|08; Primero de enero.

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Alma.

Me desperté a eso de la una de la tarde, nos habíamos quedado despiertos hasta las seis y media de la mañana con los chicos, fue una noche tranquila pero linda. Bailamos, tomamos, algunos se drogaron cuando los más chiquitos y mayores se durmieron; y otros solo disfrutábamos de la paz que nos daba la compañía del otro.

Me levanté y me encontré con Mauro tirado en el piso y arriba de él con su pierna en la cara de Lit estaba Daniel, no tengo idea como terminaron acá pero tampoco iba a preguntar. Pasé por arriba de los dos sin pisarlos y les prendí el aire, porque además de que hace calor, se van a morir estando uno encima del otro.

—Buen día. —se escuchó una vocecita atrás mío cuando pude lograr cerrar la puerta, intentando no hacer ruido.

—Hola mi amor, buen día. —me agache a su altura para poder dejar un beso en su mejilla.

—Tía, tengo hambre y mi mamá duerme, encima Valentín me tiró con una almohada cuando los intenté despertar. —soltó una carcajada al recordar esto y yo negué con mi cabeza, acompañada de una sonrisa.

—¿No hay nadie despierto? —pregunté y él se encogió de hombros con una mueca, dándome a entender que no sabía.

—Yo también acabo de salir de la pieza, ni idea si están los tíos o no. —yo asentí y agarré su mano para llevarlo abajo; alguien tenía que alimentar a este nene.

—Buenas tardes. —sonrió simpático Pedro, quien estaba con Juliana tomando unos mates, supongo que también se habrán levantado hace poco.

Por lo que Mateo me contó ayer cuando me llevó a Mora unas dos horas para que la cuide porque él tenía que ir a un lugar que no me dijo, ni tampoco cuestioné, me dijo que sus papás estaban separados hace años pero que se llevaban bien por sus hijos; pero más que nada por Emi que era el más chiquito.

—Buenas.—sonreí simpática— ¿No hay nadie? —pregunte aunque mi respuesta es bastante obvia, si no había nadie más que ellos por acá.

—Afuera están Mateo y Mora jugando, la enana quería ir a la pileta y se levantó temprano por eso. —soltó entre risas su mamá y yo sonreí— ¿Querés un mate? —me ofreció y yo asentí, ella me dio un mate amargo y lo acepté gustosa.

—¿Hay para hacer chocolatada? —pregunté al acordarme que mi sobrino tenía hambre, Pedro asintió y me dijo que en la heladera había ya que Mora cuando se despertó fue lo primero que pidió.

Me dispuse a hacerle la chocolatada mientas que el enano había salido corriendo al patio junto al morocho y su bebita.

Mientras revolvía la chocolatada se me dio por mirarlos y Mateo estaba corriendo a Mora para intentar sacarle la pelota, él la agarró de la cintura para tirarla a él y alzarla en el aire dejando sus brazos extendidos, causando unas risas en la chiquita que le daba nervios caerse.

Imposible no sonreír al ver esa escena tan tierna, el amor que le tiene a su hija y la manera en la que sonríe cada vez que la ve, es de otro mundo.

Me encantaría jugar así con la mía, me sigue pareciendo muy injusto que mis viejos fueran así de egoístas conmigo, yo los amo pero jamás iba a perdonarles que me lastimaran así, porque con mi hija se fue una parte enorme de mí, esa que no va a volver nunca más.

—¡Tía! —gritó Santino mientras entraba corriendo, sacandome de esos pensamientos que tanto mal me hacen, por suerte— ¿Ya está la choco? —yo asentí y se la di, habían unas galletitas arriba de la mesa las cuales le ofreció Juliana y él no se negó.

[...]

—¡Dale loco, que tengo hambre! —gritó el ojiazul, ya eran eso de las tres de la tarde y el Pedrito los hizo levantarse a todos porque ya tenía hambre.

solo por vos; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora