Diez

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Instintivamente sus ojos se dirigieron hacia la mesa del comedor, vacía de planos y papeles. Se mordió la lengua como castigo auto impuesto cuando comprendió que así, limpia y recogida,
no se veía tan bien como cuando el trabajo de Christopher estaba desperdigado sobre ella.
Demasiado confusa para seguir ensayando, decidió organizar sus cosas para marcharse cuanto antes de aquella casa que se veía inmensa y solitaria.
La idea original había sido la de marcharse al día siguiente por la mañana, pero en ese instante pasar una noche más allí no le atraía lo más mínimo. La vivienda estaba demasiado
silenciosa, se había acostumbrado a la compañía de Ucker de algún modo que no conseguía explicarse sin olvidar que sus sentimientos eran más profundos de lo que se permitía admitir.
Media hora después tenía las maletas preparadas con una sorpresa en ellas. La camiseta de Led Zeppelin que Christopher usaba para dormir había aparecido detrás de la puerta del baño.
Seguramente se la había quitado cuando fue a ducharse…
—¡Mierda! —Exclamó Dulce en voz alta cuando las imágenes de Ucker en la ducha invadieron su cabeza—. ¡Joder, tengo una imaginación prodigiosa!
Con la intención de darle un respiro a su fantasía que andaba haciendo horas extra, decidió cargar el coche con sus cosas y acercarse a despedirse de Eugenia, la panadera había sido muy
amable con ella, esa misma mañana la había escuchado y aconsejado con una paciencia y un cariño propios de una íntima amiga, incluso de una madre.
Con esa intención salió por la puerta con la maleta y el chelo, depositó con sumo cuidado a su fiel compañero de viaje en los asientos traseros, y dejó caer de cualquier manera el equipaje en
el maletero.
Una vez dentro del coche, se acordó de que su móvil se había quedado sin batería, arrancó el motor y lo conectó al cargador del coche, cruzando los dedos para no necesitar el GPS para regresar.
Dos minutos después comenzaron a sonar mensajes de llamadas perdidas: una de su padre, no se había esforzado mucho en insistir, pensó Dulce, y unas quince de Anny , WhatsApps de sus
amigos felicitándole el nuevo año… Una llamada entrante le impidió leerlos.
Lanzó un suspiro resignado cuando vio el nombre de la persona del otro lado de la línea.
—¿Sí? —respondió con voz cansada.
—Por fin. Llevo días intentando localizarte. —Se quejó Anny rozando la indignación.
—Pues lo has hecho muy bien. Acabo de encenderlo.
—Tenía puesto un aviso para que me llegara un mensaje cuando lo conectaras.
—Confesó y añadió del tirón, casi sin respirar—:Dul , te prometo que lo que ha pasado no ha sido una encerrona.
Poncho le dejó sus llaves a Ucker sin consultarme y yo hice lo mismo contigo, no fue con ninguna intención de emparejaros. Pero ¿se puede saber por qué desconectaste el teléfono?
—Me quedé sin batería, y para la poca cobertura que había, decidí tomarme unos días de desconexión completa.
—¿Y lo has hecho?
—¿Qué me estás preguntando exactamente?
—Ya lo sabes —respondió Anny, evasiva.
—Ya hablaremos. Vuelvo a casa hoy mismo.
—¿No te quedabas hasta mañana?
—Adiós, Anny. —Y tras su breve despedida, colgó.
E ignoró sus insistentes llamadas mientras conducía hasta la panadería.
No estaba preparada para hablar con su amiga, ¿qué le iba a decir? ¿Te acuerdas que las dos escuchamos que Christopher decía claramente que yo era fea y desgarbada?, pues mira por donde, me he acostado con él, ¿y sabes qué es lo peor? Que no me arrepiento de haberlo hecho.
No era lo que Anny esperaría, y en cualquier caso, no se sentía con ganas de explicárselo. Primero hablaría con May, quien seguramente sería mucho más comprensiva con su desliz.
Siguió por la calle mayor, mientras el teléfono seguía sonando. Dispuesta a acallarlo, ya que no podía hacer lo mismo con su conciencia, encendió el lector de CD del coche y dejó que la voz
de Rihanna inundara el vehículo.
Where have you been, All my life,
all my life? Where have you been, all
my life?

Dulce Maria No Deshoja MargaritasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora