Capítulo cuatro

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Ranpo. ─Una voz femenina buscó llamar la atención del susodicho, quien descansaba en su butaca con los pies apoyados en la mesa. Era temprano por la mañana, por ende los únicos presentes en la sala general eran el detective y ella.

Edogawa bostezó, retirando la revista que le cubría el rostro. En algún punto de la noche anterior, se quedó dormido. Sin embargo, tampoco estaba haciendo nada productivo, era predecible el que se aburriría hasta quedarse inconsciente.

Ah, buen día, Yosano-san. ─Él dijo, acomodándose en su asiento. La doctora le miró cruzándose de brazos, frunciendo levemente el ceño. Ranpo no notó esa mirada y aura asesina hasta después de unos momentos.

¿Yosano-san?

Ya me enteré.

El mayor sintió un escalofrío recorrer su espalda, percibiendo el solsticio de una inminencia al estremecerse por un susurro infernal en su nuca.

De alguna manera, se siente como un cordero en la boca del lobo.

No... No sé de qué hablas. ─Balbuceó, inútilmente puesto que la fémina aseguró que cada detalle de la discusión de la pareja llegó a sus oídos.

¿No te sientes ni un poco arrepentido? ─Akiko interrogó, ignorando por completo los intentos de escape del varón. Está demasiado molesta para escuchar tonterías mañaneras.

El detective se dispuso a fruncir su entrecejo, ligeramente inseguro.

No, ni un poco. ─Consolidó Ranpo, firme a su postura obstinada─. Además, eso no es de tu incumbencia, Yosano-san. No soy un niño, puedo tomar mis propias decisiones sin supervisión.

Sin embargo, estás actuando como un niño. ─Yosano declaró, fulminándolo con esos orbes purpúreos que intimidaban al mínimo vistazo─. ¿Piensas que lo que hiciste fue lo correcto? Aunque estés enojado, eso no te da el derecho a pisotear los sentimientos de alguien más. ¿Crees que él sería capaz de hacer alguna maldad y, peor aún, en tu contra? No me hagas reír. Es tu novio, deberías conocerlo.

Edogawa apretó los puños, era increíble la manera en que la gente a su alrededor parecía querer controlar su vida. Es un adulto, no necesita ser reprendido.

¡Era mi novio! Y si tomé una decisión equivocada, ¿qué importa? Él ya no tiene nada que ver conmigo. Soy lo suficientemente mayor para saber qué es lo que quiero, y en definitiva no lo volveré a ver otra vez. ─Totalmente seguro de haber formulado cada frase, apartó su atender y así sorprendió a la médica.

Inadmisible.

Ella se mantuvo incrédula unos instantes.

¿Realmente lo dejarás a su suerte? ─Preguntó, acrecentando su preocupación.

Estaré bien sin él.

Yosano golpeó el escritorio del detective.

¡No puedes decir eso! ─Akiko alzó la voz, por primera vez en su charla, haciendo que Ranpo se sobresaltara ligeramente: adicionando el impacto de las manos adversas en la mesa.

... ¿Por qué no?

¡Porque lo amas!

El silencio ocupó el trono, todo lo que se oía se resumía en las respiraciones de ambos.

Ranpo dudó un momento, exponiendo una mueca angustiada.

No siento nada por ese hombre.

De algún modo, se sintió como si pronunciara una mentira.

La mujer, que estuvo tensa durante toda la conversación, finalmente logró hacer desaparecer sus puños cerrados y dejó marchar un suspiro pesado.

Ya veo... ¿Por cuánto tiempo más planeas seguir así? ¿Esperas que él te pida disculpas? ─Interrogó, llevando su diestra a su frente. Por muy molesta que se encontrara, no tenía caso sostener el diálogo con el hijo único de la familia Edogawa. Es como hablarle a una pared.

El mayor le miró, desviando su observar poco después, despeinando sus propias hebras negras.

La presencia femenil dio media vuelta con el objetivo de irse, aunque antes de encaminarse hacia otra dirección, le dedicó unas concluyentes palabras al azabache.

No te equivoques, Ranpo. Eres el único aquí que debe pedir perdón.

Severa, con palabras que queman como el sol veraniego de un planeta sin bajas temperaturas, se fue acompañada de una decepción justificada.

¿Cómo podría ayudar a alguien que bajo ningún concepto dejaría de serle fiel a su pertinaz pensamiento erróneo?

El varón de mirada esmeralda, por su parte, volvió a ubicar la revista en su faz y se acomodó desde su lugar.

Chasqueó la lengua.

Dadas las circunstancias actuales, no admitiría que extrañaba a Poe, pues sus días se habían vuelto aburridos y vacíos desde que lo distanció. Por supuesto, Ranpo aún tiene un corazón capaz de sentir; odiar y amar, aunque últimamente solo se ocupara de producir y liberar veneno.

“¿Por cuánto tiempo más planeas seguir así?”.

“Eres el único aquí que debe pedir perdón”.

El corazón de Ranpo se detuvo un instante, presionó en aquella zona.

Un dolor punzante.

RemordimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora