XII

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Estaba agotado, física y emocionalmente agotado. Por primera vez en mucho tiempo solamente tenía ganas de desaparecer, de dejar de fingir, de mandar todos estos años de esfuerzo al carajo y poder hacer lo que yo quiera de una vez por todas. Y nadie debería malentenderme por esto; amaba el fútbol, el fútbol era todo lo que había querido desde prácticamente toda mi vida, pero este requería muchas cosas, mucho esfuerzo y algunas veces este siquiera valía la pena.

Algunas veces, en mis momentos de reflexión me hacía la simple pregunta de que estaría haciendo ahora mismo si no hubiera nacido en esta vida. Si mi padre fuera una simple persona común y no me hubiera entrenado desde que tenía memoria para seguir sus pasos.

—¿Estás bien? —preguntó Nathan, chasqueando los dedos frente a mí—. Te he estado hablando por quince minutos y parece que apenas te has enterado.

—Disculpa —susurré—. Discutí con mis padres anoche, y con Emily.

—¿Tú? —hizo un rato gesto con sus labios—, realmente no puedo imaginarte en una discusión.

—Es complicado.

—Puedes contar conmigo si necesitas algo. Ya sabes, para eso están los mejores amigos.

—Lo sé, gracias.

—¿Sabes que? Tengamos una pijamada esta noche —dijo, con una enorme sonrisa—, como lo hacíamos cuando éramos niños.

—Estoy castigado.

—Hablaré con tus padres, les enviaré un mensaje de texto. No. Los llamaré. ¡Nadie puede resistirse a mis encantos!

Así fue, nadie pudo resistirse a sus encantos y mis padres accedieron. Extrañamente, no nos habíamos cruzado con Sophia y Emily en ninguna de nuestras clases compartidas y tampoco la habíamos visto en los pasillos, mi mejor amigo me aseguró que quizá estarían encargándose del baile de graduación, por lo tanto, decidí ignorar los hechos.

Luego de clase nos dirigimos hacia la cancha para tener el habitual entrenamiento, en tres días se jugaría la final y aprovechábamos todo momento disponible para practicar lo más posible. Varios agentes, cazatalentos y directores técnicos de cuadros importantes estarían ahí así que, por lo tanto, no había margen de error disponible; ganar tenía que ser un hecho.

Los vestuarios, como era costumbre, estaba lleno de gritos por aquí y por allá, miembros del equipo cambiándose de ropa y otros acomodándose sus accesorios correspondientes; canilleras perdidas y medias desaparecidas luego salimos a la cancha. El entrenador Moore se encontraba allí de manera usual con su conjunto deportivo color azul, a su lado había un congelador con botellas de agua y chalecos deportivos.

—Arqueros al arco en fila, los demás quiero que formen pares de a dos —pidió sin despegar la vista de su teléfono móvil—. Luego, también formen una fila.

Beck y Zach se marcharon al arco mientras que los demás formamos equipo de a pares, me empareje junto Nathan y nos colocamos en la fila, detrás de Ares y Lucían.

—De acuerdo. En la final nos tocará jugar contra Upland, y como ya sabemos ellos son de tirar directamente al arco; por lo tanto, debemos entrenar sobre todo portería y defensa para mantenerlos los más alejados posibles. Primero vamos a practicar tiros directos; quiero que hagan toques entre ustedes y luego al arco, una vez por miembro y luego al final de la fila.

—¡Si, entrenador! —dijimos todos al unísono.

Moore dejó sonar su silbato dando comienzo al entrenamiento. Una media hora más tarde ya todos nos encontrábamos bastante cansados y fue necesario parar para tomar un poco de agua y descansar. Luego de eso nos colocamos los chalecos diferenciales y formamos dos equipos para jugar un partido improvisado, la meta era fortalecer nuestra defensa.

Todo lo que soy [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora