Capítulo 11

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Luisita se despidió con un gesto mientras Amelia se alejaba. Después entró en El Asturiano, encontrándose con Lola y con su madre, que la esperaban curiosas.

—¿Dónde te habías metido? — preguntó Lola, levantando la cabeza para ver con quien había llegado su hermana.

—No sabía que controlases mis idas y venidas, Lola.

—Por supuesto que no, Luisita, tan sólo estábamos preocupadas —dijo su madre, enarcando las cejas al fijarse en sus vaqueros y en la manta que traía doblada bajo el brazo.

—Hemos ido al parque de atrás del instituto — explicó al verse examinada.

—¿Al parque? ¡Ya no estás en el instituto, Luisita! ¡No puedes andar escabulléndote así y pensar que vamos a quedarnos tan tranquilas! — riñó su hermana.

—Si utilizas estas tácticas con tus hijos no me extraña que me prefieran a mí.

—¿Os escapasteis al parque mientras estaban enterrando a su madre? — quiso saber Lola, ignorando la pulla de Luisita.

—Si y no fue idea mía — se defendió antes de que le riñeran de nuevo.

Su madre se echó a reír y Luisita la miró interrogante.

—Da igual de quien sea la idea. Si una proponía algo la otra la seguía sin pensar, habéis sido siempre así — explicó Manolita.

—Tan sólo lleva dos días aquí y ya te has ganado una bronca —intentó picarla Lola antes de volver hacia la barra.

Luisita se volvió hacia su madre dispuesta a darle una explicación a su desaparición.

—Sólo queríamos hablar. — hizo una pausa antes de continuar —Le conté lo de Sebastián.

—¿Y todo bien? — preguntó inquieta, sabía que su hija no hablaba de ese tema con nadie. Luisita asintió — ¿Qué dijo Amelia?

—Amenazó con matarlo — respondió con una sonrisa.

Le parecía divertida la forma en la que había querido defenderla. A Amelia nunca le había gustado Sebastián y de haber estado ella allí no se habría casado con él. Amelia lo había asegurado esa tarde y no le quedaba más remedio que darle la razón.

—Sí, siempre ha sido tu ángel de la guardia. Me alegro de que hayáis hablado, Luisita, cariño. María siempre dice que lo tienes guardado para ti y yo estoy segura de que hay muchas cosas que no nos has contado, pero si has sido capaz de compartirlo con Amelia, me quedo más tranquila.

—Ya lo sé, mamá, pero había cosas que no eran tan fácil admitir con vosotras. Sin embargo, con Amelia siempre he podido hablar de todo.

—¿Incluso ahora? — preguntó Manolita asombrada de que, después de doce años, su hija pudiera compartir con la morena algo que llevaba tan dentro.

—Sí, por supuesto. Está claro que hemos cambiado, somos más maduras, pero la conexión que teníamos sigue ahí. De hecho, va a quedarse en mi casa el resto del tiempo.

—Me parece estupendo, te vendrá bien un poco de compañía — celebró su madre.

—¡Por aquí necesitamos una cocinera! —clamó Lola desde la cocina.

—La jefa está chasqueando el látigo — bromeó Manolita guiñándole un ojo—. Un rato que no
está tu padre y me pone a trabajar a mi… — protestaba mientras se levantaba — ¿Te quedas?

—Si, espero que Lola me acerque a casa.

—Tardaremos una hora más en acabar de limpiar —advirtió su madre.

Llueven las lucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora