Nota: capítulo feliz banda.
Poe, al principio, sintió una inmensa admiración por Edogawa Ranpo: el hombre que debutó como detective oficialmente en un caso de una obra teatral en Yokohama hace unos doce años. Durante ese intervalo de tiempo, en el cual tuvo la oportunidad de conocerlo y desafiar su habilidad, experimentó montones de emociones: la mayoría, en su debido momento, negativas. Sin embargo, este sendero de sentimientos dedicados a una sola persona culminaron en un sentir dominante: amor.
Adoraba ese dulce querer. Amó el instante en el que fue correspondido, los tímidos segundos en los cuales sus labios se tocaron por primera vez, aquellas noches donde se acurrucaban juntos para tener y compartir lindos sueños.
Le entregó completamente su corazón al hombre que lo cautivó, se lo dejó a su cuidado sabiendo de su fragilidad.
Y Ranpo lo dejó caer para que ese entero se dividiera en montones de fragmentos, como si para él no tuviera relevancia alguna.
Pero, lo entendía.
Comprendía su enojo, tristeza y pesadumbre. Por supuesto, no fue culpa de Poe, ni tampoco mereció aquel trato: sin embargo, no es correcto menospreciar de su parte lo que el corazón de Ranpo siente. Si actuó de tal forma, es porque se tocó un tema demasiado sensible y delicado para su persona.
“Tienes que saber... Que quien ama realmente, no desestima los sentimientos propios ni ajenos”.
Es por ello que Edgar no deseó nunca enfatizar en las malas acciones de Edogawa, pues sabía que entró sin querer en terreno prohibido.
Además, pese a la cascada de aflicción que liberó días pasados, resultó un alivio que no fuera en vano. Al final las palabras de la gente no se pronunciaron con la mera intención de tranquilizarlo. Tuvieron razón.
“Aquellos que obran con maldad son los únicos que deben pedir perdón”.
Entonces, sucedió como se expresó en el dicho. El menor se disculpó honestamente con él, evidenciando su arrepentimiento incluso a nivel corporal, y asumió cada uno de sus errores sin vacilar.
Ranpo está enfrentando el peso de sus palabras, combatiendo la incertidumbre a la vez. Como un adulto, se responsabiliza de sus actos y decisiones.
Resaltados los hechos, Poe no se halló en la necesidad de guardar rencor.
A decir verdad, la idea de reparar su herido corazón en compañía del hombre que ama es aún más agradable que decidir dar un punto final.
El escritor se dedicó a pincelar una sonrisa en su semblante, percibiendo una cristalización en sus orbes, descendiendo sus párpados para a continuación corresponder tímidamente al contacto físico que permitió su compañero.
Extrañaba sentir su calidez.
─Gracias, Ranpo-kun. ─Articuló, sintiendo como el nombrado se aferraba a su prenda superior. Poe se inclinó hacia él para poder apoyarse en su hombro.
Tras un largo minuto de silencio, donde sus resuellos se oían para opacar escasamente el mutismo, el detective aprovechó la inclinación ajena para posar sus manos en las mejillas del mayor; removiendo algunos mechones de su cabello oscuro para poder ver uno de sus ojos.
Acarició la zona cerca de sus ojeras.
─La próxima vez que llores será de felicidad, me aseguraré de ello. ─Consolidó el más pequeño, a una corta distancia del rostro pálido del extranjero. Se miraron unos segundos hasta que repentinamente el detective apartó la mirada, sorprendiendo al escritor.
─No me mires de esa forma, como si esperaras algo. Ni siquiera merezco este acercamiento. ─Se sinceró, con un rubor adornando su faz, lo que hizo que Edgar sonriera.
─¿Es así? De acuerdo... Eso quiere decir que me cedes la iniciativa. ─Declaró Poe, tomando el rostro del más joven en sus grandes manos, pronto su cabeza realizó una leve inclinación hacia un lado.
Ansioso, sin olvidar la sensación cálida de sus labios encontrándose, los mismos se fundieron entre los adversos en un anhelado beso.
Suavemente, con una gentileza que se caracterizaba por ser abundante, los brazos del más alto se ubicaron en la cintura de su amante. Edogawa, casi de inmediato, rodeó el cuello impropio en tanto el constante roce persistía.
La conclusión se tardó su debido tiempo en llegar, incluso más que de costumbre, pues ambos se negaron rotundamente a la idea de marcar un distanciamiento por un simple fundamento: ambos añoraban la intimidad. Echaban de menos la reconfortante cercanía.
Inclusive cuando Poe se separó para recuperar el aliento, acariciando los cabellos del menor con cariño, fue el mismo Ranpo quien retiró (mientras esperaba a Edgar) inconscientemente su sombrero y luego dejó caer en el suelo la toalla en su cabeza con el único propósito de recibir los mimos opuestos en aquella área azabache... A ese nivel deseó el contacto.
Sostuvieron el encuentro visual sin pronunciar una palabra, sonriendo ligeramente, solo comunicándose mediante amorosas caricias.
Ranpo obsequió un beso esquimal.
─Gracias por volver a casa, Ranpo-kun. ─Fueron las palabras que Allan le otorgó al susodicho. Por otro lado, el receptor negó suavemente.
─Gracias por permitirme volver a casa, Poe-kun.
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Remordimiento
FanfictionLa acción más insignificante puede ocasionar una tempestad de emociones negativas.