Capítulo 28

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Se despertó en la misma postura que la mañana anterior; notando el peso del brazo de Amelia sobre su cintura y su cuerpo haciéndole la cucharita. Estaba completamente desnuda, y su acompañante también. Pero esta vez la sensación que tuvo al ser consciente de la situación fue radicalmente distinta a la que le había hecho huir. Esta vez se sintió protegida, segura, en calma... Sintió el calor y la ternura con la que, su hasta ahora amiga, la envolvía entre sus brazos. Todo estaba bien.

Permaneció inmóvil recordando la manera en la que habían hecho el amor hacía solo unas horas, y se relamió los labios por instinto; todavía sabían a ella. Sonrió. Después de dos noches juntas, había descubierto un mundo. Nunca creyó que pudiera experimentar una sensación semejante al acostarse con alguien. La forma en la que la miraba, la besaba, la tocaba... Hacía que se sintiera única. Solo con imaginarlo de nuevo un revoloteo le recorrió el estómago. Se había dado cuenta que aquella morena de rizos, la quería como nadie, y le había hecho mucha más falta, durante los últimos doce años, de lo que había sido consciente.

Se giró con cuidado, quedándose a unos centímetros de su cara. Amelia dormía con una expresión placentera y algunos rizos despeinados caían por su frente. Luisita observaba lo bonita que estaba con una enorme sonrisa, y sin poder, ni querer evitarlo, se acercó hasta sus labios para unirlos con los suyos. Fue un beso suave, pero con la intensidad suficiente para que la morena abriera los ojos.

—Buenos días, preciosa —susurró Luisita risueña.

—No te has ido —contestó delatando la emoción que le estaba provocando despertarse con ella.

—Estoy aquí —confirmó y la estrechó entre sus brazos.

Amelia tembló al sentir la piel de Luisita envolviendo cada rincón de su cuerpo y suspiró al notar como una de sus piernas se hacía hueco entre las suyas.

—Buenos días, cariño —musitó en su oído.

A Luisita ese «cariño» le sonó diferente a todos los que le había dicho hasta ese momento y se aferró más a ella. Empezó a repartirle besos por el cuello y a acariciarle la espalda con las yemas de los dedos. Amelia creía estar en un sueño, uno que durante toda su vida se había negado a imaginar por la absoluta certeza de que nunca ocurriría. Se retiró lo justo para verle la cara y la besó. Luisita correspondió al instante y se enredaron en un beso húmedo en el que sus lenguas se acariciaron con delicadeza. La rubia suspiró, y la de rizos rio en su boca por la satisfacción que le producía escuchar ese sonido tan placentero sabiéndose responsable de él. «Si esto es un sueño no quiero despertarme nunca», pensó la morena.

Repetidos besos cortos en los labios precedieron el contacto entre sus ojos. Se miraban en silencio, con el brillo que te provocan los momentos en los que te gustaría detener el tiempo y guardar en tu memoria, con todo lujo de detalles, lo que sentiste en ellos para revivirlos una y otra vez.

—¿Estás bien? —quiso saber Amelia.

Todo le hacía pensar que sí, pero necesitaba confirmarlo.

—¿A ti que te parece? —preguntó Luisita.

A ella le parecía muy obvia la respuesta, nunca había estado mejor. Pero Amelia necesitaba asegurarse. Dicen que vale más una imagen que mil palabras, y la imagen la estaba viendo nítida: Luisita dedicándole la mirada de amor más bonita que había visto nunca, pero las palabras que había escuchado salir de su boca cuando presenció sin querer la conversación con Lola, le habían dolido en el alma; como la metralla de un explosivo cuando estalla, cada una de ellas se le había clavado directamente en el corazón. A pesar de que la rubia se había disculpado después, ansiaba oir lo contrario, saber lo que significaba en su vida.

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2021 ⏰

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