18 🍃 The end

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A la mañana siguiente Alice se despertó muy temprano para partir al Capitolio, tuvo que mentirle a su madre, le había dicho que como su trabajo fue muy bien recibido en el Capitolio entonces le habían ofrecido ir de vez en cuando a seguir estudian...

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A la mañana siguiente Alice se despertó muy temprano para partir al Capitolio, tuvo que mentirle a su madre, le había dicho que como su trabajo fue muy bien recibido en el Capitolio entonces le habían ofrecido ir de vez en cuando a seguir estudiando cerámica y pintura, para su sorpresa su madre le creyó todo.

Abandono su hogar encontrándose con un Haymitch notablemente ebrio, su antiguo mentor decidió acompañarla hasta la estación, donde le dió un fuerte abrazo y le deseo suerte, Alice entro al vagón, esa vez viajaría completamente sola y dudaba que fuera la última vez que lo hiciera.

Alice sabía de antemano que el trayecto desde el distrito doce hasta el Capitolio era extenso, por lo que fue directamente al área del bar y después de gritarle a algunos avox, comenzó a tomar. Pasan varias horas y Alice comienza a perder la razón a causa del alcohol, varios avox tuvieron que llevarla a su habitación con el riesgo de salir lastimados.

Cuando despierta, Alice puede notar dos cosas, la primera era que había tomado demasiado y la segunda que ya estaba en el Capitolio. Al salir del tren agentes de la paz la guían hasta un auto negro donde la escoltan hasta un gran edificio, al entrar la guían hasta una pequeña habitación donde tendría que prepararse. Los agentes de la paz le dicen que tiene una hora para prepararse, tiempo en el que Alice toma una gran ducha, se peina y maquilla, lo último que hace es ponerse el vestido y los zapatos. Al verse en el espejo Alice no logra reconocer a la niña que ve, en sus ojos no había rastro de la niña risueña que solía ser.

Espera un rato más hasta que los agentes de la paz entran y la llevan a una habitación está vez más grande, dejan que ella entre y cierran la puerta, lo primero que Alice ve es una enorme cama en el centro de la habitación cubierta con rosas rojas y rodeada de diferentes velas aromáticas.

Se sentó en el borde de la cama con el corazón latiendo al mil. Cuando la puerta se abrió Alice no pudo contener la sorpresa e inconscientemente se levantó, la persona que había entrado era Antony White, el mismo chico que había conocido en la fiesta en el Capitolio y el mismo que se había comportado muy amable con ella.

Antony se acerco a ella, a Alice le hubiera gustado retroceder y alejarse lo más que pudiera, pero para su desgracia no podía hacerlo.

—Recuerdas que dije que nos volveríamos a ver —murmuró Antony a su oído, causando un escalofrío que recorrió todo su cuerpo.

Paso sus manos por la espalda de Alice desabrochando el vestido que traía puesto, este cayó al suelo dejándola únicamente en bragas, Alice rápidamente intento cubrirse. Antony sonrió de lado y se alejo un centímetro de ella mirando cada parte de su cuerpo.

—No te cubras —ordeno Antony.

Alice no tuvo de otra que obedecer.

—Eres realmente hermosa —dijo Antony acariciando suavemente la mejilla de la menor.

Pronto comenzó a besar su cuello, sus movimientos eran suaves y delicados, como si Alice fuera una pequeña muñeca de porcelana. Y tras aquello, su cuerpo pasa a ser de su comprador.

Después de un mar de sensaciones desagradables, Alice siente la sangre escurrir entre sus piernas y no puede evitar soltar un sollozo. De verdad dolía.

—Shh, prometo no ser tan duro —dice Antony con la voz ronca.

Pasan varios minutos u horas en las Alice tiene que soportar tanto el dolor físico y el dolor mental que la situación le estaba provocando.

—Eres una buena niña —dice Anthony una vez que terminó de profanar su cuerpo.

Alice no contesta, solo se queda quieta en la cama, mientras unas cuantas lágrimas caen por sus mejillas.

—Ey no llores — el mayor se acerca a Alice y suavemente limpia sus lágrimas —. Pronto te acostumbraras y comenzarás a disfrutarlo—dicho eso Anthony se levantó de la cama y camino hacia la puerta, cuando estaba a punto de salir se detuvo y la miro —. Descansa un poco.

Cuando Anthony salió, Alice dejó escapar todas esas lágrimas que tenía guardadas, odiaba todo lo que tuviera que ver con el Capitolio y sobre todo esos malditos juegos que la habían condenado a vivir en ese invierno del que no podría escapar.

Ese día Alice había hecho un primer trabajo como vencedora y estaba segura que ese solo era el inicio de un infierno, infierno que tendría que soportar por el resto de su vida.

(...)

Los meses transcurrieron con normalidad, Alice seguía teniendo encuentros con sus compradores, e iba cada fin de semana con Haymitch a beber. Los juegos estaban próximos porque tendría que prepararse para regresar al Capitolio, está vez como mentora.

El ser mentora significaba que tendría que ver como dos chicos de su distrito eran escogidos para ir a los juegos y después ver cómo eran asesinados brutalmente dentro de la arena. Era algo para lo que Alice no estaba preparada, sin embargo a sus casi trece años de edad Alice había aprendido que era mejor morir en la arena que vivir en un infierno.

Así que el día de la cosecha se mostró con tal indiferencia cuando escogieron a los tributos de ese año. Y una vez que estuvo con ellos dentro del tren, los miro con una sonrisa de lado.

—Bienvenidos a los septuagesimos segundos juegos del hambre y que la suerte este siempre de su lado.

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