque de puños, pero él, en cambio, se acercó y revolvió mi cabello.

—Pensé que no podías abrocharte el sujetador con todo el tiempo que estuviste cambiándote.

—¿Qué es un sujetador? —cuestionó mi hermano menor, Thomas, mientras tomaba un jugo de cartón sabor uva sentado en la alfombra de la sala.

—Más adelante te lo explico campeón, ahora debo irme.

—Seb, cuídate, no tomes mucho, no vuelvas tarde y por favor si haces algo usa protección —pidió mi padre a la vez que se ponía de pie y se encaminaba hacia la cocina.

—Lo sé, descuida.

—Yo lo protejo señor White, usted no se preocupe.

—Tú también cuídate Nathan, la última vez yo fui la que tuvo que explicarle a tu madre porque su gnomo favorito traía vomito amarillo —mi madre se paró, pasó un brazo sobre los hombros de mi mejor amigo y dejó un beso en su frente, luego llegó hasta mí e hizo lo mismo.

Minutos más tardes ya nos encontrábamos sentados en los cómodos asientos de mi auto con la radio encendida en el canal local. Debíamos pasar a buscar a las chicas que se iban a preparar para la fiesta en la casa de mi mejor amiga, Sophia. Cuando estacione el carro en la entrada principal y toque timbre la nombrada anteriormente fue la que abrió, llevaba un kimono negro corto ajustado al cuerpo con un enorme escote que llegaba a su ombligo, su cabello rosado se encontraba recogido en una coleta y unos pendientes enormes colgaban de sus orejas. En la cocina de su casa se encontraba mi novia, Emily, esta llevaba un vestido verde oliva con piedras alrededor de su cintura que le hacían lucir más hermosa de lo que ya era. Su cabello se encontraba lacio como siempre, sus pecas resaltaban mucho más de lo normal y un fuerte labial color carne adornaba sus labios.

—Hola, cariño.

—¿Cómo estás? —pregunté. Enrede mis brazos alrededor de su cintura y la atraje hacia mí para poderla besar.

—Bien ¿y tú? —dejó un pequeño beso en mis labios y luego me abrazo fuertemente pasando sus brazos por detrás de mi cabeza—. Te extrañé.

—Nos vimos hace apenas unas horas —reí—, pero igual yo también lo hice.

—Bueno par de tórtolos, si no nos largamos de una vez llegaremos al final —Sophia hizo su gran aparición con una paleta en mano.

—¿Se lo has dicho? —preguntó Nathan entrando a la cocina.

—No, realmente no creo que sea necesario.

—Sin embargo lo es. Deberías hablar con el entrenador.

—No solemos tener secretos por aquí así que ya hablen o los golpearé —ordenó la chica de cabello rosado.

Junto a mi mejor amigo compartimos una mirada asustada preguntándonos si de verdad lo haría, pues Sophia no era una persona de muchas palabras. Duramos así durante unos segundos hasta que Nathan se acobardó y respondió: —James lo golpeó.

Todo lo que soy [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora